El refrán dice que “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Y parece que, a juzgar por el comportamiento que observamos en el Gobierno, y particularmente en el Primer Mandatario, una vez más, la sabiduría popular demuestra su acierto.
La derrota sufrida por la opción “Apruebo” en el plebiscito efectuado a comienzos de septiembre, de una elocuencia rotunda, demostró que la inmensa mayoría de los ciudadanos no quiere las políticas sectarias, partisanas y refundacionales, que una de las coaliciones gobernantes escribió en el proyecto sometido al veredicto popular. Aquel 62% de ciudadanos que rechazó el proyecto constitucional demostró la madurez, la visión histórica y el sentido común que les falta a quienes hoy dirigen el país.
¿Qué es lo que no ven los gobernantes? Tres cosas básicas, enormes y trascendentales: Que perdieron el Plebiscito de manera aplastante, que esa derrota implica un rechazo a sus ideas y, por último, que necesitan cambiar su carta de navegación si quieren continuar dirigiendo la nave. En la medida que el Presidente, y quienes le acompañan, persistan en ignorar estas verdades, seguirán perdiendo apoyo y se transformarán en lo que tanto criticaron: un gobierno minoritario, desconectado del sentir popular y porfiadamente ciego ante una realidad política que se niegan a ver. Un comentarista decía hace unos días que pareciera que el Mandatario viviera en una suerte de realidad alternativa, un universo paralelo en que su coalición es exitosa, sus ideas son ampliamente respaldadas por la ciudadanía y su estilo de gobierno genera confianza y apoyo. Pero la verdad es muy diferente a ese mundo imaginario. En el idioma de Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
¿Por qué insistir en aquellos propósitos refundacionales, si ya se sabe que la ciudadanía los rechazó? ¿A qué atribuir la porfía de impulsar iniciativas radicales que no se corresponden con las necesidades populares? ¿Cuál es el propósito de pretender imponer una agenda valórica que, quedó claro en 4 de septiembre, no encaja con el querer de la mayoría de los chilenos? La respuesta simple a las interrogantes anteriores es lo dicho más arriba: no se ha asimilado la magnitud ni las implicancias del rechazo. No se ha querido hacerlo, más bien. Por eso insisto: peor que no ver, es no querer ver.
Cuando se combina una escasa habilidad política con una precaria capacidad técnica y una limitada experiencia práctica, el resultado es el que señalan insistentemente todos los estudios de opinión: el gobierno pierde, semana tras semana, el apoyo ciudadano con que fue electo, desencanta a muchos y decepciona a otros cuantos. Y, para recuperarlo, no sirve la insistencia, obcecada, con las mismas iniciativas, proyectos o reformas. Como recordaba hace algunas semanas: seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes, no es más que … locura, según Einstein.
El gobierno debe, en primer término, aceptar la realidad, admitir que las circunstancias políticas cambiaron y que la condición de ser liderado por un Mandatario joven no basta, por sí sola, para atraer ni mantener respaldos. Luego, demostrando la adaptabilidad que requiere el liderazgo político, debe abandonar los ímpetus refundacionales y las propuestas radicales, desplegando una agenda de proyectos más sensatos y modestos, pero de mayor sintonía con los anhelos populares. Los grandes líderes políticos han sido aquellos que han sabido recuperarse después de derrotas y traspiés. Aquellos que hicieron el aprendizaje de la lección. Al contrario, en política la porfía relega a los tozudos al rincón de las minorías, del mero testimonio ideológico y de la insignificancia electoral.
Si el Mandatario y su gobierno quiere recuperar parte del apoyo que hace siete meses tuvo, debiera ver la realidad que obstinadamente no quiere ver.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho