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DEL ESTADO TACHIRA A NUESTROS CORAZONES.por Jane Doe

A decir verdad, no me defino como una maniática del orden. Reconozco algunos tocs, como el borrado diario de los WhatsApp, de la papelera de reciclaje del pc y el orden alfabético de las conservas en la despensa, pero creo que el día a día de una mujer que busca combinar con éxito la vida laboral y familiar, requiere altas dosis de control y orden.

Saber en qué está cada crio, no sólo es valioso si nos agarra el terremoto de turno, estamos separados y hay que reunir a la tropa. Saber en qué está cada crio, de donde viene, para donde va, que se come, si falta algo en el refri, las tareas que deben realizar, los útiles que hay que llevar al colegio y un largo etcétera, permiten disminuir un poquitín la dolorosa doble presencia que toda madre laburante conoce y sufre; esa canalla sensación de estar trabajando con la cabeza y el corazón en la casa, el almuerzo o el resfriado de turno.

Y cuando ya nuestra vida se había estabilizado y discurríamos cada uno en lo suyo en perfecta armonía, va doña Marcela y nos deja. De nuevo. Nuevamente. Otra vez.

Pero el mundo no para porque las mamás estamos en problemas. El mundo sigue y obliga a nuestro dedo y al lujurioso cuerpo que lo acompaña a “marcar” en el reloj control a las 8 para evitar descuentos… Así que allá vamos, full contra mi naturaleza y las múltiples aprensiones de los hombres de la casa, buscando ayuda con urgencia vía Facebook.

Y es que ¿habrá cosa más dudosa que un perfil de face?.  Piense usted en dos “amigos” de la red y cruce sus publicaciones con la realidad. Imagine ahora que recién conoce a ese alguien, ¿Dejaría su casa y contenido a quien acaba de conocer ahí, de un viernes para un lunes?

Pero entre un montón de: “¿Cuánto paga?” sin siquiera haber preguntado cuál era el trabajo y en medio de varios “no tengo dinero para ir, ¿me transfiere?”, apareció doña Johana. Foto de perfil con dos niños pequeños y sonrientes, muchas dulces y orgullosas reflexiones maternas y grandes ojos negros, directo desde Estado Táchira, Venezuela.

No preguntó nada y llegó puntual a la entrevista. Yo estaba desesperada por ayuda, ella por trabajar. Y es que quien huye de su país cuando advierte que tiene una manzana como único alimento para compartir con su familia en lo que queda de semana, sabe que a ningún trabajo se le hace el asco. Y desde ahí, directo a nuestros corazones.

De a poco hemos conocido su hégira, cruzando con coyotes, en medio de la noche por 5 países, cargando apenas un bolso y dos niños. Comiendo lo que se pudiera comer, durmiendo donde se pudiera dormir, siempre al margen de la ley, pero con el sueño de este “oasis” que Usted podrá criticar, pero que a Johana y los suyos los tiene con salud y escuela gratuita, recuperando los kilos que perdieron con Chávez y Maduro, con trabajo para ella y su Rafa y dinero para comprar lo que no podían ni soñar en su país e incluso para apoyar a los que quedaron atrás.

Y aquí estamos nosotros; disfrutando las arepas, el pabellón y el patacón de sus “jueves venezolanos”, comprando harina Pan, yuca y dulce de guayaba, tratando de cuidar al amigo cuando es forastero y convencidos de que a veces, hay que abrir el corazón y dejar pasar a Sara y a Wuilfer, a Johana y a Rafa, ya no como visitas, sino como nuevos chilenos de este nuevo Chile.

Jane Doe

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