Cansada de buscar en mí la respuesta a las preguntas, he decido culpar al mundo de todo. De lo que es, de lo que no es, de lo que pasa y de lo que no.
Porque después de mucho pensarlo y de analizar las múltiples situaciones en las que últimamente he estado, he llegado a la conclusión de que no soy yo el problema.
Se que viene de cerca la recomendación, pero de verdad que soy una buena persona. Créanme.
Es que no puede ser que, tratando yo de dar siempre lo mejor de mí, las cosas terminen funcionando taaaan como las pelotas.
Y cómo me gusta pensarme y buscar explicaciones para no seguir tropezando con los mismos errores, a ver si en una de esas en la próxima reencarnación me va mejor, he llegado a la conclusión de que: desde lo más profundo de mi corazón he tratado de vivir mi vida siendo la mejor persona posible, pero he seguido un manual de instrucciones equivocado, al que le faltan hojas, está lleno de explicaciones poco claras e incluso a veces, contradictorias.
Me explico… (No porque me mueva ofender su inteligencia, sino porque a veces debo reconocer que seguir el enredo que habita en mi cabeza es, digámoslo: dificilón)
Cansada de los disparos a la bandada jefisticos que amenazan con descontar los minutos de atraso en la llegada, me he hecho el firme propósito de arrancar de los brazos de Morfeo (también conocido como Don Este) y lanzarme a la ducha antes de que cante el gallo (también conocido como la alarma del celular).
Con más sueño que ganas de vivir, me baño, me visto, me seco el pelo, preparo huevos revueltos, trago y corro, pues: “a quien madruga Dios le ayuda”.
Pero parece que el Dios en quien yo creo es más de la línea del “no por mucho madrugar amanece más temprano”, pues insiste en poner cientos de autos delante del mío, unos usando las dos pistas, otros aprendiendo a conducir en hora punta, varios descargando valiosas mercaderías en horas donde ni siquiera debieran andar camiones.
Y aunque es tanto el empeño que hasta dos luces rojas me paso en pos de ser una buena funcionaria; no hay caso. Ahí estamos mi dedo y yo con tres minutos de atraso.
¿Me entiende? ¿Madrugo para que Dios me ayude o no saco nada con hacerlo?
Como ya indefectiblemente le debo al sistema 3 minutos, me retiro indignada a mi oficina pensando en voz alta, como suelo hacer: “la intención es la que cuenta”, frase que repito como mantra, prometiéndome a mí misma que mañana lo volveré a intentar con mayor ahínco.
Pero como autocritica es mi segundo nombre, escucho mi propia voz susurrante y maletera decir: “obras son amores y no buenas razones”.
Como es viernes de churrascas, me apuro en llegar a mi oficina para no quedar fuera del pedido, no sin antes cruzarme con el colega simpático que no tengo idea como se llama, pero insiste en hacerme bromas cada vez que me ve, quien me saluda con un grato: “estuvo bueno el carrete anoche parece” …
Jajaja, me rio mientras se me vienen a la cabeza nuevos y contradictorios dichos para responderle; “piensa el ladrón que todos son de su condición” o “piensa mal y acertarás”.
Escoja mi reina, es coja…
Y aunque se viene un día pesado en el trabajo hay que laburar, mire que “más vale pájaro en la mano”, así que a poner la mejor sonrisa del mundo y a parlar poco que “en boca cerrada no entran moscas”. O al menos eso dice el dicho….
Jane Doe