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«El dolor de las mujeres de Colonia Dignidad» por Gabriel Rodríguez

En “Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa”, Emma Sepúlveda relata la vida de Ilse, quien llega a los 10 años y recién logra liberarse de las ataduras mentales y físicas del enclave a los 56 (por Gabriel Rodríguez, periodista y escritor)

Emma Sepúlveda vive actualmente en Valencia, España.

Si ha habido un drama hasta ahora poco conocido de la siniestra historia de Colonia Dignidad es el dolor de las mujeres del enclave.

La publicación de “Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa (Memorias de Ilse en Colonia Dignidad)” de Emma Sepúlveda, ha venido a revelar toda la tragedia vivida por quienes siempre fueron consideradas por Schäfer y los jerarcas como personas destinadas exclusivamente a los trabajos menores y a servir a los “señores”.

Salvo las pocas mujeres casadas con los jerarcas, el resto que llegó con Schäfer en 1961 y las escasas que nacieron en Chile, fueron esclavizadas, abusadas y sometidas a brutales castigos que incluían inhumanas palizas y largos tratamientos con drogas y electroshok en el hospital. Desde que el “segundo Jesucristo” (Schäfer) decretó la separación de los niños y niñas de sus padres para ser cuidados por “tías”, éstas debían castigar y avisar a Schäfer de cualquier indisciplina. Era “pecado” trabar amistad con otra niña, conversar durante las largas jornadas de trabajo o intentar hablar con sus hermanas/os y sus padres.

La novela histórica de Emma Sepúlveda relata desde el interior de la secta la vida de Ilse, quien llega a los 10 años y recién logra liberarse de las ataduras mentales y físicas del enclave a los 56.

CAMINO A LA ESCLAVITUD 

Hija de un pastor bautista amigo y socio de Schäfer en Alemania, Ilse arriba con el primer grupo de unos 300 colonos en 1961. Viene con sus tres hermanos y tres hermanas menores. Su padre se queda para apoyar financieramente la “misión”, con la promesa que viajará pronto.

A pesar que Schäfer ya era investigado en Alemania por abuso de menores, logran pasar los controles internacionales con el apoyo del gobierno chileno de la época.

En Chile adquieren el fundo “El Lavadero” de unas 3 mil hectáreas. Instalados en carpas en la pre cordillera, a 32 kilómetros de Parral comienzan a edificar la Colonia con el trabajo de varones, mujeres y niños.

Schäfer se rodea de una guardia pretoriana que lo protege y avala sus pretensiones mesiánicas. Aunque lleva permanentemente una pistola, se declara el “nuevo Jesucristo”, el único mediador con Dios, padre de todos los niños y niñas que deben ser educados por el “profeta”. La biblia de Schäfer, mutilada e interpretada de acuerdo a sus perversiones, da fundamento religioso a la esclavitud y a los castigos.

“El tío decía que educar a las mujeres era contrario a los principios de la biblia. Estas fueron creadas para el servicio de la familia y el Divino, no para expandir con estudios la poca inteligencia que tienen y alejarse de Dios”.

Cuatro o cinco años de estudios informales a cargo de una “tía” eran suficientes para quienes eran consideradas sólo como fuente de “pecado” y destinadas al trabajo esclavo.

SE NATURALIZAN LOS ABUSOS

Las aberrantes ideas religiosas de Schäfer, aceptadas como verdad revelada por la comunidad serán la base sobre la cual la secta bautista se va a convertir progresivamente en un gueto aislado, controlado y vigilado por el perverso profeta. Como el auténtico “padre” de todos los niños y niñas, con los verdaderos progenitores lejos de sus retoños, el pedófilo podrá dar rienda suelta a sus desviaciones y vivirá rodeado de niños a quienes abusar.

Sólo él podía bañarlos en las duchas debajo del actual restaurant de Villa Baviera, porque hacerlo era un ritual religioso. Sólo él podía tocarlos en sus partes íntimas para evitar que los menores se tocaran cayendo en el pecado.

Los hombres dormían en un galpón y las mujeres en otro. Todos bien separados para impedir cualquier diálogo y contacto. Los pocos matrimonios que llegaron desde Alemania también fueron separados. El ejercicio de la sexualidad era indeseable. Y quienes eran descubiertos en alguna infracción debían confesarse en voz alta ante la comunidad y recibir al castigo determinado por Schäfer.

Brutales palizas hasta hacer brotar la sangre eran rituales normales en el enclave. También los desmayos de niñas y niños agotados tras jornadas laborales de 12 ó 14 horas.

Las sesiones nocturnas que incluían las confesiones en voz alta y los castigos terminaban generalmente a las 2 ó 3 de la madrugada.

PRIVILEGIOS’Y ESCLAVOS 

Los colonos y las colonas usaban ropas usadas traídas desde Alemania. Por años algunos usaron las mismas prendas donde ya no cabían nuevos parches. En invierno oscuras y viejas parkas cubrían a las mujeres reducidas a fuerza de trabajo esclavo.

Sólo Schäfer y los jerarcas usaban impecables trajes confeccionados con las mejores telas en la sastrería del fundo. El pederasta se levantaba normalmente a mediodía y se trasladaba en un lujoso automóvil Mercedes Benz blindado.

Ilse en sus memorias escribe: Nos decía que él tenía que vestirse de forma impecable porque era el rostro público de nuestro Estado. Sólo lo mejor para él, siempre. Nunca he olvidado el cegador brillo de sus zapatos de charol negro, que eran como espejos móviles cuando agarraba a patadas a las pecadoras de la Colonia”.

LOS BRUTALES CASTIGOS

En varias oportunidades Ilse se detiene a describir los castigos que vio y vivió. Cada vez que una mujer era sancionada por la “tía” a cargo debía correr a buscar a Schäfer para confesarse. En esas ocasiones el pedófilo aprovechaba de indagar por la intimidad y particularmente por la sexualidad de la acusada. Hay registros testimoniales de los abusos de Schäfer tanto a niñas como a niños.

Pero los castigos más brutales se realizaban en las asambleas nocturnas, en el salón hoy conocido como Zippelhaus. Allí, tras sus distorsionadas prédicas, los pecadores recibían la sanción determinada por el “nuevo Jesucristo”. Ilse describe estos brutales crímenes contra niñas y niños indefensos.

Ute era una bella adolescente que soñaba con ir a la Universidad y estudiar leyes. Y que nunca logró adaptarse al régimen esclavista de la Colonia. Un día confesó que le gustaba un muchacho. Esa noche Schäfer la declaró poseída por el demonio. “La agarró del pelo y la hizo dar vueltas varias veces alrededor de él, como una muñeca de trapo…la azotó contra el muro varias veces. Creo que en ese momento Ute perdió el conocimiento…cuando la asamblea vio sangrar a Ute pensaron que el castigo había terminado…la golpeó primero con los puños y después con los pies de manera incontrolable…Ute ya no se movió…los tíos pasaron al frente y se unieron al castigo”.

Ute murió esa noche. La versión oficial fue que había intentado huir por el río y se había ahogado. No hubo funeral. Si la enterraron en el cementerio, nadie puso una placa. Ilse sospechaba que sus restos fueron abandonados en el bosque para que los devoraran los animales salvajes o los arrojaron a los cerdos.

Ilse y su madre sufrirán castigos parecidos, pero sobrevivirán. No así Angelika, su única amiga.

LAS FUGAS

Muy pocos lograron fugarse de ese Estado independiente a cargo del criminal. Los pocos que lo hicieron merecen todos los reconocimientos, porque fueron los primeros que denunciaron las aberraciones del gueto. Y aunque tuvieron amplia cobertura en los medios de comunicación, ningún gobierno investigó, sancionó, ni denunció a la justicia las ilegalidades y crímenes del asentamiento. Al contrario, con pasmosa velocidad obtuvieron personalidad jurídica como Sociedad de Beneficencia y por lo tanto estaban exentos de pagar impuestos.

El joven Max es el primero en sortear las alambradas electrificadas, los censores y los perros y aunque logra llegar a Santiago y denunciar las barbaridades de Colonia Dignidad, es encarcelado en Parral por haber tomado un caballo para huir.

Al obtener la libertad, lo internan en el hospital para los conocidos tratamientos con electroshock y drogas durante meses. Cuando sale, debe vestirse de rojo para tenerlo bajo vigilancia. A pesar de todo, un año después Max logra escapar nuevamente. Esta vez se dirige a Argentina y desde allí a Alemania.

En los años siguientes, unos pocos más lo lograrán. Y quienes fracasaron debieron sufrir los brutales castigos del tío permanente.

LAS REDES DE APOYO

¿En que se basaba el inmenso poder de Schäfer y los jerarcas? Alguna vez dijo que “tenía a los políticos en la palma de su mano”. Y es que a lo largo de los años la Colonia tejió amplias redes de apoyo con un sector político del país y también con el mundo militar y empresarial.

Pinochet visitó el enclave al menos dos veces y fue homenajeado y regalado con generosidad. El inmenso predio de 17 mil hectáreas fue empleado por la DINA para detener, torturar y asesinar opositores a la dictadura. Su alianza con el régimen fue tan férrea que la casa de la Colonia en Parral fue usada por la Brigada Regional Sur del organismo represivo.

Sus redes de apoyo funcionaron hasta bien entrada la democracia. Cuando el presidente Aylwin decretó el fin de su personalidad jurídica 17 senadores de derecha acudieron al Tribunal Constitucional para revertir la medida.

“Ese fue el tiempo cuando los tíos más viejos empezaron a violar a las mujeres”, cuenta Ilse. El enorme predio se presta para que en muchos de sus rincones las niñas y las mujeres estén permanentemente expuestas a los abusos de los jerarcas y el grupo de confianza del “nuevo Jesús”.

Un lema se había hecho popular al interior del predio: “Silencio es fortaleza”. Era mejor callar. La palabra de las mujeres no valía nada. Eran las Drecksau (cerdas), las Dummes Huhn (gallinas brutas).

LA LIBERTAD

Tantos abusos y tantas torturas finalmente llevaron a Ilse a pensar en huir. Y tras la captura de Schäfer en Argentina decide junto a su amiga Angélika que quieren explorar ese mundo demoniaco y prohibido que nunca han conocido. Logran escapar con la ayuda de un matrimonio alemán enemigo de Dignidad. Conocen los sabores, los colores y la amistad de los chilenos. Pero Angélika no resiste y regresa para ser castigada hasta la muerte.

Había logrado romper las cadenas externas, pero Colonia Dignidad nunca salió de su mente enajenada.

Ilse regresa meses después para recuperar a sus hermanos menores. Sólo dos de sus hermanas pequeñas logran romper el círculo del miedo. Con ellas viaja a Alemania a reencontrar a sus padres, que siguen siendo fanáticos religiosos que tienen a Colonia Dignidad en su mente. Regresa a Chile y se va al sur donde a los 56 años comienza a vivir libremente.

Un libro conmovedor, escrito con la razón y con pasión. Muy recomendable. Editorial Catalonia 2022.

Emma Sepúlveda estudió Historia en la Universidad de Chile y se tituló en Estados Unidos, país donde vivió por más de cuatro décadas. Magister y doctorada en la Universidad de California. Autora de más de treinta libros. Ganadora de importantes premios, entre ellos el Latino Book Award en EE.UU. Actualmente vive en Valencia, España.

Un libro conmovedor, escrito con la razón y con pasión.
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