Ocurre con frecuencia que los numerosos árboles no nos permiten ver el bosque. O sea, que los tantísimos aconteceres diarios, nos hacen perder de vista el devenir social completo. Algo así, creo yo, está sucediendo en el país. Es tanta y tan diversa la contingencia, que esa intensidad nos impide dar una mirada global del rumbo que llevamos. Porque ¿cuántos hechos han reclamado su atención estos últimos meses? Y, de todos ellos, ¿cuáles cree Ud. que son verdaderamente relevantes y reveladores del destino hacia el que caminamos?
No creo que la conmemoración del golpe de Estado haya revelado algo más que la polarización profunda que nos afecta desde hace más de 50 años. Es que el aniversario no aportó nada nuevo a lo que muchos venimos diciendo desde hace años: que el debate atañe más a las elites que a la mayoría ciudadana. Que la inmensa mayoría de los chilenos no sólo no había nacido entonces, sino que ven el tema como una cuestión política lejana, opresiva para algunos, liberadora para otros, pero un asunto que sólo sigue presente en la política profesional, más que en las inquietudes populares. Tampoco creo que la crisis económica, la inflación excepcional, la baja inversión, el escaso crecimiento económico y el elevado desempleo formal, siendo preocupantes, revelen algo más que un episodio, un evento pasajero que, ojalá más temprano que tarde, se disipará y volveremos a indicadores más auspiciosos. Pero, en sí misma, la crisis es circunstancial y, confiemos, transitoria. Incluso el actual debate constitucional, en el que llevamos más de 3 años, carece de esa capacidad de torcer rumbos y fijar nuevos derroteros. Porque, independientemente del resultado del futuro plebiscito y de si cambiemos la Carta Fundamental o mantengamos la que tenemos, la marcha y el rumbo del país seguirá casi inalterada. Y, a partir de diciembre, unos cuantos chilenos quedarán conformes con nuestro ordenamiento constitucional, y otros tantos no lo estarán. Igual que hoy. En fin, hay muchos asuntos así en nuestros avatares diarios. Eventualidades que preocupan, pero no contienen el potencial de provocar un giro social insuperable e irreversible. Excepto dos. Que quiero compartir con el Lector.
Uno es la crisis, indesmentible, por la que atraviesa desde hace varios años, nuetro sistema educacional. Y no se trata de criticar el paro de profesores, otro más, una quema de buses frente a un Liceo, otra más, o la brecha que separa el sistema público del privado, cada vez más ancha y honda. El tema va mucho más allá. Aludo a la pérdida de los valores y principios en los que se fundaba la educación hace algunas décadas. El rigor, el esfuerzo, la disciplina, la exigencia y el estímulo al mérito, que permitieron a las ciencias, a las humanidades y a las artes chilenas alcanzar logros encomiables. Probablemente el colapso del Instituto Nacional sea el símbolo de lo que señalo. Esta crisis, como casi todo lo que ocurre en educación, no es efímera. Ojalá lo fuera, pero temo que la recuperación, si es que la hay, tardará décadas, demandará esfuerzos y exigirá consensos, que hoy no los tenemos. Por eso afirmo que esta crisis y su eventual resolución, tiene el potencial de hacernos cambiar rumbo hacia un futuro mejor. Y, si no la resolvemos, por el contrario, seguiremos involucionando de prisa hacia la incultura y el atraso.
Y, el otro, es la crisis de seguridad y delincuencia. No creo necesario ilustrar con cifras la magnitud del delito a la que hemos llegado. La crisis es tan ostensible que no requiere demostración. Lo que sí necesita es solución. Y los variados programas y estrategias que abordan el problema, hasta el momento no evidencian resultados positivos. Al contrario, nos hemos llenado de paliativos, medidas de contención y mitigación. Mientras, el delito se expande, inunda áreas otrora impensadas, haciendo ostentación de dinero, impunidad y redes de sustento poderosas. Todo, en desmedro de una sociedad que, hace apenas unas décadas, desconocía el narcotráfico, el sicariato, los carteles y el crimen organizado. Cuando las sociedades se acostumbran y hasta normalizan estos flagelos, han cruzado un umbral del que es muy difícil regresar. Esta crisis tiene, al igual que la mencionada más arriba, el terrible potencial de llevarnos al punto sin retorno de una narco sociedad, dominada por el delito, la corrupción y la violencia.
Entonces, por sobre la contingencia que nos abruma con su multitud de nudos y de líos, debiéramos fijar nuestra atención en estos dos asuntos que, si los mantenemos pendientes, pueden llevarnos a un destino muy alejado de nuestros anhelos y esperanzas.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho