Recientemente se ha estrenado un nuevo eufemismo en Chile. “Desprolijidades”.
Como si no tuviéramos ya un exceso de esos decires con que tantas veces pretendemos esquivar, disimular o ablandar una palabra que nos parece demasiado categórica o excesivamente dura. ¿Se acuerda el Lector que una autoridad bautizó como “eventos” a los innumerables baches que pueblan las calles? Y otra autoridad, socialmente más comprometida, que llamó “personas en situación de calle” a quienes carecen de hogar. También se dice “desvincular” al acto de despedir del empleo a alguien. Y a los empleados, ahora se les llama “colaboradores” y a los mentirosos se les califica de personas que “faltan a la verdad”. Por eso, entonces, no debiera sorprendernos que a la impericia, torpeza, desacierto o sencillamente incompetencia, el Primer Mandatario y su Ministra vocera le llamen “desprolijidades”.
Cuando el cocinero olvida poner sal a la cazuela, comete una desprolijidad. Cuando al gasfíter le sobra una golilla al rearmar el lavamanos, probablemente ha incurrido en una desprolijidad. El pintor que no pintó el canto interior de una puerta, ha incurrido en una desprolijidad. El funcionario que no timbró una de las 5 copias del formulario, también ha hecho lo mismo. Y así, muchos ejemplos más. Sin embargo, cuando se pone la sal en la cazuela, se coloca la golilla donde tiene que ir, se pinta el canto respectivo de la puerta y se timbra la copia faltante, la desprolijidad queda corregida. Distinto es, por cierto, si el cocinero, el gasfíter, el pintor o el funcionario, una y otra vez omiten parte del procedimiento y reiteradamente dejan su labor mal hecha. En ese caso, ya no podemos calificar su error como una simple desprolijidad. Es, derechamente (perdón si la palabra molesta a alguien) una ineptitud, incompetencia o ineficiencia. Y el responsable habrá de responder por sus yerros reiterados. Puede que hasta lo “desvinculen”.
Pero si el asunto no es una cazuela ni un lavamanos, si no se trata de una puerta mal pintada o una copia sin timbrar, sino de algo muchísimo más trascendental, la cosa es diferente. Y si entre los involucrados o quienes aparecerán como responsables de la omisión o el error, hay personas a quienes les es exigible una particular diligencia y esmero, el asunto es aún más delicado. ¡Y qué decir del Presidente de la República!!! Uno espera que, a ese nivel de autoridad suprema, el cuidado y atención en los detalles más mínimos, sea extremo. Todos los días el Primer Mandatario firma documentos de trascendencia. Decisiones que, muchas veces, cambian la vida de cientos, quizás miles, de personas. Por eso, los asesores, que también debieran ser de la más alta excelencia, no debieran cometer errores que a un cocinero o un pintor podrían excusárseles. Pero a esas autoridades no.
Y, hablando de autoridades y de errores, lo dicho por la Ministra Vallejos no podría ser calificado de otra forma más que de error. Y de los graves. Porque cuando declaró, en conferencia de prensa, que el Presidente de la República no tenía todos los antecedentes cuando firmó la disposición con que indultó a 13 delincuentes, el desacierto es inexcusable. Sea porque desnudó que el Presidente toma decisiones sin contar con todos los antecedentes del caso. O, por el contrario, si es que el Primer Mandatario contaba con ellos y tomó la decisión conociendo que no concurrían todos los requisitos, violó la Ley. ¿Qué es peor, que el Presidente decide sin tener toda la información o, por el contrario, decide pese a que los antecedentes le indican que ello es claramente ilegal? En el primer caso, estaríamos frente a una autoridad caprichosa, que toma decisiones poco informadas o escasamente fundadas. En el segundo, estaríamos ante una autoridad obcecada, que decide pese a las normas que directamente se lo prohíben.
Estimado Lector: ¿Quiénes son los “desprolijos”? ¿La Ministra de Justicia, que se fue, cuando no proveyó todos los antecedentes? ¿El Jefe de Gabinete presidencial, que renunció, que no observó el incumplimiento de todos los requisitos? ¿La Ministra Vallejo, que dijo lo que nunca debió decir y dejó al Presidente en un trance imposible de superar? ¿Me faltará alguno?
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho