Don Nico: “Yo aprendí a tomar fotos el año que quedé repitiendo, en agosto de 1970. Mi tía trabajaba en un local de fotos en Curicó, en la Plaza de Armas. Ella me llevó al local, para trabajar. Allí estaba para los manados. En ese tiempo, era pura foto blanco y negro. Mi tía lo hacía en el cuarto oscuro y yo atendía al público. También me mandaban tomar fotos a cumpleaños o en la plaza. Era una cámara de 35 milímetros, de esas antiguas. Ese año me expulsaron, porque quería llamar la atención y me portaba mal. Ahí me fui al liceo nocturno y comencé a trabajar en fotografía durante los fines de semana. Después me vine a Talca a estudiar Pedagogía en Matemáticas en 1972, en la Universidad Técnica del Estado, en la 4 Oriente. Estudié dos años y seguí con las fotos. Por el revelado de 36 fotos cobraba 50 pesos por rollo”.
Doña Teresa: “Cuando lo conocí, las fotos que nos sacamos me costaron 90 pesos. Estamos hablando del año 1984. Ahí nos conocimos y no nos hemos separado más. Hemos peleado, pero nada más. Ahora tenemos dos hijas con título, egresadas de la universidad. Una es enfermera y la otra ingeniera civil eléctrica. Por eso estamos muy contentos, pero tenemos que seguir trabajando. Esto nos gusta mucho y jubilarse no conviene. Es demasiado lo que nos gusta este trabajo. Nos encanta atender público. Es algo maravilloso conversar con la gente”.
Don Nico: “Lo que nos diferencia es la buena atención. Nos preocupamos de resolver los problemas y de escuchar a las personas. Tratamos de compartir y tirar la talla, cuando se puede. También poniendo buena música. En septiembre ponemos folclore y en diciembre de Navidad. A la gente le encanta, sobre todo a la gente de edad. Gente mayor. Nos encanta lo que hacemos”.
Doña Teresa: “Siempre se llamó Chévere. Al Nico le decían Chévere. Él dice que las mujeres le ponían ese apodo… (se ríe)”.
Don Nico: “Yo les hablaba en venezolano, en ese estilo. Para llamar la atención y no pasar desapercibido. A la gente le gustaba. Yo fui a un cumpleaños, de lolos, donde todos hablaban venezolano. Yo también lo hice y nos reíamos. Después lo repetí y a la gente le gustaba. Era agradable. Después le pregunté a varios amigos que iba a tener un local y quería ponerle nombre. Varios me dijeron que le pusiera mi apodo de Chévere. Y eso hice. Y gustó mucho. Con mi nombre Nicodemus no era lo mismo”.
Doña Teresa: “Ahora lo tenemos como marca registrada. Al menos en Talca nadie más lo puede ocupar. En 1991 nos vinimos a la Uno Sur en el Mercado. En esta esquina estaba un local de venta de gas que después se fue y quedó abandonado. Estuvo sin ocupar por largo tiempo, hasta que nos vinimos, cuando Germán Verdugo era alcalde. Después los incendios no nos afectaron, porque nunca fueron por este lado. Fueron adentro o por el lado de la 1 Norte. Pero siempre le fuimos a dar ánimo a la gente. El último fue terrible, porque a todos les costó mucho instalar sus puestos. Ellas, igual como nosotros hoy, también se quedaban de noche, por la amenaza del incendio”.
Don Nico: “Yo fui en 1995 a Italia. Estuve en Roma y allá cuidan mucho todo lo que es monumento histórico, porque es lo más atractivo para el público. Lo mismo en toda Europa. No puedes atraer turismo si no tienes algo interesante para mostrarle a la gente. Y el Mercado es parte de la historia de Talca. Esto se construyó cuando Balmaceda era Presidente. Con las ganancias del salitre se construyeron mercados en todas las ciudades grandes. Y aquí como fueron muchos soldados talquinos a pelar a la guerra del Pacífico, nos dieron este edificio como premio”.
Doña Teresa: “En ese tiempo nos robaban mucho. Nos quebraban los vidrios y entraban a robar. Nos sacaban cámaras y computadores. Hasta se tomaban las bebidas. A veces no era tanta plata, pero el daño era mucho. Así que decidimos quedarnos aquí con el Nico. Y cuando partió el ‘estallido social’ ya no nos fuimos más. Nos hicimos amigos de algunos jóvenes. Los dejábamos pasar al baño. Al principio, no sabíamos lo que era. Estaba súper asustada, porque veía gente que no era de Talca. Me acuerdo que cuando quemaron el edificio del Banco Santander, aquí al frente, nos quedamos calladitos. No podíamos hacer nada. Teníamos que cuidar lo nuestro”.
Don Nico: “Ahora sabemos que algo va a pasar, especialmente, cuando hay fines de semana largo. Siempre es igual. Los tipos estudian el movimiento de los carabineros y de los locales, a la hora en que cierran. Una noche, un domingo, nos quebraron los vidrios. Nosotros prendimos las luces y salieron arrancando. Como era fin de semana largo, ellos primero rompen y se tiran al día siguiente. Pero al día siguiente arreglamos altiro y no pasó nada más. Otro día vimos que apareció un palo largo que habían metido por la reja, con un gancho, como buscando arrastrar algo. Una vez, un joven trató de entrar, pero estaba muy drogado. Llamamos a los carabineros y llegaron súper rápido. Él les dijo que era enfermo y lo dejaron irse. Me acuerdo que aspiraba algo que tenía en una botella”.
Doña Teresa: “Siempre cuando escuchamos algo raro estamos atentos. La idea es cuidar el local. El otro día, con el robo al kiosco de diarios, lo vimos altiro y llamamos a los carabineros. Ellos se llevaron al tipo que rompió los candados con un martillo. Y después fui al tribunal y le pusieron abogado altiro. Me parece increíble. Me asombró mucho”.
Don Nico: “Hay que restaurar para que vuelva la gente al centro de Talca. Ahora todo el mundo se va temprano. A las 7 de la tarde cierra todo y no queda nadie. Todos se van a encerrar a sus casas. Hay que comenzar por iluminar más. Está muy oscuro, porque nadie repara las luces. Si no cambia eso, va a seguir. No sirve de anda que reconstruyan, si acaso no se arreglan otras cosas. Tiene que haber más cultura, invitar a la gente a que salga de sus casas, que venga para el centro”.
Doña Teresa: “Antes la gente paseaba por aquí hasta las 12 de la noche. Era súper lindo, con mucha gente. Después del ‘estallido social’ cambió todo”.
Don Nico: “Más adelante, de a poco, la gente va a volver. Pero eso no va a ocurrir hasta antes de 10 años. Ahora ni siquiera hay carabineros. El otro día llamamos para que repararan unos focos de luz que se dañaron. Pero nunca vinieron. Creo que en diez años más puede que el Mercado esté andando. Si volvemos, que nadie tiene la vida comprada, vamos a poner alarmas y cámaras. Ojalá que nos dejan en este mismo local, porque ya es tradicional. Tantos años y, además, hemos cuidado y respetado este patrimonio de toda nuestra ciudad. Si no hubiera sido así, esto también lo habrían quemado. Por eso nos estamos quedando todas las noches y vemos todo lo que pasa. Y si hay que ayudar, lo hacemos”.
Doña Teresa: “Nosotros ya tenemos local en el Mercado Provisorio. Pero no vamos a caber con todo, porque tenemos muchas máquinas antiguas. Pero ahí vamos a ver qué hacemos. Tenemos que irnos, porque esa es nuestra conexión para volver acá, cuando reconstruyan. Ahí vamos a poner seguridad, con cámaras y todo. Y nos vamos a poder quedar en la casa. Que no se piense que somos gente loca. Esto es como nuestra casa y lo queremos como propio”.
Hernán Espinoza Jara/FOTOGRAFÍAS Luis Casanova
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