Dice Kevin Costner en una escena de la serie que le ha devuelto a la popularidad mundial: “Para tener éxito hoy, todo lo que tienes que saber es cómo culpar y cómo quejarte”.
Confieso que hace algún tiempo que deseaba darle un recreo al análisis y comentario de la contingencia política nacional. No porque no haya cosas que comentar. Al contrario, hay muchas. Demasiadas, probablemente. Pero son tan pedestres, de tan baja altura y predecibles, que sentía estar comentando una película de esas de bajo presupuesto, que todos han visto y a nadie ha gustado. Hastío habría que llamar al sentimiento de muchos, cuando observan el devenir político de estos últimos meses. Discusiones por nimiedades, personalismos egocéntricos y, especialmente, una mirada de tan corto plazo como de tanta pequeñez. Por eso, me quise tomar un descanso de aquellas menudencias que pueblan el debate político y dedicarme, al menos esta semana, a otro afán.
Si al Lector le parece, puede llamarle filosofía de bajo precio, no tengo problema. Reflexiones pre veraniegas también sería una buena manera de llamarles. Palabras para llenar la página, si quiere ser brutalmente sarcástico. Lo cierto es que, dejando de lado el nombre con que se bautice este comentario, la fuente es una serie de televisión, procesada por mi ¿lúcida? perspicacia de día feriado.
Entonces, decía Kevin Costner, analizando con más garbo que el mío el devenir de la humanidad en los últimos tiempos, pareciera que el éxito hoy día se consigue mediante lamentaciones, reproches y demandas. La idea de Costner es que la notoriedad, el renombre y los laureles se entregan según sean los lamentos y las quejas, más allá de los merecimientos, los logros y los frutos. Quejarse hoy es más provechoso que esforzarse. Lamentarse por el empedrado por el que nos toca caminar es mucho más fructífero que intentar arreglar ese camino. La idea es, llevando el asunto más allá, que resulta más conveniente ser (o parecer) víctima que laborioso. El esfuerzo, la eficiencia y el desvelo reditúan mucho menos que la aflicción. Por eso, y en el campo en que se desenvuelve Costner, la calidad o la excelencia de una película importa menos, a la hora de los premios, que las quejas y las injusticias que denuncia su realizador.
Y, dice Costner, lo ideal es encontrar un culpable a quien apuntar con el dedo. Asignar culpas es mejor que entrenar o que ensayar. Aquel que quiere sobresalir no tiene que cansarse ni transpirar intentando mejorar, debe buscar un culpable, que no sea él mismo, de sus bajos logros. Puede ser el sistema económico, los cánones culturales, la incomprensión de las élites o la injusticia del mundo. Siempre se podrá encontrar a qué o a quién echar la culpa. El deporte más redituable pareciera ser la reivindicación. ¡¡Encuentre un culpable, hágase su víctima y las puertas del éxito se le abrirán de par en par!!
¿Con quién se identifica el Lector? ¿Está en el lado de los que se quejan y buscan culpables? O, por el contrario, es de los que todavía mantienen su confianza en el esfuerzo, el trabajo duro y los buenos resultados. ¿Cree Ud. que, de persistir estas conductas, habría que cambiar algunos proverbios? “Dime a quién culpas y te diré quién eres”. “Por sus quejas los conoceréis”. “A quien se queja Dios le ayuda”.
No sé a Ud., pero a mí me gustó el somero análisis que hace Costner del devenir actual. Como que me encuentro parecido a él (mi mujer me mira y sonríe, nada más). Tal vez el único alcance que podría hacerle es que, el trasfondo de su reflexión ya estaba dicho. Hace mucho. Cuando por allá por 1934 Discépolo compuso “Cambalache”, un tango amargo, descarnado y genial, que adelantó este trastoque de prioridades, valores y actitudes. Pero, siempre es bueno comprobar que nadar contra la corriente es un deporte antiguo, practicado por grandes deportistas, como Ud., Kevin Costner y yo. Nada menos.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho
