El día de la mujer vino y se fue y todo mi bello cuerpo se negaba a hablar de aquello.
No es que sea el Grinch de las celebraciones, pero hay algunas con las que no consigo empatizar.
El día de la mujer es una de ellas.
Cómo Usted bien sabe, soy abogado de vocación y profesión y desde mi más profunda convicción siento que en el hecho de ser mujer no hay nada que merezca celebración o conmemoración como se estila decir ahora.
Es que no sé Usted, pero yo no elegí ser mujer.
A lo mejor Usted si, por que es más chori que yo, pero por lo que pude aprender con el profe Montero en sus poco dinámicas clases de biología, su sexo fetal y el mío, dependen de si el espermatozoide de su padre putativo porta un cromosoma sexual X o Y, porque los óvulos de nuestras madres siempre poseen dos cromosomas X.
Así su padre es el responsable de que Usted sea niñito hombre o niñita mujer.
Así es la biología pura y dura.
Ahora, si después Usted, en la inmensa grandeza de sus sentimientos sentimentales, siente que su sexo y su género son cosas distintas; Usted verá, mire que ahí yo no entro, porque respeto sus decisiones, sus sentimientos y sus opiniones, así como espero que Usted respete los míos.
Ahora, volviendo a la simpleza del rosado y el celeste, ¿Por qué debiera yo conmemorar un simple “accidente biológico” que definió mi sexo?
No crea que reniego de la cosa maravillosa de ser mujer. Amo serlo. Primero, porque no conozco otra cosa y segundo porque tiene aparejado un beneficio que no tienen los hombres por más que lo intenten: ser madre.
Y aquí sí que celebro la gracia de ser mujer.
Mire que, si serlo no es maravilloso por si mismo, ser madre sí que es una cosa increíble. Bueno, al menos para mí lo ha sido.
Sabrá Usted, si es un fiel seguidor, que ser mamá no estaba en los planes de esta joven abogado aspirante a la academia diplomática que soñaba con pasar sus días como escritor maldito sumido en el alcohol en una sucia buhardilla de París, pero ese maravilloso 7 de mayo, cuando tuve en mis brazos a mi primer hijo, comprendí que ser madre era mi leitmotiv.
Y con todo respeto a los cromosomas, eso si que hay que celebrarlo; la maternidad.
Mire que si bien hay teóricos que insisten en que ser mujer es difícil (desde la práctica yo diría que más difícil es intentar usar en la vida diaria el cuadrado del binomio), lo que sí es complicado es ser madre.
Si no lo cree, vea la serie que acabo de terminar entre lágrimas: TIME se llama.
Es una serie inglesa de 3 capítulos y es lo mejor que he visto en mucho tiempo. Y he visto harto, créame.
Y es que no sólo habla de la dificultad de ser madre, le suma que las madres están presas.
Ahora, debo reconocer que las cárceles inglesas ¡¡¡Son maravillosas!!!
Ya quisiera yo delinquir y caer en sus hermosas y limpias cárceles, con habitaciones compartidas entre tres, cuidadas con amor por gendarmes acogedoras y gentiles, que hacen todo lo posible por llevar a las presas por el buen camino. Si incluso hay una suerte de cabañas, donde tienen acceso a teléfono en sus dormitorios, cocina las 24 horas y tienen la libertad de salir a la hora que deseen a los amplios jardines o a la huerta comunitaria.
Pensará Usted que se trata de “presas buenas”, pero nooooo.
De hecho, la serie sigue la historia de tres mujeres: una que intervino el medidor de luz porque agobiada por las deudas no podía con los altos costos de mantener la calefacción para sus tres hijos, otra; drogadicta que divaga entre las penurias de la deprivación y el amor hacia el hijo que no sabía que esperaba. Y por último una mujer que, en el dolor sin nombre ni publicidad de la depresión post parto, asesinó a su hijo recién nacido.
Véala, no se va a arrepentir. Y se va a quedar como yo, agradecida de actuar según la normativa vigente y del hecho accidental que la hizo mujer para que fuera un día: MADRE.
Jane Doe