En “La vida golpea (a veces) demasiado fuerte”, Hernán de Solminihac relata dos hechos que entre 2020 y 2021 le cambian radicalmente la vida. El mensaje final del libro es: “disfrutar el trayecto, no esperar llegar a la meta para ser feliz” (por Mario Rodríguez Órdenes)
El escritor Horacio Quiroga muestra lo insondable de algunos golpes en la vida cuando escribe en su poema Los heraldos negros: “Hay golpes en la vida tan fuertes… ¡Yo no sé! Son pocos, pero abren zanjas oscuras, en el rostro más furioso y en el lomo más fuerte” … Es lo que ha vivido últimamente Hernán de Solminihac y que escribe con lucidez en “La vida golpea (a veces) demasiado fuerte” (Ediciones UC, 2023). “El mensaje final del libro es disfrutar el trayecto, no esperar llegar a la meta para ser feliz”.
Hernán de Solminihac Tampier (Puerto Montt, 1958) es un ingeniero formado en la Universidad Católica de Chile. Ex ministro de Estado durante el primer gobierno de Sebastián Piñera. Actualmente es director del Departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción de la Pontificia Universidad Católica de Chile y presidente del Colegio de Ingenieros. Además, es cruzado, hincha de la UC.
Hernán, en el año 2020 un serio problema de salud cambió radicalmente la vida de su hija Javiera y poco después muere su esposa Alejandra. ¿De dónde sacó fuerzas para salir adelante?
“En marzo del 2020, el día que se detecta el primer caso de COVID en nuestro país, fallece mi padre a los 96 años. En mayo de ese mismo año, mi hija mayor Javiera con 5 meses de embarazo, se complica y termina con daño cerebral severo. En octubre del 2021, mi señora Alejandra fallece de pena al perder la esperanza de recuperación de nuestra hija. Con Alejandra formamos una linda familia con cuatro hijos, los cuales hoy ya están formando sus propias familias. Además, vengo de una familia grande y muy unida, de 7 hermanos, lo que me da la fuerza para el desafío de salir adelante, con toda la responsabilidad de estar viudo y apoyar a mis hijos y nietos. Esto complementado con el apoyo de los amigos y la fe en Dios”.
¿Cómo fue el proceso de mirar la vida a corto plazo: aprender a vivir el trayecto y no la meta?
“Esto ha sido un aprendizaje muy importante de todo este proceso, ya que tanto la enfermedad de mi hija y el fallecimiento de mi señora ocurrieron muy repentinamente y sin previo aviso. Aprendí lo importante de vivir el día a día, disfrutarlo y no esperar lograr un objetivo, que requiere bastante tiempo. Cuando uno logra un objetivo, la alegría dura poco y de inmediato uno se pone otra meta, entonces es mejor disfrutar cada paso. Además, puede que ese objetivo nunca llegue, por varias razones, entre ellas una enfermedad o incluso un fallecimiento”.
¿En qué momento de la vida se encuentra Javiera?
“Mi hija Javiera tiene hoy 34 años y lleva más de 3 años y medio en esta condición. Desgraciadamente los médicos nos han dicho que la probabilidad de recuperación es prácticamente nula. Como familia nos importa acompañarla, que no sufra y que tenga la mejor calidad de vida para que pueda compartir el crecimiento de su hijo Mateo, que hoy tiene 5 años y medio”.
¿Qué planes tiene para sacar adelante a su familia?
“Hay varios aspectos que me he propuesto para sacar adelante mi familia, lo primero es que yo esté bien tanto físicamente como emocionalmente, para tener la fuerza y poder ayudarlos. Lo segundo, es estar cerca de ellos para poder orientarlos, acompañarlos, responder sus dudas y, por cierto, estar disponible para lo que necesiten. Lo tercero, es seguir haciendo familia, reunirnos en actividades periódicas y tratar de salir a vacaciones juntos”.
Cuándo rememora a su esposa Alejandra, ¿qué es lo primero que añora?
“La verdad es que es difícil distinguir algo especifico, ya que fueron 38 años de matrimonio. Pero el recuerdo más seguido, que se repite en los recuerdos, es lo bien que lo pasábamos cuando íbamos al campo, ya que disfrutamos mucho hacer cosas juntos. También había espacio para que cada uno pudiera desarrollarse en sus intereses; ella en el mejoramiento y la decoración de la casa y yo en la actividad productiva del campo”.
¿Tiene esperanzas que pueda mejorar la calidad de vida de su hija?
“Uno nunca puede perder la esperanza ni la fe, pero cuando mi hija salió de la clínica a los 7 meses, la doctora nos dijo: ‘esta es su nueva hija Javiera’. Como lo decía anteriormente, lo que nos importa es que ella no sufra y ojalá pueda sentir el amor y cariño de su familia, especialmente de su hijo”.
¿Cómo surge el libro “La vida golpea…”?
“Cuando falleció mi señora, mucha gente se contactó conmigo haciéndome ver lo importante que ella había sido para su desarrollo profesional; me comentaban aspectos de su vida profesional que yo no conocía en detalle. Por lo tanto, el libro nace con la idea de hacer un tributo a mi señora. Pero hablando con la directora de Ediciones UC, conversamos que un libro que relatara lo que estamos viviendo y cómo lo estábamos enfrentado como familia, podía ser más útil para más personas”.
Hernán, ¿cómo fueron sus años de formación en Puerto Montt y en el internado de la Alianza Francesa de Osorno?
“Yo soy orgullosamente de Puerto Montt y estudié hasta sexto básico en el colegio The American School, que en esa época solo tenía ese nivel, por lo cual había que buscar otro colegio para seguir estudiando. Mis padres pensaron que fuera la Alianza Francesa de Osorno, lo que significó estar varios años internos, hasta que unos amigos de nuestros padres nos invitaron a vivir en su casa gran parte de la semana. La vida en Osorno fue de mucho aprendizaje, ya que ir a un colegio bilingüe, más lejos de tu ciudad, te forma y da mucha resiliencia rápidamente para poder salir adelante, sin la ayuda de tus padres. Mis hermanos y los compañeros de curso fueron muy importantes en este proceso, que no solo me ayudó en el conocimiento tradicional que se espera aprender en el colegio, si no que me dio las herramientas que han sido fundamentales para desenvolverme en la vida”.
¿Cómo lo marcó el paso por el Instituto Nacional de Santiago?
“Cuando me tocaba pasar a 4° medio, mis padres decidieron vivir en Santiago y me ofrecieron que terminara solo el colegio en Osorno o me viniera a Santiago a terminar la enseñanza media. No era una decisión fácil, pero decidí estar con mi familia. Logré entrar en el Instituto Nacional, pasando de un colegio mixto, con un curso por nivel y con menos de 30 alumnos, a un colegio de hombres, con 14 cursos por nivel y con más de 40 alumnos cada uno. Fui muy bien recibido por mis compañeros de mi curso, quienes me ayudaron mucho en la inserción en esta nueva realidad. Fue una inmersión rápida a la realidad de la capital, lo que me permitió enfrentar mucho mejor la etapa universitaria. La amistad se mantiene hasta el día de hoy, con reuniones y viajes periódicos”.
¿Qué lo inclina a estudiar ingeniería civil en la PUC?
“Siempre me interesé por la ingeniería civil, desde el colegio, al ver cómo esta disciplina podía impactar la vida de las personas. Siempre disfruté de las matemáticas y las ciencias. Además, algunos familiares también estaban en campos relacionados con la ingeniería, lo que me inspiró aún más. Elegir una universidad para estudiar es una decisión importante y significativa. Cuando llegó el momento de decidir dónde estudiar ingeniería civil, elegí la Pontificia Universidad Católica de Chile, porque es una de las mejores universidades de la región, especialmente en el campo de la ingeniería civil. La comunidad académica es altamente comprometida con la formación integral de los estudiantes. La UC me brindó una experiencia de aprendizaje enriquecedora que me permitió desarrollar mis habilidades y conocimientos de manera efectiva e integral. Lo anterior, junto a valores cristianos que promueve la universidad, como la solidaridad, la justicia social y el compromiso con el bien común”.
¿Cómo lo impacto el ingreso a la UC?
“Cuando ingresé a Ingeniería UC, comencé a investigar más sobre las diferentes áreas de esta carrera y decidí enfocarme en los proyectos de edificación e infraestructura, debido a su impacto en la calidad de vida de las personas y en el desarrollo del país. Me sentí emocionado por la posibilidad de materializar ideas a través de la ingeniería civil. Una vez que comencé mis estudios en la universidad, me di cuenta de que la carrera requería mucho trabajo y dedicación. Aprendí a trabajar en equipo, resolver problemas complejos y aplicar mis habilidades para crear soluciones innovadoras. También comencé a explorar otras áreas de la ingeniería, como la gestión en el desarrollo de las obras y el emprendimiento”.
En esos años conoce a Alejandra Aranda. ¿Cómo fueron esas circunstancias?
“En el año 1980, cuando me faltaba un año para egresar, Alejandra entra a ingeniería UC y de inmediato ocupó toda mi atención. Fue difícil conocerla, así que busqué muchas formas para estar cerca de ella. Comenzamos a salir, pero como ella venia saliendo de una relación larga con otra persona, no quería comenzar otra tan pronto. Después de un tiempo largo y varios intentos comenzamos a pololear, incluso después que ella se cambió a estudiar ingeniería comercial en la misma universidad”.
Hernán, ¿cómo surge la posibilidad de viajar junto a Alejandra a Estados Unidos a efectuar estudios de postgrado? ¿Cómo fue esa experiencia?
“Cuando me titulé de Ingeniero Civil, la escuela mi invita a postular para ser profesor de Ingeniería de Construcción, hoy departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción. Postulo al cargo y finalmente quedo aceptado, pero parto en agosto de 1982, después de ir a Estados Unidos por un semestre a estudiar inglés a la Universidad de California, en Berkeley. Era un requisito del cargo que tenía que ir a estudiar un magister y un doctorado para poder desarrollar mi carrera de docente universitario. Aquí entonces, viene una importante decisión en nuestras vidas”.
¿Cuál sería esa?
“Con Alejandra, decidimos casarnos y partir juntos a estudiar. Como ella todavía no terminaba su pre grado, teníamos que buscar un lugar en que ambos pudiéramos cumplir nuestros objetivos de desarrollo. Postulé a varias universidades de EE.UU. para realizar mi magister, pero finalmente acepté la oferta de la Universidad de Texas en Austin, ya que es una excelente universidad, que al ser estatal y yo tener un trabajo de ayudante de investigación, yo y mi familia podíamos pagar la matricula como ciudadano del estado, lo que significaba un costo bastante menor que los no residentes. Esta condición, nos permitía cumplir nuestro primer sueño, de que Alejandra pueda terminar su pregrado y yo realizar mi postgrado.
Una vez terminados nuestros estudios, regresamos a Chile a trabajar. En este periodo de tres años, tuvimos nuestra primera hija, Javiera. Como la universidad me exigía además del magister, realizar un doctorado, volvimos a postular a la Universidad de Texas, para que ella haga su MBA y yo mi doctorado. Fue una etapa muy bonita y difícil en que ambos estudiamos y nos preocupamos de nuestra hija, sin redes de apoyo, lo que nos hizo crecer como personas y familia. Terminada esta segunda experiencia internacional, volvimos a Chile y nos establecimos definitivamente como familia en Santiago”.
Hernán, usted es un hombre de grandes desafíos. Recién asumido ministro de Obras Públicas, tuvo que enfrentar el terremoto del 2010. ¿Qué fue crucial para que el país saliera adelante?
“El presidente Sebastián Piñera me invita que lo acompañe como ministro de Obras Públicas a inicios de febrero 2010, cuando yo era decano de Ingeniería UC. Como todos sabemos y recordamos, el 27 de febrero 2010 tenemos unos de los mayores terremotos y tsunamis en nuestro país. Por lo tanto, cambian radicalmente las tareas que debía enfrentar en mis nuevas responsabilidades”.
¿Qué pasó a ser lo más importante?
“Para mí lo más importante fue que todos trabajáramos unidos y con un mismo objetivo, que era reconstruir nuestro país tanto humanamente como materialmente, Además, mejorar nuestra preparación para futuros eventos de la naturaleza. Estoy muy contento de haber tenido el privilegio de liderar el ministerio encargado de enfrentar la reconstrucción, donde sus funcionarios, empresas contratistas, empresas concesionarias, Fuerzas Armadas, Carabineros, organizaciones internacionales, entre otras, logramos levantar a Chile en muy poco tiempo, lo que es reconocido en todo el mundo”.
Chile se encuentra en un momento crucial. El país se aprecia dividido. ¿Qué hacer para alcanzar acuerdos nacionales?
“Cuando Chile ha tenido un desafío o una meta común, ha logrado alinear el trabajo de prácticamente todos bajo ese objetivo y hemos salido adelante y tenido muy buenos resultados. Ejemplos hay muchos en nuestra historia, muchos de ellos relacionados con eventos de la naturaleza. Por lo tanto, para salir adelante debemos buscar un objetivo como país y que la mayoría trabajemos en esa dirección, dejando de lado nuestros intereses personales y colocando todo nuestro talento para lograrlo”.