Yo sé, y el Lector también, que las encuestas y otros estudios de opinión pública tienen poco prestigio. Muchas veces se ha utilizado sus cifras como argumento cuantitativo para respaldar o justificar determinadas posturas. Otras tantas, las encuestas han sido la guía programática de ilustres candidatos, que esperan a saber cuál es la dirección de la brisa antes de fijar su postura, su opinión o sus promesas. Todo esto es cierto. También lo es el que, como tantas cosas en la vida, hay estudios de opinión pública confiables y otros poco dignos de credibilidad; hay encuestas buenas y de las otras.
Por todo lo anterior, cada vez que se publica uno de estos estudios es necesario saber de dónde viene, quien lo respalda técnicamente y, especialmente, qué objetivos se ha establecido para realizar el estudio. Si es una encuesta hecha por alguna consultora recién aparecida o si se trata de un sondeo para determinar la cantidad de agua que tiene la piscina electoral, sus cifras servirán de poco a quienes buscan entender íntegramente el entorno social y su diversidad. Por el contrario, si estamos ante la presencia de una investigación técnicamente sostenida por entidades serias y solventes, si la encuesta forma parte de una serie conocida de estudios impecables en su diseño, ecuánimes en su formulación y objetivos a la hora de la interpretación, entonces hay que prestarles atención y tomar sus cifras con confianza.
De esos últimos, de los estudios serios, uno de los que merece mayor confianza es la Encuesta Nacional Bicentenario que realiza la Pontificia Universidad Católica de Chile desde 2006. En los 17 años que, hasta hoy, se viene realizando el estudio se ha podido constatar las características positivas señaladas más arriba: seriedad, rigurosidad, objetividad. A la vez, la continuidad del estudio permite un rico análisis evolutivo del sinnúmero de variables que ha sido abordadas en él. Cómo ha ido evolucionando la sociedad chilena frente a temas como la religión o la familia; cómo hemos cambiado, si es que lo hemos hecho, frente al sentido del trabajo o la seguridad ciudadana; cuál es nuestra postura hoy, y en los últimos 15 años, respecto de la democracia o el medioambiente; cuáles son nuestros principales valores, temores y esperanzas. Cuáles son nuestros sueños y cuán próximos o lejanos estamos de lograrlos. En el último estudio, efectuado entre octubre de 2023 y febrero de 2024, consultó la opinión de 1.575 personas mayores de 18 años y residentes en el país desde, a lo menos, seis meses. Habitantes urbanos, distribuidos por sexo y localizados geográficamente, según las proyecciones poblacionales del INE. Sus resultados fueron dados a conocer hace pocos días. Las conclusiones aparecerán poco a poco.
Por nuestra parte, uno de los aspectos que me parecieron más relevantes, amén de la opinión de los chilenos sobre la inmigración, la (in)seguridad ciudadana, la religión o las políticas de género, es el tema de las expectativas. Asombra constatar cómo han caído nuestras esperanzas y la (des)confianza con que miramos hacia el porvenir. ¿Seremos un país desarrollado? En 2011 el 55% de los chilenos confiaba en ello. Hoy sólo un 43%. ¿Eliminaremos la pobreza? Hoy el 30% cree que sí. Hace 13 años lo creía el 35%. ¿Cree Ud. que en Chile cualquier trabajador tiene probabilidad de comprar su propia vivienda? En 2009 el 55% creía que esto era posible. Hoy, sólo el 13% confía en ello.
Este último dato es uno de más sugerentes y preocupantes. El “sueño de la casa propia” como se decía hace años, tal pareciera que se ha ido derrumbando. Y no se trata de cualquier esperanza. Era, por lejos, el principal anhelo de vastos sectores sociales. Transversal, como se dice hoy. Fue, por décadas, la meta tras la cual millones de compatriotas ahorraban con esfuerzo y soñaban con esperanza. Era el destino de desvelos, el tema de conversaciones llenas de suspiros y planes henchidos de ilusión. Era un sueño que, hace una década y media, movilizaba familias enteras. ¿Cuántas conversaciones escuchó el Lector, que comenzaban con la frase “cuando tenga mi casita…”? Hoy, cada vez se escucha menos.
Qué tristeza da el encuestar sueños rotos.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho