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DUELO DE GIGANTES, PAYADORES Y FOLLONERAS por Franco Caballero

Voy a contarte dos historias de tiempos cuando el espectáculo era folclórico, aprovechando el impulso de la brisa fresca de septiembre que emana aroma a chicha y que conduce el norte incierto de los volantines. Pareciera que son historias que vienen desde el origen del viento, llegan con la temporada, pasajeras y livianas como un suspiro dieciochesco, intensas en paladar, robustas en gozo y siempre nutridas de lo que somos. Dos historias que valen la pena y la alegría, dos disputas, cuatro protagonistas que tributarán un ganador y un perdedor, así es la categórica realidad de los duelos. Cada retador y retado con la fama suficiente como para hacer de estos duelos momentos épicos para el folclore nacional de la zona central.

La primera historia apareció como reportaje en un periódico nacional esta semana, nos retrotrajo al año 1830, donde se dio el duelo de payas más largo de la historia. En una esquina el mulato Taguada, maulino, apodado El Invencible, tranquilo reposaba junto a su  séquito de amigos y guitarreros que no iban a desaprovechar la oportunidad de verlo en acción cuando en el mismo recinto cantaba al otro extremo don Javier de la Rosa, latifundista, filósofo y cantor, que también festejaba acompañado bien acompañado en la fiesta de San Juan en Curicó o en San Vicente de Tagua Tagua, pero que según mi abuelito que le contaba a mi papá esta historia, el acontecimiento fue en Copequén, la tierra de don Javier que apenas se sentó oyó de lejos la voz de un contrincante, sin sospechar que sería su rival por las 80 y para otras 96 horas que duró la batalla.

Don Javier al notar a otro payador tan re bueno preguntó “¿Quién es ese payador que paya tan a lo obscuro? Tráiganmelo para acá y lo pondré en lugar seguro”. A lo que Taguada desde el otro extremo espetó “Y ese payaor, ¿quién es que paya tan desde lejos? Si se allega pa’ acá le plantaré el aparejo”. El duelo no se supo esperar y ante el “agora mesmo” de Taguada, bajo el arbitrio de don Hermenejildo Castillo, se dio inicio a un combate léxico musical que duró por lo bajo tres días de ingenio. El mulato buscaba pillarlo en astucia: “Dígame ¿cuál ave vuela y le da leche a sus crías?” pero el señor de la tierra de las brujas respondía con viveza “Cómo tienen los murciélagos un puesto de lechería”. Nadie se dormía con versos como esos, ni menos con los que soltaban risas “Te doy, mulato Taguada, la respuesta de un bendito: si la pava las tuviera, le mamaran los pavitos”, dijo don Javier quien después se puso más osado y un tanto irreverente que enojaron a la galería del maulino y encendieron los ánimos de la chingana dice el artículo. Así intervino el juez quien recriminó “Su mercé ha estado todo el tiempo tratando de burlarse de Taguá. Debe darse cuenta que no es na’ pión de su hacienda” le dijo cantadito.

No podemos dar valor del resultado, pero lo cierto es que muchas veces el que “dispara” más fuerte se lleva los aplausos como una batalla de gallos de freestyles, que a fuerza de su ataque coronó a don Javier de Copequén como triunfador de la paya más épica de la historia nacional, mientras engordaba las arcas de quienes apostaron por su talento. Y es que cuando hay un campeón es imbatible, no hay nada que hacer, o una campeona, como la reina de los vientos, también de Copequén, de muy afamada habilidad para los follones, un día vio cuestionada su corona cuando del bar “Linares” la fueron a buscar porque había llegado al pueblo un cura de Coinco con su mismita fama y por supuesto el debate había que resolverlo empíricamente y de inmediato, así era la ciencia antigua.

Dos recipientes de greda pusieron en una cancha, los dos con harina hasta la mitad, el que dejase menos ganaba, sistema simple y eficaz para la algarabía de esa tarde que a la memoria de mi abuelo no faltaba nadie presenciando. Un estruendo inmenso y el cura levantándose dejó casi vacía la fuente, la bataola desatada solo fue silenciada por la soberana, quien quebró la vasija desatando la fiesta de los locales y el lamento del cura quien se excusó diciendo que ella había disparado con “arma de doble cañón”.

Franco Caballero Vásquez

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