Hubo una vez un pueblo que quería disfrutar de la torta más deliciosa que se hubiera cocinado. Por eso, convocaron a los 24 reposteros más experimentados y les dieron la misión de hornear la mejor torta que hubiera existido en la comarca. En los días siguientes, los expertos pasteleros redactaron la receta más perfecta que pudieron y después la cocinaron. Era la torta más hermosa y exquisita que su experto conocimiento pudo hornear.
Entonces, los sabios del pueblo, que se creían muy sabios, decidieron que había que elegir 50 personas para que evaluaran la receta de los expertos y hacerla “más mejor”. Una vez electos, estos decidieron introducir cambios a la receta de la torta. Hubo un grupo que dijo que ellos no podían comer azúcar, por lo que exigieron que se sacara de la receta mientras que otros, a quienes el gluten hacía mal, pidieron eliminar los ingredientes que contenían esa proteína. Los vegetarianos rechazaron ciertos componentes, y los veganos vetaron otros más. Hubo quienes preferían harinas diferentes y un grupo criticó el decorado de la torta. A unos no gustó la forma y a otros el color. Y así, de la receta original, la de los expertos, apenas quedó el nombre. El variopinto grupo de 50 representantes la desarmó, alteró y enmendó de tal manera, que nadie del pueblo creía que esa receta pudiera convertirse en la mejor torta que hubiera jamás.
Hasta ahí dejo el cuento. El Lector, con apenas un poco de astucia y una pizca de perspicacia, habrá concluido que asignarles una cierta labor a unos expertos y más tarde entregar a neófitos su evaluación y enmienda, no es el mejor de los procedimientos. Más bien es al revés si lo que se quiere, de verdad, es un resultado conveniente. Pero, como ese pueblo se parece mucho a Chile y nosotros siempre hacemos cosas como esa, es comprensible que sea así.
El próximo domingo Ud., yo y todos los ciudadanos del país tendremos que concurrir a una de las elecciones más deslavada y con menos gusto de que se tenga memoria. Porque la información, escasa y a destiempo, sumada al cansancio electoral que la mayoría de los chilenos padecemos, augura una participación bastante menor a la que hubo en septiembre pasado. Por otro lado, la propaganda electoral, sea en los letreros callejeros o en la franja televisiva gratuita, tampoco ha contribuido a informar adecuadamente. Si el Lector le ha dedicado unos minutos sabrá a qué me refiero. Cuesta entender que los escogidos no serán diputados, senadores o redentores populares, sino tan sólo redactores, más bien enmendadores, del proyecto constitucional elaborado por la Comisión Experta. Muchos, la mayoría, aparecen como representantes de todos los dolores y padecimientos que nos aquejan y se ofrecen desinteresadamente como gestores de nuestra futura felicidad, prometiendo (una vez más) que su labor nos hará más prósperos, libres y felices.
Porque, habrá notado Ud., nuevamente se nos dice que la Constitución es la panacea milagrosa que todo lo puede. Y los candidatos, cualesquiera, prometen hacernos una a la medida de nuestros anhelos y esperanzas más sentidas. Porque, independientemente de los estudios, la experiencia o merecimientos de cada uno, todos se presentan como capaces de enmendar lo que redactó la Comisión Experta instalada a comienzos de marzo. Y ocurre que esa Comisión, integrada por 24 personas, (de las que 21 son abogados,12 con magister y 11 con doctorado en derecho) al igual que la del cuento, habrá hecho lo mejor que sus saberes y experiencia les permitió. Yo, al menos, tendría bastante cuidado al intentar enmendar el trabajo serio y concienzudo de tales expertos.
Por eso el domingo, cuando todos los ciudadanos vayamos a votar, habremos de elegir con especial celo y prudencia. Es que, si bien una Constitución no es la receta mágica que todo lo puede y todo lo resuelve, sí debiera ser el fruto de una labor presidida por el conocimiento especializado, la experiencia reflexiva y la moderación serena. De lo contrario, nadie querrá probar una torta destemplada e incomible, como la que ya se nos intentó hacer tragar en septiembre.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho