El próximo domingo será la hora de la verdad en la que se definirá el marco constitucional bajo el cual se deberá regir el país. Estarán en juego, en la cancha, dos opciones, la de aprobar o rechazar la propuesta constitucional elaborada por la convención.
El éxito de la convención está dado por su capacidad para proponer una nueva constitución dentro de los plazos que se le dieron. No pocos creyeron que no lo lograrían.
El éxito de la convención está dado porque los convencionales fueron capaces de levantar la propuesta contra viento y marea a vista y paciencia de todo el mundo. No pocos creyeron que serían incapaces de hacerlo frente a la política de acoso y derribo de una oposición defensora de intereses creados.
El éxito de la convención se fundamenta en que en su conformación participaron moros y cristianos, elegidos democráticamente, no entre cuatro paredes, con los mismos lustrosos apellidos de siempre. El carácter paritario de la convención no tiene precedentes y es visto con optimismo a nivel mundial.
El éxito de la convención se apoya en que recoge los sentimientos y aspiraciones de millones de chilenos y chilenas de a pie, de personas sencillas, de los que habitualmente no tienen voz en los canales de comunicación tradicionales.
El éxito de la convención se explica porque pone en nuestras manos la posibilidad de constituirnos en un país que no discrimine a sus pueblos originarios, a las mujeres.
El éxito de la convención ha permitido que se aborde el cambio climático que nos afecta y la imperiosa necesidad de impedir la existencia de zonas de sacrificio.
El éxito de la convención reside en el énfasis puesto en nuestros derechos esenciales -humanos, sociales, económicos-, en la necesidad de impulsar la siempre postergada regionalización.
El éxito de la convención tiene que ver con invitarnos a construir un modelo de vida basado en la cooperación y solidaridad antes que en el egoísmo de un individualismo exacerbado de la actual constitución.
En definitiva, el éxito de la convención radica en que nos provee de una nueva dirección, de un nuevo norte, de un nuevo sueño. De eso se trata. Pone en nuestras manos, un marco constitucional basado en derechos y no en privilegios, lo que abre la posibilidad de vivir en un Chile menos desigual y más integrado.
Como toda obra humana, la propuesta constitucional que tenemos sobre la mesa y sobre la cual debemos pronunciarnos este domingo, no es perfecta. Pero lo sustantivo, lo grueso, lo relevante es que la convención fue capaz de cumplir el mandato que se le dio.
Más allá del resultado que emerja este domingo, el país continuará su marcha el día después y como demócratas tenemos el deber y la obligación no solo de respetar los resultados que emerjan de las urnas, sino que de respetarnos unos a otros. Tras cada justa electoral democrática, todos debemos sentirnos triunfadores, nadie derrotado. Menos en un plebiscito como el que tenemos por delante, donde cualquiera sea el veredicto popular, el país no será el mismo el día después, pero tampoco tan distinto.
Es este espíritu, y de cara a un futuro ecológico y de mayor equilibrio entre el factor trabajo y el capital, voy por el apruebo.
Rodolfo Schmal S.