Francisco Vidal y otros destacados personeros del PPD han señalado que ese partido llamará a votar “apruebo para mejorar”. La Junta Nacional del Partido Demócrata Cristiano ha hecho algo similar, llamando a aprobar, para perfeccionar. Por otra parte, el Presidente de la República, en su discurso con ocasión de la entrega del Proyecto de nueva Constitución, dijo: “… este proyecto de Constitución y el Plebiscito que se desarrollará en septiembre, no es ni debe ser un juicio al Gobierno”. Estas declaraciones merecen ser destacadas por lo relevantes que son, a la luz de lo que señalaban estos mismos personeros, hace unos pocos meses.
Cuando el Partido por la Democracia (PPD) otrora uno de los ejes de la Concertación y base de los gobiernos de Lagos y Bachelet, estableció que su postura frente al proyecto de nueva Constitución será “aprobar para mejorar”, me hizo recordar lo que más de alguna vez nos ha ocurrido cuando, incómodos, recibimos algún obsequio que, ostensiblemente no es de nuestro agrado. Y se nos nota. Entonces, quien nos lo ha obsequiado dice “sabía que no te iba a gustar, por eso toma el ticket de cambio”. Digo esto, porque está claro que, para la mayoría de la gente que perteneció a la Concertación, el proyecto de nueva Constitución no es lo que anhelaban. El listado de cambios que quisieran hacerle es de tal envergadura, que uno lo lee y concluye que sería mucho más práctico y eficiente rechazar, que aprobar para mejorar. Las “mejoras” que el proyecto requiere, según el PPD, y los perfeccionamientos a que alude la Junta DC son tantos y tan sustanciales, que el proyecto sería completamente distinto. Y la cantidad de ticket de cambio necesarios para ello sería tan grande, que el esfuerzo sería demasiado. El ”apruebo para mejorar” no me gusta, por dos razones: Porque acepta como válida una labor que se hizo mal y nos quiere convencer que es bueno aceptarlo. Y, además, porque nos quiere persuadir de que “en el camino se arregla la carga”, como si el proyecto no estuviera lleno de más cerrojos, trabas y ataduras que la Carta Magna a la que desean reemplazar. Por eso, más vale rechazar y, en palabras el ex Presidente Lagos, hacer una nueva Constitución que no sea “fratricida” y que Chile “no se siga depreciando ante el mundo”.
Por otra parte, el discurso de Boric cuando recibe el proyecto es, para decirlo de manera suave, sugerente. Pareciera que no quiere que le identifiquen o relacionen con el proyecto. “Yo no tengo la culpa” o “yo no lo hice” nos está diciendo el Mandatario. Y, advirtiendo el probable triunfo rotundo del Rechazo, quiere que ese fracaso sea de la Convención y no de él. Por eso, no quiere hacerse cargo. Sin embargo, este abandono de una criatura que, sin duda alguna, fue pedida y querida por Boric (testimonios hay de sobra), también es mutuo. Los ex convencionistas no quieren que el gobierno se acerque mucho al proyecto. Las cifras de desaprobación a la labor del Mandatario y de su gobierno son tan lamentables, que los ex miembros de la Convención parecieran no querer su apoyo. Por esto es válido preguntarse ¿quién abandona a quién? ¿Es el Presidente quien, temiendo la derrota, prefiere hacerse a un lado para no hundirse con el proyecto? O, por otro lado ¿son los autores del proyecto los que no quieren que Boric se acerque a él, porque lo contaminará con su escasa aprobación?
Cuando las sociedades se someten a actos de sinceridad democrática profunda, como esperamos sea el caso del plebiscito de septiembre, muchas actitudes develan el talante de los simples ciudadanos, así como de quienes ocupan puestos dirigentes. En las próximas semanas observaremos cambios de posturas que apuestan a que la mala memoria ciudadana los encubra, contradicciones evidentes barnizadas de patriotismo popular y, especialmente, trasbordos de posturas sobre la marcha. Asombrados, veremos cómo la intransigencia de aquellos que se negaban a admitir cualquier reforma al proyecto, hoy lo aceptan, declarando sin pudor que “todo apruebo sirve”. Y otros, que durante años se negaron a reformar el texto actual, dispuestos a sacrificarlo, ante la amenaza refundacional.
Así como la inmensa mayoría ciudadana estimó que la actual Constitución es mala, una mayoría semejante debiera rechazar un proyecto constitucional que es mucho peor.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho