Contrario a lo que dice don Este, la mía con las redes sociales es una relación de lo más sana. De hecho, puedo conectarme y desconectarme más o menos con la facilidad con la que me saco un parche curita. Así que dependiente, como quien dice dependiente; no soy.
Tengo claro que me gusta estar conectada, y es que no puedo evitarlo, me gusta la inmediatez, la conexión permanente, la sensación de que puedo estar en todos lados a la vez, de que tengo tooodo bajo control.
Porque, cuadradita como soy; la sensación de que llevo en el bolsillo todo lo que quiero y necesito, me ayuda a creer que tooodo está en orden. (Aunque en realidad no lo esté y mi mundo se esté cayendo a pedazos).
A ratos, como para demostrar que “tengo el poder”, pongo el celular en modo avión y la verdad, tampoco pasa mucho. El mundo sigue girando sin mí, se acumulan un par de notificaciones, mensajes o correos y sería…
Pero a veces las redes me juegan juegos raros. Cómo cuando parece que “sabe” que necesito un par de zapatos y por arte de magia me llegan ofertas de mis favoritos. O cuando después de una reunión con gente a la que no conozco, misteriosamente me ofrecen su amistad en Facebook o sus fotos en Instagram.
El “algoritmo” dicen los que saben… “El celular nos escucha” dicen los que no. Demasiada información entregada a la “inteligencia artificial” digo yo.
Pero de la lista de sensaciones extrañas que las redes me provocan, la que más me gusta es el anuncio de los cumpleaños de los amigos. Y es que debo reconocer que las fechas no son lo mío. Tampoco los números. Así que de cruzar ambos elementos: nada… Y no es por falta de interés o cariño, si hasta con los importantes tengo dramas.
Pensarán que soy una mala madre, pero con 4 hijos es difícil recordar tanto dato. Y si se le suma el marido, los padres, el hermano y las mejores amigas, la cosa para mí se pone verdaderamente compleja.
Así, como segura estoy apenas de un par de fechas, cuando face me recuerda que algún amigo cumple años, me facilita mucho las cosas.
Y ahí aparezco yo deseando nuevas y “más bendecidas” “vueltas sol” a los que ocupan un lugar en mi corazón, como si me acordara de fechas de las que en realidad no me acuerdo.
Pero hace unos días la web me avisó que cumplía años un querido señor que murió hace ya unos cuantos. Eso sí que fue extraño… “Besos al cielo”, le decían muchos de sus amigos. “Nos volveremos a encontrar”, escribían otros. Yo no quise avergonzar su memoria con el recuerdo más claro que tengo de él, de su personalidad efusiva y sus gritos de alegría al verme llegar a su pueblo; “Miren la cosita rica que nos vamos a comer hoy”.
Sip, “YO” era la cosita rica… Imaginen por favor mi vergüenza y lo mucho que lo estimaba como para tolerar que dijera eso de mí al mismísimo Alcalde…
Así de pronto vinieron a mi mente la risa contagiosa de Don Alfonso y el recuerdo claro de todos esos amigos que ya no están: los ojos chinos de Álvaro, el humor único de Rosita, los ojos verdes de Luchín.
¡¡Que se enoje Don Este con mi celu!!, pero que nunca muera la bendita tecnología que permite que los que queremos nos sigan sonriendo desde la web.
Jane Doe