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Entrevista: “Diría a los adolescentes que vivir sin leer es peligroso”

Con “El hombre flaco canoso y la mujer de las cejas pintadas”, María Elena Santolaya se instala en la narrativa chilena contemporánea. “La finitud de la vida me afecta más de lo que quisiera”, enfatiza (por Mario Rodríguez Órdenes con fotografía de Jaime Miranda)

María Elena Santolaya estudió en el Colegio Sagrado Corazón, en Rancagua, donde nació.  Después se fue a vivir a Santiago, a estudiar Medicina a la Universidad de Chile.

El mundo de la literatura tiene mucho de magia. Y entre sus caminos se cruzan libros, autores y lectores.

Siendo adolescente me deslumbró “Servidumbre humana” de Somerset Maughgam. Quise imitar la vida del protagonista, Felipe Carey, y durante años usé ese nombre como mi seudónimo. Es lo que me pasó ahora con “El Hombre flaco canoso y la mujer de las cejas pintadas” (Editorial Forja, 2023), notable libro de cuentos de María Elena Santolaya. La lectura de “El hombre flaco…” me llevó a mis lejanas lecturas de Maughan, maestro del cuento corto.

La lectura te abre la mente a mundos insospechados. También te conecta profundamente con otras personas y permite construir un pequeño mundo. Muchos la llaman el vicio impune. También es refugio en tiempos de turbulencias, compañera fiel en medio de la soledad y las penurias. Además de un goce intelectual que nos acerca a lo mejor de nosotros.

María Elena Santolaya de Pablo, es médico pediatra e infectóloga. Ha tenido una vida profesional vinculada al doctor de Niños, Luis Calvo Mackenna y a la Universidad de Chile. Su primer libro de cuentos “Tercer Tiempo” lo publicó el año 2020.

Con justeza, el escritor Gonzalo Contreras ha señalado: “La prosa de María Elena Santolaya tiene aplomo, decisión, es esencialmente narrativa. “El hombre flaco y la mujer de las cejas pintadas” posee este brío narrativo, que no titubea y ataca con determinación la cuestión narrada. Los temas de este libro son diversos y variopintos, desde los de raigambre rural, que alcanzan altos niveles de sensibilidad y ternura, donde destaca “Botones de madreperla”, o los de temáticas más complejas, como “Jacarandá”, que se adentra en las secuelas de la tortura practicada durante la dictadura, o más cosmopolitas, como “En Silencio”, una singular historia de pareja. Pero donde destaca la prosa de nuestra narradora, es en aquellos donde aborda la sensibilidad femenina, adolescente o infantil, que constituyen finísimos y perspicaces estudios de la naturaleza femenina y que alcanzan una decidida hondura narrativa”.

El propio Pablo Azócar al referirse a la narrativa de María Elena ha señalado:” ¿Por qué conmueven los personajes de estos cuentos? ¿Dónde se enquista la emoción? Es la ternura quizás, el estoicismo, el sencillo amor, cierto desamparo, cierta tenacidad, cierta soledad sin redención”.

Por su parte el escritor Pablo Simonetti enfatiza: “Una ternura casi sobrenatural abriga a los personajes de estos cuentos, alimentada sin duda por la suavidad con que la prosa de María Elena se desenvuelve en cada relato, incluso al contar de los momentos más trágicos a los que me puede enfrentar la vida”.

Por mi parte, la lectura de María Elena fue un flechazo fulminante. Estoy seguro que seguiré leyendo a María Elena en esas noches desveladas que me acosan.

María Elena ¿cómo se encuentra con el mundo de la literatura?

“En el mundo de la literatura me siento cómoda, feliz, en las dos veredas, la de lectora y la de escritora. Dentro de la literatura, me gusta la ficción, me parece necesaria para vivir la cotidianidad de una forma más atractiva. Los libros otorgan espacios de fantasía y hacen que los horizontes se amplíen. A través de un buen libro se puede viajar, soñar e imaginar. Eso sin duda es bueno para la vida”. 

¿En qué momento se inclinó por los cuentos?

 “Siempre he sido aficionada a los cuentos, me parece un género literario fascinante. Se necesita un buen primer párrafo para que el lector se sienta cautivado, después es necesario desarrollar un conflicto y me parece clave llevar de la mano al lector dentro del cuento, para que se involucre con los personajes, los quiera, los defienda, los deteste, tome partido por unos o por otros. Considerando que el formato del cuento es relativamente corto, el lector tendrá un trabajo de imaginación, de interpretación y leerá la historia y su final desde su propia experiencia”.

¿Algunas influencias decisivas en su formación? Tal vez Edgar Allan Poe o Julio Cortázar, maestros del cuento…

“Hay grandes cuentistas en la literatura. Mencionaría a Chéjov, a Cortázar, a Hemingway. Ahora, mi favorita es Alice Munro, que es capaz de introducirte en sus historias haciendo que el resto del mundo desaparezca y no quieras moverte sino hasta terminar el cuento. Imposible dejar a Alice Munro a mitad de camino”.

María Elena, entiendo que la lectura fue su pasión desde niña. ¿Quién se la incentivó?

“Me incentivó mi madre, Rufina de Pablo, que era una gran lectora, me estimuló el colegio. Estudié en el Colegio Sagrado Corazón, en Rancagua, donde nací y viví hasta que me vine a Santiago, a estudiar Medicina a la Universidad de Chile y finalmente me incentivé yo misma, una vez que aprendí a leer supe que podía poner forma, color e imágenes a las historias sin ninguna limitación”. 

¿Qué recomendaría para estimularla en los niños?

“Recomendaría mantener a los niños conectados a los libros desde muy pequeños. Habituarlos al objeto físico del libro, que elijan ellos de acuerdo a colores y formas, a figuras. Luego viene el contenido, recomendaría que hubiese cuenta cuentos en los jardines infantiles y en los colegios. Les diría a los adolescentes que vivir sin leer es peligroso, porque los obliga a conformarse con la realidad”.

María Elena, ¿qué libros han sido decisivos para usted?

“Todos, de alguna forma. Muchas veces me quedo pegada en un párrafo, en la forma que un escritor logra hacerme sentir algo, un olor, un sabor, sin duda un sentimiento. Hay una manera mágica en que los libros buenos se quedan en el alma. Cuando un libro se termina y era bueno, siento pena, quiero tenerlo más tiempo conmigo. Si tuviera que mencionar algunos, se me viene a la cabeza ‘Seda’, de Alessandro Baricco, notable relato que cuenta la historia de Hervé Joncour, un joven militar que se dedica a viajar a Japón en busca de larvas de gusanos de seda. Los viajes se suceden y paulatinamente aumenta su atracción por la principal cortesana del señor feudal japonés, con el que comercia la venta de larvas. La obra completa De José de Saramago, particularmente ‘Ensayo sobre la ceguera’, y ‘A la sombra del árbol violeta’, de Sahar Delijani. Hay muchos más, ciertamente. Estos tres aparecieron quizás por la maravillosa forma en que están contados”.

Su experiencia durante la pandemia, ¿ha pensado en plasmarla en algún relato?

“Ineludiblemente mi experiencia como médico está en lo que escribo, cómo lo escribo y desde donde lo expreso. Creo que mi experiencia en la pandemia y la del conjunto de la sociedad, necesita decantarse más, para no escribir lugares comunes, sino que tratar de darle una mirada crecedora, futurista, algo distinto más allá de lo que ya se ha escrito”.

Ha escrito: «la pediatría nos muestra la vulnerabilidad de los seres humanos». ¿La afecta la finitud de la vida?

“La pediatría efectivamente nos enfrenta profundamente a la infancia, que es una etapa vulnerable. La finitud de la vida me afecta más de lo que quisiera, la tengo presente, es una de las pocas certezas que en verdad tenemos los seres humanos. Tener conciencia de la finitud de la vida hace que nos movilicemos e intentemos alcanzar nuestros sueños. Quizás no hay un mañana para eso”. 

Sé que prepara una novela. ¿Qué nos podría adelantar?

“Estoy escribiendo una novela que me tiene encantada. Transcurre en Chile y en España, va desde la década del 40 a más menos los años 90. Es un trabajo luminoso que ya está en mi cabeza y que poco a poco va fluyendo al papel”.

¿Cómo ha sido su experiencia con los talleres literarios?

“En los últimos años he hecho un taller literario semanal y personal con el escritor Pablo Azócar. (autor, entre otras obras, de ‘Natalia’, con la que ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago, en 1991). Ha sido un espacio de creatividad, de trabajo arduo y de profunda alegría, en que hemos avanzado, retrocedido, profundizado, buscado la plenitud del relato hasta quedar los dos satisfechos con el resultado. Ha habido espacio para emocionarse y sobre todo para crear y buscar la nota y el tono necesarios para dar vida a los personajes, a sus entornos y a sus emociones, de manera de trasmitir ese sentimiento al lector”. 

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