Quería hablar acerca de la importancia de la educación sexual, pero no pude, apenas asomé la palabra educación me conectó la idea del colegio/escuela/liceo como institución formativa del niño/a de hoy. Pestañeo y el flashback a 1ero medio en la asignatura de Recreación me da las primeras luces: los viernes por la tarde nos enseñaban a bailar merengue y rock and roll, a pernoctar y una diversidad de juegos más. Era un ramo atípico que hoy valoro como formación del conjunto, del cuerpo colectivo. Más me resuena hoy en el archipiélago social que distancia nuestras interacciones. Es que si algo me inquieta como docente es desaprovechar la posibilidad del encuentro planificado. Creo que si procuramos abrir los círculos sociales forjaremos el sujeto estudiantil, el cual distinguido y observable, favorece las mejoras por la comunicación y el entendimiento mutuo pendiente entre institución, escolar en este caso, y los estudiantes.
De verdad pensaba escribir sobre la serie Sex Education, pues los valores que la constituyen hacen de ella una fuente pedagógica para los activistas de la educación sexual, que luchan por insertar esta enseñanza en el currículo establecido. Quizás una enseñanza primordial, junto con la educación emocional, si la pensamos como fundamento esencial para la formación humana. Formarnos emocionalmente se torna emergente y coyuntural, al igual que la educación financiera, nuestros tiempos se redescubren para desear un Chile próximo. (Si yo fuera Netflix haría las secuelas de “Emotive Education” y “Finance Education”). La sociedad cambió indudablemente y el currículo, que es algo así como la Constitución, debe asumir el nuevo espíritu social. Lo peor que puede hacer es resistirse a ello, porque si el mundo va hacia una parte, la soga con la que lo frenas se desgastará hasta dejarte fuera del circuito hegemónico.
En la serie mencionada me gustan las asambleas que realizan los directores. En los dos periodos del establecimiento, con Michael y luego Hope, ambos se dirigen al global de los estudiantes en el salón de reuniones. Creo que si queremos recuperar los valores republicanos, más que volver a cantar el himno los lunes en la mañana, podemos utilizar ese acto para dirigirnos al cuerpo estudiantil para hablarles, sencillamente. Si lo llevo a un ideal, anhelo un anfiteatro en todo establecimiento educativo. Lo mismo con los apoderados, atender las problemáticas desde lo macro para conversar acerca de fenómenos generales y pantemáticos. Así, la participación aumenta, y los problemas se resuelven con mayor eficacia al incluir el globo entero de la comunidad educativa que aspira a triangular familia, escuela y estudiantes.
Terminé hablando igual de la serie, pero dimanado por la idea de la institución escolar, porque más que el aspecto sexual mismo, nociones como “el conocimiento es poder” gran lema del programa, el conocimiento del cuerpo, de los órganos genitales, enfermedades de transmisión sexual, funcionamiento hormonal, género, identidad, autoconcepto, etc., contribuyen al sentido formativo en sí. Lo que conduce inevitablemente al cuidado de las relaciones humanas plasmadas en las terapias de la dra. Milburn que repara en eventos contingentes e históricos de la vida de algunos personajes que han debido de construir una nueva narrativa personal.
Al atender la institucionalidad educativa desde una mirada localista y contingente, urge fomentar oportunamente, la escuela proactiva que libere a los niños de la pantalla excesiva, el aislamiento y la apatía. Tenemos que volver a enseñarles a divertirse. La docencia percibo que lo hace, porque conoce de cerca al sujeto estudiantil, es la línea curricular que debemos remecer para ajustarnos institucionalmente en la re-creación y re-formación que amerita el nuevo estudiante. Pues como dice Gabriela Mistral en la Oración de la maestra “líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana” para que de esta forma -agrego- el objetivo máximo sea alcanzar el corazón de quienes enseñamos y así no desbeber fuera del tiesto.
Franco Caballero Vásquez