En Chile, las relaciones laborales entre empleadores y trabajadores previo a la pandemia se caracterizaban por ser bastante tradicionales, donde se acostumbraba que el trabajador debía asistir físicamente a su lugar de trabajo para desempeñar sus respectivas funciones, permitiendo una interacción directa entre los distintos actores que se vinculan con la empresa: jefes, colaboradores, clientes, proveedores, usuarios, etc.
Actualmente, en situación de pandemia, debido a las medidas implementadas por las autoridades para controlar la propagación del virus, las empresas han debido redefinir sus prácticas laborales con el propósito de adaptarse obligatoriamente a esta nueva realidad, caracterizada por el distanciamiento social, donde las relaciones “face to face” no resultan recomendables desde la perspectiva sanitaria. Este escenario ha implicado un cambio de paradigma, ya que la digitalización se está asentando a una velocidad que no hubiese sido posible sin pandemia, acortándose el período de adopción del teletrabajo y con proyecciones de que permanezca una vez superada esta crisis.
En efecto, según la encuesta sobre empresas que operan bajo modalidad de teleworking (Randstad, 2019), el 31% de las empresas mantenía implementada esta práctica de manera permanente dentro de sus políticas de recursos humanos antes de la pandemia, alcanzando un 72% durante la tercera semana de marzo de 2020 luego de la llegada de la pandemia al país. A la misma conclusión llegó ACHS en el estudio de condiciones de trabajo (2020), donde se evidencia que el 81,3% de las empresas encuestadas que operan con teletrabajo, decidió implementarlo a raíz del coronavirus.
Lo señalado da cuenta que la digitalización laboral representa un desafío para la gestión organizacional, sobre todo considerando que el 92% de los chilenos espera desempeñar sus funciones de manera remota o híbrida posterior al confinamiento (según el estudio de la consultora BCG), constituyéndose en una de las tantas consecuencias que dejará la pandemia en el mundo laboral.
