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Entrevista: “¿Cómo imaginar un futuro que avanza (…) con la velocidad del rayo, de manera asfixiante?”

“Hipermodernidad y salud mental”, de Felipe Quiroz y Carolina Aldunce, analiza cómo el modo de ejercicio de neoliberalismo no es solo la transformación de las estructuras económicas, también debe ser la conquista de la psique (por Mario Rodríguez Órdenes)

“Somos laboratorio predilecto de los procesos autodestructivos propios de la modernidad auténtica del primer mundo”, enfatiza Felipe Quiroz.Según el doctor Sebastián Ligüeño Espinoza: “Un sujeto flexible, que se adapta a los distintos escenarios, desarraigado…, y con la utopía de ser un emprendedor de sí para sí mismo, es parte del ideario en el que cruzamos en este período de la historia”.

Hipermodernidad y salud mental” (UAH, 2024) nos permite comprender mejor el complejo mundo actual y encarar sus desafíos. Los autores son dos investigadores de la Universidad Autónoma de Chile: Felipe Quiroz Arriagada, magister en educación y profesor de filosofía, y Carolina Aldunce Escalante, psicóloga y magister en la misma especialidad.

Felipe, aparte de la profunda transformación de las estructuras económicas, ¿cómo ha sido el proceso de la conquista de la psique en la sociedad chilena?

“Brutal, desde la instalación de la sociedad de consumo, en adelante. Más bien, desde que nace la primera generación de personas criadas y formadas de acuerdo a los valores del modelo. O sea, entre quienes no tuvieron oportunidad de conocer un tipo de relación humana distinta a la competencia por el éxito individual, y a la vertiginosidad de la interacción comunicativa, mediada por las nuevas tecnologías. El desarrollo psicológico de las personalidades individuales en este contexto histórico y social se torna, también, líquido, inestable, frágil. Una muestra de ello la tenemos en lo ocurrido en el contexto del estallido social. Pasamos de reivindicaciones refundacionales, una primera convención constituyente con clara mayoría de izquierda, el fracaso de la misma, un segundo proceso constituyente con clara mayoría de derecha, para terminar con un nuevo y definitivo fracaso de la tentativa de una nueva constitución. Todo ello en menos de cinco años. Al margen de las lecturas políticas que se puedan realizar respecto de ello, aquí se refleja inestabilidad y fragilidad en las estructuras axiológicas subjetivas, que movilizan las vidas emocionales de las personas que conforman movimientos sociales que son en extremo masivos un día, para desaparecer al siguiente. Esto es hipermodernidad pura. Lo cual se refleja en las contradictorias cifras de salud mental y su autopercepción en Chile. Esto último, consideramos con Carolina, es el hallazgo central de este libro”.

Qué se fragmente lo colectivo, ¿hacía donde nos lleva?

“Es difícil responder, en el actual momento epocal, a cualquier prospectiva certera. Y esto debido a que en la hipermodernidad la velocidad del avance tecnológico es tal, y afecta tanto a las formas de vida individuales, como a las colectivas, que el futuro se torna presente casi de manera inmediata. Los mayores desafíos parecieran tenerlo el género literario de la ciencia ficción. ¿Cómo imaginar un futuro que avanza a nosotros en el presente, desde el horizonte, con la velocidad del rayo, de manera asfixiante? En efecto, eso es exactamente el estado existencial de la subjetividad actual; asfixia, todo demasiado encima, próximo, incluso el mundo. Todo aquí y ahora. No hay horizonte. Las video llamadas realizadas desde el espacio exterior hacia familiares en la tierra eran, en los años 70 del siglo pasado, sólo posible en películas como 2001: odisea en el espacio. De hecho, el mismo año de esa proyección ‘futurista’ ya es pasado, ¡hace 23 años! No. Es difícil pronunciarse hacia dónde nos llevará el actual avance de la sociedad técnica. Sin embargo, en todo este contexto, hay algo cierto: las vidas serán cada día, casi a cada segundo, más influidas por la tecnología. La singularidad, la robótica, la inteligencia artificial, estoy seguro que seguirán determinando a la realidad, tanto cultural, como educacional, institucional, internacional, comercial, así como a la dimensión individual, personal e íntima de la naturaleza humana en este siglo. Y esto es problemático, por los mismos motivos que advirtiera Heidegger a mediados del siglo pasado, ya que al revés de lo que se cree, la velocidad tecnológica quita tiempo de existencia auténtica, en vez de otorgarlo. Y lo que ocurre con el tiempo, para Heidegger, ocurre con el Ser. Y estoy por completo de acuerdo. Eso también se proyecta, desde el ser individual, al convivir colectivo. Porque, nuevamente con Heidegger, decimos que somos en el mundo, y no solos. Hoy perdemos, en efecto, territorialidad, identidad cultural, hábitat, para qué hablar de contacto con la naturaleza. En la aldea global, el mundo es un mismo Mall, repetido en supuestos diferentes lugares. Entonces, es posible que la supuesta interconexión en la red global sea el velo detrás el cual habita y habitará, cada vez más, un aislamiento tan hondo como silente. En este escenario, no sería extraño que la vida social se vuelva, casi por completo virtual, en no mucho tiempo más, y en muchos sentidos”.

¿Qué implica que nuestra personalidad se transforme en un perfil de consumo?

“Lo que, en efecto, ya ocurre. Filosóficamente, que lo subjetivo se transforme en objetivo, en lo humano, significa alienación. Si la identidad se transforma en producto, no sólo está obligada a cambiar como respuesta a la demanda, nunca por un desarrollo auténtico, sino que, tal y como ocurre con muchos productos en la actualidad, tiene una vida útil en extremo frágil. Se tornan, entonces, nuestras personalidades en desechables”.

¿Qué tipo de educación lo evitaría?

“Sospecho que una capaz de devolvernos el vínculo intersubjetivo, nuestra relación con los demás y con el entorno. Por tanto, una educación inspirada en valores mediante los cuales la autoestima esté relacionada con el servicio que se hace a los demás, en vez de sostenerse en el éxito que soy capaz de obtener en la competencia contra los demás. Si bien no todo tipo de competitividad me parece dañina, una sociedad entera en función de eso me parece algo burdo y lamentable”.

Al ser insaciable la necesidad de satisfacer el deseo, ¿qué pasa con las personas y nuestras relaciones?

Se vuelven inestables, cambiantes, desechables, como se ha explicado. De acuerdo a lo que se argumenta en el libro, principalmente respecto del paso de la biopolítica, propia de las sociedades disciplinarias, de acuerdo a Michel Foucault, a la psicopolítica, característica de las actuales sociedades del rendimiento/cansancio, señalado hoy por Byung – Chul Han, las estrategias de control pasaron de la conducta observable a la psiquis, y esto porque la disciplina genera resistencia, pero la exacerbación del deseo de consumo, y la narcisista necesidad de exposición, no. En efecto, generan lo contrario; producen adicción. Sin embargo, la psiquis de todas formas se rebela; lo hace contra sí misma. Es por ello que hoy el empleado no se rebela contra un mal empleador, lo hace contra sí mismo, se autoexplota. Y en la medida en que lo hace, rinde, por un lado, pero por el otro, se cansa, se deprime. Por otra parte, la alteridad auténtica se pierde, cuando los otros son sólo funcionales a la narrativa del empresario de sí mismo. Si el deseo humano es una dinámica perpetua que se extingue apenas se consigue, para volverse a renovar, colocar precisamente ahí los valores del consumo, tanto como los de la auto imagen y la forma de convivencia social, explica que sean, precisamente, nuestras relaciones interpersonales las que no logren jamás estabilidad, así como tampoco lo hagan nuestras características intersubjetivas”.

Si compartimos que la sociedad del rendimiento es solo posible como efecto de dos siglos de disciplina, ¿qué efectos ha tenido en la salud mental de los chilenos?

“La contradicción que demuestran las cifras al respecto. Por un lado, en las últimas dos décadas, un aumento paulatino en la autopercepción de la calidad de vida, así como laboral de los chilenos, y, por otra, un aumento muy similar en la cantidad de licencias médicas por diagnósticos de estrés, ansiedad y depresión. Hacia afuera decimos que rendimos. Hacia adentro, nos cansamos. Somos el fiel reflejo de la dialéctica rendimiento/cansancio”.

¿Qué provocó la imposición del neoliberalismo impuesto por el régimen militar?

“En primer lugar, como se señala en el tercer capítulo del libro, la destrucción del desarrollo del proyecto moderno en Chile. En Latinoamérica existió y existe modernización, pero no modernidad, ya que el proyecto no fue nunca fruto de soberanía popular alguna. El fenómeno de la independencia de los países de la región resulta por influencia directa de la modernidad europea. Desde allá, entonces, se instalan ideas y, sobre todo, artefactos propios de la modernidad, pero no esta misma, como proceso político. La historia de Chile es prístina en esta falta de autonomía espiritual, si lo pudiésemos definir de esa forma. Bueno, esto cambia en algo desde los años del estado docente hasta el 11 de septiembre de 1973. En ese trayecto de tiempo, la sociedad chilena intenta avanzar en, digamos, tener consciencia de sí misma, en coordenadas modernas. La reforma agraria y la nacionalización del cobre son los hitos de este esfuerzo. Todo ello queda en ruinas, después del golpe. Pero, aquí se produce una paradoja en verdad extraordinaria”.

¿Cuál sería esa?

“La modernidad, como proyecto histórico, es, según Heidegger, violencia contra la tradición. Esto significa que se rebela contra el pasado, contra el origen, sea esta natural o cultural. Por ello, cuando triunfa históricamente, y se transforma, con los años, en nueva tradición, se vuelve inevitablemente autodestructiva. Toda la historia de Europa y de Estados Unidos es una paulatina demostración de ello. El libro, en buena medida describe este fenómeno. De esta forma, los ideales colectivos de la nueva modernidad, relacionados con el progreso, la revolución, la utopía, el avance de la cultura mediante la ciencia y la tecnología, se vuelven contra la propia humanidad moderna, teniendo como hitos indesmentibles de ello a las dos guerras mundiales del siglo pasado. Pero, al igual que el capitalismo, las crisis de la modernidad no la debilitan, sino que la hacen más adaptable y, por tanto, perdurable. Posterior a la postguerra, la modernidad se privatiza, se vuelve nómada, pasa de la disciplina colectiva a la psiquis del deseo del consumo y la sobre exposición. Por lo mismo, su última revolución no se orienta hacia afuera, sino hacia adentro, hacia la rebelión contra uno mismo, como señala Han. ¿Una nueva forma de autoflagelación fanática, devocional, pero de signo contrario al oscurantismo medieval, de carácter tecnológico, hipermaterialista? Tal vez. Muestra el carácter de ser una nueva forma de dogmatismo del espíritu. Pero, si lo hipermoderno, entonces, es herencia de lo moderno, y lo moderno no pudo madurar lo suficiente en Latinoamérica, ¿cómo es posible que en Chile exista hipermodernidad tan evidente? Tal vez, porque somos laboratorio predilecto de los procesos autodestructivos propios de la modernidad auténtica del primer mundo. Y, si el mayor veneno del actual nihilismo es la alienación, ¿qué puede ser más alienante que una alienación importada? Que hasta nuestra alienación sea inauténtica es un signo tragicómico de nuestra actual situación histórica”.

¿Cuál es la realidad de la salud mental en el Chile actual?

“De acuerdo con el Observatorio de Salud Mental en Chile de marzo 2024, los diagnósticos por trastornos en salud mental alcanzan un 61%. Sin embargo, como se ha señalado, la autopercepción de la calidad de vida es buena, calificando casi como excelente. Por tanto, la ironía abunda. Debiéramos considerar esta contradicción como un macro indicador de que, aquello que se denomina hoy en día con tanta frecuencia como salud mental está, en el Chile del siglo XXI, en un estado extraño, por decir lo menos. Tan cómico como trágico; rendimiento y cansancio”.

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