De todas las cosas difíciles que hay en el mundo, ¿se les ocurre una más compleja que criar un hijo?
Linda tarea y todo lo que quieran. Pero compleja, nivel Dios.
Porque partamos de la base, de que en contadas ocasiones planeamos la idea siquiera de tenerlos. Es decir: partimos mal.
Pero ya sea producto de una serie de pasos bien pensados o de una noche de pasión desenfrenada y poca previsión, es probable que más pronto que tarde; llegue a nuestros brazos una bella versión de nosotros mismos en pequeño y llorón formato.
Encantador engendro que viene, y aquí es donde quiero presentar una queja a quien corresponda; sin ninguna maldita instrucción. Ni siquiera un pequeño manual en chino, un esquema de piezas y tornillos o una hoja de ruta. Qué decir de un contrato que especifique horarios, funciones o bonos por buen servicio. Y ojo que hasta para lavarse las manos y evitar el Covid he visto guías de 20 pasos.
Porque desde que el ovulo y el espermio se unen en mágica confluencia; “todo es mundo” como dicen por ahí… ¡Lindo el mundo! pero lleno de sorpresas y dudas, que si tratamos de aclarar solo generan más sorpresas y dudas.
Porque parece que a la pregunta que sea que hagamos, siempre siempre le encontramos dos respuestas. Evidentemente contradictorias.
Partamos desde el embarazo. ¿Comemos por dos? ¿O subimos 1 kilo mensual?
Vemos su sexo. ¿O esperamos la sorpresa?
Y el parto. ¿Normal o por cesárea?
Y respecto del pecho. ¿Libre demanda o cada 4 horas?
¿Dormimos cuando él duerma o que se acostumbre a los horarios de la casa?
¿Le damos agüita? Una abuela dice que si, la otra todo lo contrario.
¿Lo hacemos dormir de lado, de espalda o de guatita?
Y si llora, ¿lo dejamos que se calme solo o corremos a rescatarlo?
¿Lo sacamos del dormitorio cuando cumpla 3 meses o disfrutamos del co-lecho hasta que cumpla tres años?
A esta altura, nuestro “mini me” no tiene ni una semana y ya representa más dudas que respuestas, más desvelos que alegres despertares.
Y aunque a ratos, ganen la angustia y las ojeras, ronde el miedo al fracaso y a arruinar al hijo en cuestión, no hay cosa más maravillosa que ver 30 años después, que, sin instrucciones ni guías, sin más atributos que un profundo amor; el hijo famoso es lo mejor del mundo mundial.
Jane Doe