En “Balmaceda. Su gloria y su falta”, Soledad Reyes profundiza en la compleja personalidad del presidente Balmaceda. “M investigación es un acercamiento a su figura, su trayectoria, su forma de pensar”, precisa la historiadora (Mario Rodríguez Órdenes)

Figura controvertida, el expresidente José Manuel Balmaceda sigue despertando profundas pasiones. Para unos, fue un estadista visionario que impulsó grandes cambios en infraestructura, educación y modernización del Estado; para otros, un cruel dictador que, por su soberbia e intransigencia provocó la Guerra Civil de 1891.
Soledad Reyes del Villar en “Balmaceda. Su gloria y su falta” (Editorial Planeta, 2022) profundiza sobre la figura de Balmaceda, no sobre las causas de la guerra civil. Tampoco toma partido por algunos de los bandos en conflicto.
Como precisa Soledad: “Mi investigación es un acercamiento a su figura, su trayectoria, su forma de pensar y de gobernar, tratando de comprender qué tan gravitante fue en el desenlace final, que claramente fue una tragedia”.
Revisar la figura y el gobierno de Balmaceda está más vigente que nunca en este Chile que está elaborando una nueva Constitución y en que, además, se cumplen 50 años del golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende, que ha sido comparado con el expresidente Balmaceda.
Entre los libros anteriores de Soledad Reyes del Villar destacamos: “Javiera Carrera / Y la formación del Chile republicano” (Ediciones El Mercurio 2020) y “Manuel Rodríguez / Aun tenemos patria” (Ediciones El Mercurio, 2018).
Soledad Reyes, se formó como historiadora en la Universidad Católica de Chile y tiene un magister en Ciencias Sociales alcanzado en la Universidad de Chile. Actualmente es investigadora y docente de la Universidad del Desarrollo.
Soledad, ¿cómo se acerca a la figura de José Manuel Balmaceda?
“Me llamó la atención su actuar siendo ministro durante la guerra del Pacífico, antes de ser presidente. De ahí surgió la inquietud de investigarlo, pero en su lado más personal, para tratar de entender cómo bajo su gobierno se llegó a una guerra tan cruda entre chilenos que apenas diez años antes se habían enfrentado contra peruanos y bolivianos. Quise contar su historia, pero desde ninguno de los bandos tradicionales ni tomando partido por alguno de los bandos en conflictos, sino que acercándose a su faceta más íntima y desconocida, y así ver y conocer, como dice en el título, cuál fue su gloria y cuál fue su falta”.
¿Qué fuentes le resultaron claves para su investigación?
“Las fuentes de la época, absolutamente. Escritos y memorias de protagonistas de primera línea, de ambos bandos. Suele decirse que la historia siempre la escriben los vencedores. Pero en este caso no es así, hay fuentes muy valiosas, algunas escritas durante la guerra misma, de partidarios de Balmaceda. Y también la prensa, oficialista y antibalmacedista, que refleja claramente cómo se fue gestando y escalando este conflicto”.
Su figura controvertida ha dividido a historiadores como Hernán Ramírez Necochea y Harold Blakemore. ¿Fue Balmaceda un acérrimo opositor al imperialismo inglés?
“Para nada. De hecho, permitió que John Thomas North fundara un banco en Chile. Balmaceda estaba lejos de ser ese político marxista que quería estatizar el norte salitrero. Lo que quería es limitar el poder de North en la zona. Por ejemplo, le quitó algunas concesiones para dárselas a otras firmas, también británicas. Siempre pensando en la modernización y el engrandecimiento del país, quería que los chilenos tuvieran mayor participación, especialmente en las vías férreas. Pero no quería un monopolio estatal ni tampoco hizo nada concreto que se opusiera al dominio británico en la zona”.
Su acercamiento se orienta a su vida personal. ¿Qué explica su megalomanía, estos cambios radicales en su comportamiento?
“Como alguien dijo, ‘se mareó en las alturas’. Porque una vez en La Moneda empezó a contradecirse y a defender lo que antes había rechazado. En la relación con la Iglesia, con los partidos, con sus ministros, incluso con el sistema político, fue cambiando y entrampándose, especialmente el último año de gobierno. Obsesionado con seguir adelante hasta el día en que terminara su mandato, trató de reformar la Constitución e incluso de imponer un nuevo presidente. Balmaceda no hizo nada que no hayan hecho antes quienes lo precedieron en el cargo, pero lo hizo de manera contradictoria, no sólo con las personas y los partidos, sino que también con sus ideas, en un escenario en el que había más elementos en juego y, por lo mismo, menos espacio para maniobrar”.
¿Qué importancia tuvo Encarnación Fernández en la conformación de la personalidad de su hijo?
“Muchísima. El solía conversar con ella, necesitaba de su opinión y de su consejo. Desde sus comienzos en la política, luego como ministro y como presidente pasaba a verla en las mañanas. Ella era una mujer encantadora, entretenida y muy buena conversadora, e indudablemente influyó bastante en la personalidad y en la formación de su hijo mayor”.
Soledad, ¿por qué señala que Balmaceda contribuyó a entrampar las cosas, a enredarlas?
“Porque Balmaceda fue un hombre complicado y veleidoso. Tendía a cambiar de opinión, a veces en nimiedades, otras en asuntos de importancia. A veces no es fácil comprenderlo, se puede amar y odiar al mismo tiempo. Tenía las mejores intenciones para el engrandecimiento del país y una caja fiscal contundente tras la Guerra del Pacífico. Pero no facilitó las cosas, creía siempre saber de todo, sin equivocarse. Y terminó rodeado de hombres que no le cuestionaban nada, al contrario. Hombres más bien desconocidos que serían mirados con desconfianza, complicando aún más el panorama”.
¿Cómo definiría políticamente a José Manuel Balmaceda?
“Su trayectoria fue común a la de otros hombres de su tiempo. Luego de su paso por el Club de la Reforma terminó junto a los liberales, fue diputado, luego ministro de Santa María y terminó ganando las elecciones presidenciales, sin competencia. Pero en política también terminó contradiciéndose, y una de sus mayores obsesiones – que era mantener a todos los liberales unidos para gobernar – nunca logró concretarla. Los cambios de gabinete se sucedieron desde el primer año de gobierno, y al segundo había perdido a buena parte de sus más fieles ministros, para seguir perdiendo la mayoría en el Congreso, el apoyo del pueblo y de la Iglesia, incluso de algunos familiares. Todo eso hizo que finalmente terminara fracasando en su proyecto”.
¿Su carácter favoreció la Guerra Civil de 1891?
“Creo que una guerra civil no puede atribuirse a una sola persona. Él puede haber contribuido al desenlace final, y la situación fue recrudeciendo porque se obsesionó en dejar La Moneda el 18 de septiembre, día que oficialmente terminaba su mandato. Pero era un sistema político que venía en crisis desde hace años, podría haber estallado antes si no fuera por la Guerra del Pacífico. Era un conflicto que venía incubándose hace tiempo, un sistema político que ya estaba desgastado. Había más elementos en juego y Balmaceda no logró entenderse con el grupo dominante, generando anticuerpos dentro de una clase política que estaba acostumbrada a tener el poder en sus manos, desde siempre. Y bajo su gobierno la situación literalmente explotó, y lo hizo de una forma inusitadamente violenta”.
¿En qué medida su carácter explica su suicidio?
“Él tuvo otras opciones que fue desechando. Tuvo la opción de escaparse, pero como él mismo lo dijo ‘quise mucho a mi patria y escaparse sería humillarla’. Tampoco quiso ponerse en manos de la junta triunfante, porque se dio cuenta que sus enemigos no lo tratarían con justicia, sino que, todo lo contrario. Las tres semanas que estuvo en la Legación argentina vio el desquite contra sus amigos y partidarios. Y se dio cuenta que finalmente al terminar con su vida ellos tendrían el camino más fácil, como literalmente ocurrió. Nadie explica mejor que él su decisión de quitarse la vida”.
¿Qué comparación es posible hacer entre el presidente Balmaceda y el presidente Allende?
“Pienso que la única comparación posible es que ambos terminaron quitándose la vida. Y que hasta el día de hoy ambos son vistos desde miradas contrapuestas. En el caso de Balmaceda hay quienes opinan que fue muy visionario, y que impulsó grandes cambios, que era un hombre noble y desinteresado que actuó únicamente movido por el bien y el engrandecimiento del país. Otros consideran que fue un hombre déspota e intransigente, que por su ceguera y obstinación llevó al país a una guerra civil. Su suicidio también genera miradas contrapuestas. Para sus partidarios un acto de nobleza y un sacrificio de caballero, para sus detractores un acto de cobardía que demostraba su culpabilidad. Y tampoco puede compararse el legado político de ambos mandatarios. Definitivamente eran otros tiempos, otra forma de hacer política”.
En el convulsionado Chile actual, ¿que nos podría enseñar la compleja historia de José Manuel Balmaceda?
“Hoy estamos viviendo un período importante de nuestra historia y el proceso no ha sido fácil. Hay mucho fraccionamiento y poca buena voluntad. Revisitar la figura y el gobierno de Balmaceda está más vigente que nunca, porque de cualquier crisis se pueden sacar lecciones y la de 1891 fue particularmente compleja. Es un conflicto que hoy, 130 años después, sigue ofreciendo posibilidades de reflexión y de reinterpretación”.
El conflicto de 1891 se resolvió por la fuerza. ¿Qué explica la ferocidad entre chilenos de la misma élite social, que incluso habían combatido juntos en la Guerra del Pacífico?
“Buena pregunta, porque es difícil de entender. En esta guerra murieron más chilenos que en la guerra del Pacífico, y las batallas finales, en Concón y Placilla, fueron más cruentas que cualquiera de la guerra de 1879. Se llegó a una situación en que literalmente era ‘vencer o morir’ como les decía Balmaceda a sus generales, y episodios puntuales, como lo ocurrido en Lo Cañas pocos días antes del desenlace final, contribuyeron a que los últimos combates fueran librados con más fuerza que nunca”.
Soledad, usted ha incursionado en otros personajes de la historia de Chile, como Manuel Rodríguez. ¿Tiene otro proyecto de esa naturaleza?
“Si, de todas maneras, pero del siglo XX”.
