En abril de 1912, apareció en Santiago el primer libro del notable escritor Mariano Latorre Court, cuyo nombre, “Cuentos del Maule” y el subtítulo “Tipos y Paisajes Maulinos”, evocaban escenas campestres o imágenes de un Constituciòn lleno de romanticismo.
Pero no fue así. La obra, que llegó prontamente desde la capital al puerto, abrió una caja de Pandora de la animosidad, fuerte e hiriente, que sentía el joven escritor por la familia de su abuelo, Fernando Court Duprat, industrial de renombre, uno de los fundadores del Banco de Constitución y cuya fortuna era proverbial en la localidad. Pero al enviudar, su segunda esposa, doña Prosperina Aylwin y la familia de ésta, arrebataron con hábiles argucias legales, la herencia que correspondía a los Latorre Court. Desde luego, se desataron los demonios por ambas partes.
(Jaime González Colville. Academia Chilena de la Historia)

En 1884, el comerciante español Mariano Latorre Elorduy, que ha llegado desde Vizcaya, España, en el navío “María Josefa”, a intentar hacer fortuna en Constitución, fija sus ojos en la veinteañera jovencita Fernandina Court Biezac, hija de don Fernando, francés, constructor naval y prohombre de opinión respetada en la localidad. Desde luego, éste no miró con buenos ojos (nunca lo hizo) el enlace de su retoña, a quien llamaban “la bella del Maule”, con el aventurero vasco, al que sólo se le conocían negocios fallidos, pero que tiene un airoso porte, ojos claros y palabra fácil. Tanto, que llegó a ser regidor de Constitución por el Partido Radical. Otro punto en contra del pretendiente, por cuanto su futuro suegro era creyente y conservador.
Pero hay otra arista en esta oposición: don Fernando Court había quedado viudo hacia 1873 de su primera esposa, la francesa Emilia Catalina Biezac y Gaillard. Su segunda cónyuge es doña María Rita Prosperina Aylwin Fernández, hija del fundador de esta familia en Chile, don Ricardo Camilo Aylwin, cónsul de S. M británica en el puerto y con quien contrae nupcias el 15 de agosto de 1874. La madrastra tampoco sentirá simpatía por el marido de Fernandina.
Pero, aún con viento en contra, la pareja se casa en la Parroquia local el 18 de octubre de1884. Desde un principio a don Fernando Court se le hacen realidad sus peores premoniciones en torno a su yerno: fracasa en sus actividades bursátiles en el puerto y debe emigrar a Cobquecura donde instala una pequeña bodega de frutos del país. Aquí nace su primer hijo, Mariano, el 4 de enero de 1886. Las cosas siguen sin enderezar el rumbo y el jefe de hogar decide instalarse en Valparaíso e incluso debe dejar a algunos de sus hijos (fueron cinco) en casa de familiares en Santiago. Para mayor desgracia es partidario de Balmaceda y la revolución fracasa. El suegro (y abuelo) nada hace por ayudarlo, aun cuando su hija y sus nietos pasen penurias.
Mariano Latorre crece en este hogar lleno de necesidades, mientras los hijos del segundo matrimonio de su abuelo, los Court Aylwin viven en la opulencia.
Pero, al fin la suerte sonríe a don Mariano Latorre Elorduy y a mediados de 1896 es designado Oficial Civil de Parral. Viajan a esa localidad maulina un frío día de lluvia en un viejo vagón de ferrocarril, episodio que el futuro escritor nunca olvidó y fue motivo reiterado de sus páginas autobiográficas.
En Parral, Latorre estudia (y es alumno de doña Rosa Neftalí Basoalto Opazo) y en 1900 es matriculado en el Liceo de Talca como interno. Egresa en 1905. Su padre, entre tanto, así como ejerce sus funciones, hace negocios agrícolas con buenos resultados. Entre sus contactos está don José del Carmen Reyes, el padre del futuro poeta Pablo Neruda, cuya partida de nacimiento le correspondió estampar en los libros respectivos, en agosto de 1904.
“El padre – escribió Latorre, recordando a su progenitor, en 1952 en su libro “El Caracol”, de carácter autobiográfico – impregna de alegría de vivir la vieja casa lugareña, con su clara risa y sus gestos acogedores”.
Latorre ingresa al Instituto Pedagógico y, por imposición de su padre, a la Escuela de Leyes. Todo marcha bien, hasta que en octubre de 1907, el jefe del hogar muere sorpresivamente, a causa de un derrame cerebral. Desde luego la familia queda a la deriva. La madre, criada en un hogar sin necesidades, no sabe a qué atenerse.
Solo hay una solución, dura, pero inevitable, volver a la casa del padre y abuelo, don Fernando Court en Constitución. El terco francés la llama con gesto imperioso, como haciéndole ver cuán eran ciertas sus aprensiones de que ese matrimonio nunca sería ventajoso.
Recibe despectivamente a su hija y nietos. “Está, de nuevo, la madre en su hogar de soltera, pero vencida, llorosa, desconcertada”, escribiría Latorre en la obra citada.
“Ni una caricia –sigue el autor- ni siquiera un ademán afectuoso lo acercaron a sus nietos. Su actitud despectiva, su gesto conminatorio lo alejaban de nosotros. No era, el abuelo un refugio, no, sino la agria censura para los más ligeros deslices de nuestra infancia”.
Pero además, está la familia de la segunda esposa del abuelo, los Court Aylwin, que miran con franco desprecio a estos advenedizos, por mucho que lleven el mismo apellido. Y se encargan de hacerlo notar de la peor manera.
Sin embargo en noviembre de 1908, don Fernando Court muere también de una violenta apoplejía. La situación de los Latorre Court se hace incierta. Pero el abuelo ha dejado una fortuna en sus astilleros, en depósitos bancarios y propiedades.
No obstante, un breve testamento en la notaria local, decide todo en contra del desventurado grupo familiar: en su texto de pocas líneas, se dice que todos los bienes de su haber y que forman parte del patrimonio de don Fernando Court, fueron adquiridos después de su matrimonio con doña Prosperina Aylwin. Y ya varios negocios están en poder de miembros de esa familia.
Doña Fernandina y sus hijos dejan la casa de Constituciòn y se radican en Santiago, en calle Vergara, donde la madre instala una pensión para estudiantes de provincia. Así estudian los hijos y sobreviven. Mariano Latorre acumularía un sordo rencor.
El futuro escritor comienza a dar clases y escribe artículos de sociedad en las revistas de la época, “Zig-Zag”, “Selecta” y otras. Habla de temas simples, de una chica que conoció, etc. Nada del campo aparece aún en sus páginas.
CUENTOS DEL MAULE DE 1912
Pero en 1911 comienza a elaborar su primer libro, “Cuentos del Maule”. Es ya un escritor de cierto prestigio y sus crónicas en diversas publicaciones recorren todo Chile.
El volumen en mención es impreso en los Talleres de Zig-Zag, de Teatinos 666. Son seis cuentos, pero en el primero de ellos, titulado “Un Hijo del Maule”, Latorre desahoga sin tasa ni medida su animadversión en contra de quienes, según él, le arrebataron la herencia que legítimamente le pertenecía. La narración abre con una feroz diatriba al maquiavélico testamento: “…No es el momento de analizar la justicia de ese testamento que yo no trepido en llamar una obra maestra de alma canallesca”, escribe sin filtros, para más adelante aludir a la “hipócrita madrastra”,
Representa al abuelo su desprecio por su hija, su madre: “Aun no me doy cuenta exacta si mi abuelo tenía un verdadero cariño por mi madre”. Pero al referirse a la segunda esposa de don Fernando, su lenguaje es doblemente hiriente: “Su matrimonio con la fea solterona de una familia casi vergonzante, fue una especie de venganza”.
Los apellidos fueron cambiados: Aylwin fue Eliot, y doña María Prosperina aparece mencionada con su diminutivo, Polly, que era con el cual se le llamaba, tal como nos lo aseveró don Patricio Aylwin con quien tocamos este episodio de odios familiares en su casa de calle Arturo Medina de Santiago, en 1997.
ESCÁNDALOS EN CONSTITUCIÓN
El libro, desde luego, llegó al puerto maulino. Y fue leído en el Club Social, en los bares y en los bancos de la plaza. Rápidamente se identificaron los nombres y las descripciones. Curiosamente hubo algunos Court Aylwin que fueron amigos de Latorre, pero otros, la gran mayoría, le ofrecieron balazos si se aparecía por el puerto.
Y si alguno no alcanzó a leerlo, el propio autor lo despachó a quienes lo pedían. La épica pelea mereció un verso en Zig-Zag: “fue escritor de los valientes/sobresaliente en su rol/que un día sacó al sol/ las cosas de sus parientes”.
Durante varios años “latorristas y alwynistas” se enfrentaron en Constituciòn. Según nos refirió don Arturo Aylwin: “en nuestra casa no se podía nombrar a Mariano Latorre”, pero su hermano, don Patricio, nos expresó que si bien el hecho abarcó a la sociedad del puerto, no tuvo gran resonancia.
Mariano Latorre volvió a Constitución unos ocho años más tarde, pero acompañado del poeta Jorge González Bastías, hombre de pluma muy inspirada, pero que cargaba visiblemente un gran revolver al cinto.
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