En estos mismos días, pero por 1920, Arturo Alessandri Palma desplegaba sus afanes presidenciales en su famosa campaña del “Cielito Lindo”. Dicen que fue una campaña muy novedosa, con ímpetus y esperanzas pocas veces vistos. Hoy, 101 años después, los candidatos son más, los afanes son similares, pero las esperanzas han sido remplazadas por la incertidumbre. Porque, por eso de los plazos, el Presidente que elijamos en diciembre, y que asumirá en marzo, jurará cumplir y hacer cumplir una Constitución que podría ser remplazada unos meses más tarde.
La sociedad chilena vive tiempos de incertidumbre, de dudas y sospechas, dilemas que le hacen preguntarse cuánto de lo que hoy conforma el panorama institucional se mantendrá y cuánto será modificado, reformulado o, derechamente, será suprimido en el proyecto de nueva Carta Magna que, uno de estos días, empezará a redactar la Convención Constitucional.
¿Cuánto tiempo gobernará el próximo Presidente? La pregunta es válida porque la Convención ¿mantendrá el mandato presidencial inalterado si el elegido es Sichel? ¿Resistirán los convencionistas la tentación de acortarle el mandato o, más derechamente, convocar a otra elección, argumentando que nuevas reglas requieren de nuevas autoridades? Las atribuciones y facultades presidenciales que la Convención debe precisar: ¿serán las mismas si el elegido es Sichel, Boric, Kast o Provoste? Sé que más de alguien podrá decir que lo anterior es poco serio, y que no se debiera elaborar una Carta Fundamental a medida de quien resulte electo. Pero, lo que hasta ahora hemos observado en la Convención, no nos permite afirmar que la seriedad de sus criterios sea el rasgo distintivo del organismo.
Por otro lado, si tras la elección de noviembre el Senado se refuerza con representantes de la centroderecha ¿mantendrá esa Cámara sus mismas facultades? Más aún, ¿se mantendrá el Senado? La pregunta no sólo la hago yo en la estrechez de esta Columna. Se la deben estar haciendo los candidatos a parlamentarios, particularmente al Senado, cuando escuchan comentarios, que la Convención puede plasmar en el proyecto de Carta Fundamental, de suprimir la Cámara Alta si los resultados de noviembre no satisfacen a la mayoría de los convencionistas. ¿Podría la Convención hacer tal cosa? El mandato de este organismo (Art. 138 de la actual Constitución) señala que “La Nueva Constitución no podrá poner término anticipado al período de las autoridades electas en votación popular, salvo que aquellas instituciones que integran sean suprimidas u objeto de una modificación sustancial.” Entonces, si modifica sustancialmente la estructura del Congreso o las características del régimen presidencial, la Convención sí podría acortar el mandato del próximo Presidente o suprimir el Senado.
Lo anterior, por cierto, genera más dudas respecto de otras instituciones fundamentales del Estado. ¿El Tribunal Constitucional, un órgano tan criticado, pero recurrido por todos los sectores políticos cada vez que pretenden bloquear una norma, se mantendrá? ¿Y la autonomía del Banco Central, ahora que nos amenaza una crisis inflacionaria, será atenuada, para imponerle los criterios del gobierno de turno? ¿Y la libertad de enseñanza o el derecho preferente de los padres para elegir la educación de sus hijos, seguirá igual o se les eliminará? ¿Los derechos de agua, cada vez más trascendentales en el marco del cambio climático, serán reformulados? ¿Y las reglas fundamentales para la inversión minera, serán las mismas o se les modificará imponiendo tributos más elevados?
Cuando una sociedad atraviesa por lapsos de inestabilidad, inquietudes y “tiempos revueltos”, lo único que logra generar sosiego y serenidad es la confianza en los liderazgos y la certidumbre de las reglas. Y como está claro que la confianza en los liderazgos hoy día es un bien escaso, sólo queda esperar que, cuando la Convención empiece a redactar el Proyecto, retornen la confianza y la certeza. Y de este cielo incierto, volvamos al cielo lindo bajo el que podremos volver a cantar, porque solo “cantando se alegran, cielito lindo, los corazones”.