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EL GOLPE, ¿EN SECO? por Juan Carlos Pérez de La Maza

Los hechos históricos no ocurren “en seco”, tal como nos decía un recordado Profesor, cuando éramos alumnos universitarios. Más bien, “todo se relaciona”, decía él. Y si bien tales aseveraciones nos parecen de toda lógica, cada tanto surgen quienes pretenden, precisamente, hacernos creer que la Historia estaría compuesta de una serie de eslabones sin enlace ni ilación. Como si Hitler hubiera ordenado invadir Polonia aquel 1° de septiembre del ’39, simplemente porque se le ocurrió esa madrugada. O la Bolsa de Wall Street se derrumbó el 24 de octubre del ’29, sólo porque a miles de personas “les bajaron las ganas” de vender sus acciones ese jueves negro.  Nada de eso fue así. Cada hecho de la Historia responde, siempre, a un complejo tramado causal en que se mezclan, intrincadamente, factores políticos, económicos, sociales, culturales y un sinfín más.  Por eso, analizar la ocurrencia de cualquier acontecimiento histórico, sea feliz o de los otros, requiere preguntarse qué llevó las cosas hasta allí. Qué motivos se conjugaron para generarlo y, tal vez, explicarlo. Entenderlo. Proceso muy diferente a la justificación, la exculpación o la condena, los cuales siempre requerirán, además, una toma de posición ideológica y moral.

La reflexión anterior responde a la cercanía de un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1973, que pese al largo medio siglo, no cesa de dividirnos.

Al comienzo pensé que el Presidente quería hacer del aniversario una ocasión de unidad. De reconciliación, como decía Aylwin. Más tarde, asumí que el Mandatario anhelaba erigirse como el heredero putativo de Allende. Hasta con películas y discursos rimbombantes. Hace poco especulé con que Boric deseaba utilizar el aniversario como un elemento distractor entre tanto ejemplo del estándar moral superior de algunos paladines oficiales. Y hoy, finalmente, no sé qué quiere Su Excelencia.

Lo que sí está claro es que el cincuentenario no será un momento de unidad y reconciliación. Para eso, basta ver la odiosidad de las palabras y gestos de las víctimas oficiales del Golpe. Tampoco será una ceremonia de aceptación de la herencia política de Allende. Hay varias cuerdas para ese… legado. Y lo de factor de distracción está por verse. Pareciera que aún restan males, descaros e indecencias en esa caja de moralidad superior, abierta hace unos días.

Es que pocas cosas han sido tan elocuentes, en estos días, como la campaña de defenestración que sufrió el ex Encargado oficial de la conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado. Vimos allí ejemplos insuperables de la intolerancia que dicen combatir, de la “verdad oficial” que tanto gusta a las dictaduras y de la repugnancia hacia el que piensa diferente. Por todo esto, no tengo dudas en afirmar que un análisis desprejuiciado (si es que alguien puede hacerlo, tras 50 años) del Golpe de Estado, jamás podría ser completo si se omiten las causas que llevaron a tal hecho. El convulso gobierno de Salvador Allende, más bien de la Unidad Popular, se inició como el intento de imponer transformaciones sociales profundas, “la vía chilena al socialismo” a contrapelo de la mayoría de los chilenos (¿o debe olvidarse que en las elecciones presidenciales de 1970 sólo el 36,63% quería que Allende fuera Presidente, mientras el 63,37% no lo quería?). Y más tarde, la descomposición institucional, que contrariaba las bases mismas de nuestro ordenamiento jurídico, como lo señalaron enfáticamente la Corte Suprema, la Cámara de Diputados, variados Colegios Profesionales, organizaciones sociales y chilenos de a pie, el dogmatismo iluminado de ciertos grupos de ultraizquierda que, violencia mediante, querían imponer su sectaria visión de “democracia popular”, a quienes no querían, hicieron posible, inevitable más bien, el Golpe de Estado. La lamentable interrupción de nuestra democracia no se generó por un voluntarismo caprichoso de unos cuantos generales. Hay mucho más que decir de aquello. Y si algunos hoy, 50 años más tarde, pretenden imponer su sectarismo, intolerancia e intransigencia, es que no aprendieron nada de una tragedia que había comenzado mucho antes de aquel 11 de septiembre.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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