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EL PLEBISCITO Y LOS CLIVAJES por Juan Carlos Pérez de la Maza

Sin ponerse denso, podríamos definir clivaje como aquella línea que separa las tendencias electorales, configurando ciertos bloques o áreas diferentes.

Siempre los hay. En Chile, allá en el siglo XIX, era fácil distinguir en las preferencias electorales a quienes defendían la tradición, el orden y la Iglesia, los Conservadores, de aquellos que buscaban la modernización, la libertad y el laicismo, los Liberales. Ese clivaje, que dejaba a un lado a conservadores y al otro a los liberales, fue paulatinamente disolviéndose y siendo reemplazado por otro, que primará en el siglo XX. Ahí en ese siglo habrá quienes defenderán con tesón y denuedo la libertad, la propiedad y el emprendimiento, les llamamos la Derecha, mientras otro sector, con similar voluntad y perseverancia, demandarán más igualdad, equidad y protección, a los cuales llamamos la Izquierda. Durante todo lo largo y ancho del siglo se disputaron el poder y el predominio. A veces lo tuvieron. Mas no lo mantuvieron. El péndulo político y electoral, en el siglo XX fue la regla y la causa de muchos avatares.

A fines del siglo XX pareció vislumbrarse otro clivaje, un tanto circunstancial, eso sí. La ciudadanía, hacia el término de los años ’80, pareció dividirse entre quienes preferían el orden autoritario y aquellos que buscaban la libertad democrática. Este nuevo fraccionamiento ciudadano mezcló un poco los órdenes anteriores puesto que, ante el histórico Plebiscito de octubre de 1988, la respuesta ciudadana no coincidió, porcentualmente, con la derecha y la izquierda, a que estábamos habituados. Con el tiempo, muchos derechistas confesarán haber votado “No”.

Hoy, cuando el devenir político y social del país se inquieta y, progresivamente se crispa, nuevamente hemos sido llamados a responder una consulta en que, escrutando las respuestas ciudadanas, podremos perfilar nuevos clivajes.

¿Volveremos, los chilenos, a separarnos entre conservadores y liberales, a propósito del proyecto de Carta Magna que nos presentará la Convención? ¿Nuevamente se perfilarán en la sociedad chilena los derechistas a un lado y los izquierdistas al otro, cuando evaluemos el resultado de la labor de los convencionistas? ¿Será entonces, que la opción Rechazo identificará de aquí en adelante a un grupo definido y diferenciado por décadas, mientras que los que se inclinarán por el Apruebo quedarán con ese sello, muchos años? ¿O, por el contrario, la actitud y la postura que adoptemos en el Plebiscito del 4 de septiembre será meramente circunstancial y episódica?  Me inclino por pensar que, en poco más de tres meses, la respuesta ciudadana no configurará un clivaje nuevo, como los citados más arriba. El próximo Plebiscito será una singular reedición de aquel de 1988, en que algunos se situaron más cercanos al autoritarismo y otros más cerca de la democracia.

Esta vez la respuesta ciudadana revelará quiénes se sienten cómodos y están más cerca de una sociedad abundante en promesas, en un Estado protector y asistencialista, en un país archipelágico y lleno de localismos, frente a otros que no quieren promesas, que prefieren un Estado que nos permita hacer, en vez de uno que haga por nosotros y que sienten que la igualdad ante la ley es más importante que la discriminación, por positiva que sea. A un lado se situarán los que exigen que el Estado les regale más derechos. Y al otro, aquellos que piden que el Estado cumpla sus deberes, tal como ellos lo hacen.  Nuestra sociedad se enfrentará, una vez más, a la disyuntiva de autoritarismo o democracia. Sólo que ahora, el autoritarismo no se vestirá de uniforme, ni defenderá valores patrióticos. Este nuevo autoritarismo estatista que traspasa el proyecto constitucional en elaboración, hoy se disfraza de indigenista y abomina los valores que nos hicieron soberanos y nos conformaron como nación.

La virtud del Plebiscito próximo es que, como pocas veces, nuestra sociedad podrá expresar con convicción su profundo rechazo a ese autoritarismo estatista y su defensa vehemente de la democracia, la libertad y la soberanía.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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