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EL DÍA DE TODOS LOS MUERTOS por Franco Caballero

 

Estoy feliz de que existan las redes sociales, estoy agradecido de que exista el WhatsApp, el Instagram, el Facebook, nunca más nos alejó de alguien. Cada vez que nos cambiamos de ciudad, de colegio, de universidad, de trabajo, nunca más perdimos el contacto ni la visión de aquellas personas que por ejemplo, alguna vez nos hicieron clases cuando muy niños. Las referencias a esto en las redes sociales son conocidas como cuando hablan de los estados de WhatsApp donde vemos la vida del caballero del gasfíter que fue a la casa hace seis años a reparar alguna cosa y vamos viendo que fue abuelito y luego ya “Felipito” está grande y así… (esto no tiene relación alguna con don Orlando por si acaso). La vida de las personas las vemos a diario en las pantallas como si fueran series de televisión, porque las vidas van cambiando y pareciendo temporadas que serían como las etapas de la vida. Etapas que para ciertas ciencias no hegemónicas continúan aun más allá. La visión de la vida de alguien, lo tan enterado que puedo estar de una persona, lo tan presente que puedo tener a alguien virtualmente puede ser una metáfora no tan abstracta del recuerdo de aquellos que ya no están con nosotros. En ambos casos se sopesa un abismo con el “dejar de seguir” o el olvido.

 

Solo quisiera aprovecharme de la fecha más simbiótica entre la Iglesia y el Estado en donde los muertos sobreviven con la memoria para poder abordar lo que es la muerte para un místico de principios del siglo XX llamado Gerard Encausse, más conocido como Papus y el sentido que tiene con el Día de los muertos en México. Para ello recordemos la bella película Coco (2017) de Lee Unkrich, auspiciada por Disney y Pixar, ni más ni menos. Allí se muestra la relevancia de la memoria como forma de mantener la sobrevivencia de quienes ya no están aquí. Lo que convoca pensar que los difuntos habitan en un imaginario, y que al ser olvidados desaparecen por completo. A pesar de eso en la película pudimos ver un mundo donde los muertos eran independientes y autónomos, sin estar sometidos al eslabón imaginario de los vivientes. La ecuación quedaría como: los muertos sobreviven con la memoria, pero aun así no están determinados por ella. Desde esa paradoja podemos aventurarnos para hablar de la solución que presentaría la psiquis. No olvidemos que Coco es la película de la cultura mexicana y su visión acerca de los muertos, la cual tiene bastante sentido con lo que se conoce acerca de las ciencias esotéricas.

 

Para Jung la psiquis está dividida en tres partes, digamos jerarquizadas en distancia, siendo la más próxima o superficial el Ego, luego el inconsciente personal y después el inconsciente colectivo. En el Ego se encuentra la voluntad, la conciencia, el pensamiento, el recuerdo; en el inconsciente personal —inconsciente de Freud— depositamos aquello que fue consciente en algún momento, pero luego queda olvidado o reprimido, tanto ideas como emociones. La tercera parte de la psiquis es el inconsciente colectivo, que podemos ver como un mar de donde se comparten las aguas de todos los ríos personales, es la capa más “profunda y universal” de la psiquis, dice la enciclopedia virtual Gemini. Desde esta última podemos encontrar simbolismos comunes que interpretan estas realidades inalcanzables que gracias a ciertas personas talentosas y privilegiadas que pudieron acceder a estos océanos es que se reconocieron los llamados arquetipos, vistos popularmente en el Tarot. Estas tres capas son la psiquis para Jung, la que etimológicamente del griego significa “alma humana”. Siguiendo la corriente ya advertiríamos que solo un tercio de la psiquis es pues consciente.

 

Pero cómo es que algunos pudieron ingresar a ese campo tan psíquico del inconsciente colectivo, digamos que aquí es cuando podemos hablar de lo astral. Para Papus, seguidor de Eliphas Levi, la vida post muerte tiene dos niveles posteriores, la astral, algo así como volver al mar del inconsciente colectivo, y luego la espiritual. En tal caso el mundo de los muertos de Coco sería la dimensión astral. Otra película de Disney y Pixar que aborda estas temáticas tan transgeneracionales, pero desde la calidez de lo animado, es Soul (2020), en la que se muestran derechamente las dimensiones astrales.

 

Dado el caso de la vida después de la muerte, hay religiones y disciplinas como el yoga que cantan el “Akal” a los recién fallecidos para que el alma pueda elevarse lo más posible, digamos papusianamente que para que el alma trascienda lo astral y alcance lo espiritual. En el nivel espiritual ya no habría reencarnación, pues según el orientalismo el alma volvería a lo terrenal una y otra vez hasta “aprender” lo que necesita para alcanzar el mundo de los espíritus donde dice Papus que están los grandes maestros, los “Elementales”. El sentido divino que hay detrás de estas ideas radica en la idea del bien, pues estaría ligado directamente con lo espiritual, y por ello el suicidio sería atentar contra el “sendero” del bien, ya que la vida es parte natural de estas dimensiones y debería respetarse, así como cultivarse para. Quizás estos temas puedan ser poco interesantes para quienes viven tan materialmente arraigados o no sea tiempo aún para hablar de esto, puesto que para las ciencias hinduistas el Dharma, la religión, se debiese abordar en la vejez, pero bueno, ahora que los dogmas se abrieron al menos podemos atender estas cosas.

 

En el día de los muertos, el 1 de noviembre se conmemora a nuestros seres queridos que han partido, y con ello además la relevancia de la memoria, la importancia de recordarlos, de darles desde la vida la sobrevivencia de sus dimensiones. En Chile estas fechas están vestidas desde las normas, ahora desde dos influencias: 31 de octubre día de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, y el 01 de noviembre día de Todos los Santos, pero universalmente estas fechas son el día de todos los muertos, como en México, donde su notable cultura hizo de esto una fiesta colmada de colores, más allá de los típicos y mercantilistas negro y naranjo, puso a las calaveras en el centro de la fecha y en muchos casos se muestran sonrientes, ¿por qué habrían de estar mal? Menos ahora que sabemos que el infierno no existe. Lo importante es que ya vamos pudiendo hablar de estas cosas sin tanta gravedad, sino más bien desde la templanza, desde la belleza incluso como en las películas de Coco y Soul en que la muerte se presenta en colores, llena de vida, de arte, e incluso de alegría porque al fin y al cabo ¿no se supone que el alma es inmortal? Al menos en eso sí coinciden el esoterismo y las religiones tradicionales, en que la muerte no es la última palabra de la existencia. Además, que no hay familias más lindas que las que incluyen a sus muertos como uno más.

 

Y pensar que hay quienes sufren de tedio y se aburren, sin recabar en que en el fondo está todo pasando.

 

Franco Caballero Vásquez

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