Mucho nos admiramos por lo que la inteligencia artificial puede hacer, de hecho, se valora su aporte al entretenimiento, la automatización de tareas hogareñas y en la búsqueda de información, es más, la encuesta IPSOS sobre conocimiento de IA, de 2022, pone a nuestro país como uno de los con más alta valoración y percepción de conocimiento sobre la IA, quedando en un 70% de nuestros compatriotas. Sin embargo, la IA genera un grado de incertidumbre, preocupación motivada por sus posibles impactos negativos, pérdidas de empleo y alteraciones de la realidad por desinformación, entre otros.
Estamos en un periodo de constantes cambios que nos sacan de nuestra habitualidad; no sólo es el avance de las tecnologías, sino que también el cambio climático que nos complica a todos, basta con recordar los incendios y las inundaciones que nos afectaron el año pasado.
En un escenario en constante evolución, la inteligencia artificial se presenta como una gran herramienta para optimizar tiempos y algunas tareas rutinarias, que pueden aportar tiempo valioso para la realización de otras actividades. Sin embargo, esta herramienta solo entrega información, análisis, pero aún dista mucho de la capacidad de pensar, de razonar. En una columna, Daniel Crespo, rector de la Universitat Politècnica de Catalunya, ponía en duda las capacidades de Chat GPT. “¿Sabías que la inteligencia artificial no sabe contar?”, con esa frase iniciaba su análisis, comentando la incapacidad de Chat GTP de realizar una simple tarea, como es ordenar frases por su número de palabras. La IA es capaz de entender, o más bien, replicar el concepto de contar, sin embargo, no es capaz de ejecutarlo, puede claramente distinguir conceptos y elaborar redacciones bien elaboradas, pero eso, no es razonar, pues como explica Crespo “La inteligencia artificial generativa nos obliga a separar razonamiento de lenguaje, y aceptar que un discurso coherente puede no ser resultado del razonamiento lógico”, por eso el que piensa, y valida, sigue siendo el humano.
Pero no se puede desconocer el impacto de la inteligencia artificial en distintos ámbitos productivos. Repetimos el ciclo de la revolución industrial, dejando las tareas repetitivas y monótonas a estas “máquinas”, lo que nos permite optimizar nuestros tiempos. Eso, como universidad, nos genera un gran desafío pues somos responsables de la preparación de profesionales idóneos a nuestros tiempos, en línea con las necesidades de nuestro entorno, que tengan la capacidad de adaptarse a nuevas herramientas; con integridad, ética y un sello valórico que les permita diferenciarse; no es un desafío menor, sino que es un mandato que orienta nuestro día a día.
El pensamiento crítico es otro aspecto que debemos fomentar en nuestros estudiantes. Hoy debemos desarrollar la competencia de distinguir lo real de lo falso; existen programas que crean imágenes realistas de personas que nunca existieron, o peor aún, que generan videos con su rostro, exponiéndolos a cualquier situación; junto a eso, el sesgo de la inteligencia artificial que discrimina por raza, género, edad, entre tantos otros, puede modificar nuestro sentido de la realidad, como el mito de la caverna, al relacionarnos sólo a través de nuestros celulares.
Nuestra labor formativa como universidad se hace entonces más intensa, la misión de vinculación con el medio se hace cada vez más necesaria, puesto que una gran tarea no debe ser misión solitaria. Ya lo decía el Papa Francisco en su exhortación a los rectores el pasado septiembre: debemos “Organizar la Esperanza”, tender puentes, generar redes entre instituciones, con comunidades, que nos permita afrontar juntos todos los cambios, y salir airosos, sin perder el sello y nuestra esencia que nos entrega la humanidad.
Dr. Claudio Rojas Miño
Rector
Universidad Católica del Maule