Antiguamente, antes del cable y el streaming, los canales de televisión ponían en las mañanas del domingo programas de caricaturas, documentales de animales o de geografía, alguna misa, conciertos, cursos de tele-educación, partidos de tenis y, en general, espacios que permitieran a la familia iniciar el día de descanso en un ambiente relajado. Seguramente Ud., como tantos, miraba sin demasiada atención la pantalla, mientras pensaba en el futuro, sin prisa, malos augurios, ni presentimientos. Lo cierto es que el domingo en la mañana los chilenos se despertaban un poquito más tarde, se divertían, cultivaban su espíritu y su mente, mientras su única preocupación era qué iban a almorzar.
Lamentablemente, temo que ese tiempo ya pasó. O, al menos, no será ese el ambiente del próximo domingo 4 de julio, a contar de las 10 de la mañana, cuando la Convención Constitucional tenga su primera sesión.
Acerca de esa reunión hay más dudas que certezas. Sólo sabemos que está convocada para la hora señalada, en la sede Santiago del Congreso, y que deberían estar presencialmente los 155 elegidos, más la Secretaria del Tribunal Calificador de Elecciones, quien preguntará a los convocados si aceptan la función (porque no es cargo) para la que se les escogió. No habrá juramento que pueda perturbar a alguno, ni promesa que pueda incomodar a otros. También sabemos que su primera actividad será elegir quién presidirá la Convención. Hasta por ahí las certezas. Porque no sabemos aún si los Convencionistas permitirán que se interprete el Himno Nacional (el que tenemos hasta ahora) o toleren que el acto sea cobijado bajo la Bandera chilena (esa con los colores patrios que Ud. conoce desde niño). La alfombra (¿roja?) verá desfilar a los diversos Convencionistas en medio de vítores, aplausos, pifias y chilenismos mientras ingresan al histórico edificio, probablemente vestidos informalmente, algunos con atuendos étnicos, otros emulando al diputado Florcita Alarcón, la mayoría abrigados ante el frío invernal. Y si bien el Lector podrá decir que todo lo anterior (himno, bandera, vestuario, etc.) es meramente externo y formal, no deseche la carga simbólica de esas cosas ni olvide que los países y los hitos históricos se construyen a partir de formas, rituales y símbolos. Y que estos refuerzan la trascendencia de una circunstancia, a la vez que permiten la unidad, favorecen la cohesión y hacen sentir que todos pertenecemos al mismo pueblo. O pertenecíamos, puesto que, atendiendo a la denominación bajo la que se intenta agrupar a numerosos convencionistas, la “Vocería de los Pueblos”, ya no somos uno solo. La Patria (palabra que les irrita) ya no será única, grande y nuestra, a partir del domingo.
¿Cómo lograr la concordancia, la confluencia, la concertación (perdón si la palabra ofende a algunos) de intereses tan diversos? ¿Cómo unir a quienes piensan, sienten y anhelan distinto? ¿Quién se sentará al lado de Fuad Chaín, el único demócrata cristiano en la Convención? ¿O junto a Renato Garín, el único electo en cupo Radical? Los convencionistas de derecha ¿formarán grupo aparte? ¿Les harán mucho bullying? ¿Cómo hacer que lo que interesa a los feministas, se acompañe de lo que motiva a los mapuches o a los evangélicos? ¿Observaremos fraternidad y trabajo conjunto entre la Lista del Pueblo, la Vocería de los Pueblos, la Lista del Apruebo, los de Apruebo Dignidad, los Independientes No Neutrales, los de Feministas, Constituyentes Plurinacionales y el Colectivo Socialista? ¿Será que “una mano invisible” como decía Adam Smith, el padre del capitalismo, podrá llevar todos estos intereses particulares hacia el bien común?
Entonces, el día relajado, ya no lo será. En su reemplazo, el domingo comenzará a instalarse un gran signo de incertidumbre y de ansiedad en todos aquellos que recordarán, con nostalgia, los domingos de antaño, cuando se despertaban un poquito más tarde y en la tele sólo había monitos, documentales o conciertos, que miraban sin ver, quizás pensando en su familia y el futuro, que no estaba lleno de presagios ni presentimientos.