María Asunción Requena fue una de las voces más singulares del teatro chileno del siglo XX. “Feminista sin estridencias”, de Juan Andrés Piña, es una emotiva biografía de una creadora imprescindible (por Mario Rodríguez Órdenes)

Juan Andrés, ¿cómo surge su interés en María Asunción Requena?
“En mi escritura sobre la historia del teatro en Chile (dos volúmenes, 1890-1940 y 1941-1990) y en mis investigaciones sobre dramaturgia chilena, fui conociendo a una autora teatral sólida, de grandes ideas respecto de la identidad nacional y que enfatizaba sobre el papel de la mujer en el desarrollo social de Chile. Posteriormente, en 2019 publicamos en editorial RIL sus Obras completas, donde tuve oportunidad de adentrarme en variados aspecto de su personalidad”.
Siendo una de las voces más singulares del teatro chileno del siglo XX, ¿por qué ha sido relegada?
“No creo que fuera ‘relegada’, aunque sí poco considerada en los estudios, ponencias e investigaciones sobre dramaturgia chilena. Lo atribuyo al descuido de aquellos historiadores y a su ignorancia. Además, María Asunción nunca trabajó en su promoción personal ni sostuvo una postura política categórica: era una mujer tímida, recatada, lejana a las teorizaciones y a los discursos”.
¿Qué lo motivó a escribir “Feminista sin estridencias”?
“Cuando trabajé en sus Obras completas tuve mucho material en relación con aspectos personales de su vida, relatados por su segundo marido, el poeta y director teatral Raúl Rivera. Encontré ahí una historia de vida intensa, plena de luchas, alguien que discretamente combatió los prejuicios de su época y relevó el papel de la mujer en la sociedad chilena”.
Sus padres primeramente llegan al sur de Argentina. ¿Qué circunstancias los llevan a Chile?
“Su padre, Blas, era alicantino y vino desde España a América buscando trabajo, como tanta gente en esa época. Después de casado con Teresa Aizcorbe en Argentina, se asentó en Buenos Aires y como no le fue bien con sus trabajos, debió aceptar la administración de unas tierras en la lejana Punta Arenas. Cuando llegaron allá, María Asunción tenía apenas cuatro años”.
¿Qué importancia tuvo para María Asunción conocer a Gabriela Mistral?
“Gabriela Mistral fue directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas por algo más de dos años, justo cuando María Asunción estudiaba ahí. Tuvo una influencia indirecta sobre ella: contrató a su madre para que hiciera clases de costura y confección, ya que era su trabajo habitual”.
¿De qué manera el desarraigo influyó en su obra?
“La vida de María Asunción estuvo marcada por el desarraigo: a los trece años estuvo estudiando en Alicante por más de cinco años, después entró a la Universidad en Santiago, volvió a Punta Arenas, se instaló nuevamente en Santiago y en 1974 se fue al exilio en Francia del cual nunca regresó: falleció en 1986, a los 75 años. Cada desarraigo marcó su obra dramatúrgica, convirtiéndose en uno de sus temas esenciales, incluso en sus cartas personales y en los poemas que ocasionalmente escribiría. En muchas de sus creaciones aparece con insistencia este peregrinaje desde las raíces hasta zonas alejadas, la pérdida de la patria sin haber tenido otra alternativa”.
¿Por qué fue tan importante Alicante en su formación como escritora?
“En Alicante la sorprendió la adolescencia y, como tantos, comenzó entonces a escribir poemas y cuentos que circulaban entre los parientes. Fue un período que siempre recordaría con nostalgia, porque ella y su hermano Luis se adaptaron muy bien a la vida española. Sin embargo, con los años el padre perdió todo su dinero (era un ludópata empedernido) y acumuló tantas deudas que debió volver forzadamente a Punta Arenas”.
A su regreso a Chile, ¿por qué decide estudiar odontología, en 1931?
“Esa era su vocación ‘científica’, y como una forma de ayudar a la gente, que era una preocupación esencial de su personalidad. De hecho, su especialización fue odontología infantil y trabajó siempre en hospitales públicos”.
¿Cómo formó su propia familia?
“En 1939 se casó con Miguel Córdova, doctor en Química Farmacéutica, y tuvieron tres hijos: Nena (Asunción), Miguel y Rodrigo. Con los años se vio que este matrimonio no funcionaba y en 1952 María Asunción tomó una decisión muy radical para la época: decidió divorciarse y venirse a Santiago con sus tres hijos y encontrar ahí un mundo distinto, otras personas, otra vida”.
En 1948 gana un importante premio en Punta Arenas. ¿Dónde radica su importancia?
“Ese año se celebraba el centenario de la ciudad y la municipalidad organizó un concurso literario que ofrecía buenos premios para las mejores creaciones en el área de la novela y la poesía. Entonces, María Asunción concursó con su libro Poemas y ganó el Premio Municipal del Centenario. Fue importante para ella, un gran aliciente que le otorgó una cierta seguridad en su vocación por el mundo de las letras, un camino posible, una ruta paralela a su profesión médica”.
Obras como Fuerte Bulnes, El camino más largo, Chiloé, Cielos cubiertos y Pan caliente, ¿qué Chile muestran?
“Esencialmente un país de gente más bien humilde, unos héroes anónimos cuya gran proeza es sobrevivir día a día, luchando contra las adversidades y los prejuicios, en medio de una atmósfera de solidaridad”.
Sus obras tienen personajes femeninos inolvidables. ¿Qué los hace destacarse?
“En general se trata de mujeres fuertes, inolvidables, entrañables, poseedoras de una serena intuición de sus derechos, que sacan adelante a la familia contra todos los obstáculos de la vida cotidiana”.
¿Ella fue una feminista avanzada?
“Sus obras las protagonizan estas mujeres luchadoras y en ese sentido son originales en el panorama teatral de las décadas del 50 y 60, ya que los dramaturgos de aquellos años (esencialmente hombres) casi no presentan personajes de esas características. Sin embargo, María Asunción no era teórica en estas materias, jamás firmó proclamas ni declaraciones ‘feministas’, ni menos tuvo una militancia política. Sus obras hablan por lo que ella nunca dijo públicamente y esto tiene más elocuencia que cualquier arenga de corte reivindicatorio. Hubo en ella una posición feminista, sin duda, aunque sin estridencias”.
En 1973, María Asunción y Raúl Rivera eran profesionales asentados y reconocidos. ¿Cómo la tragedia de 1973 les cambió la vida profundamente?
“Se produjo un cambio radical, porque Raúl fue despedido de la Universidad Técnica, donde era el director del grupo Teknos, María Asunción fue también exonerada del hospital infantil donde trabajaba y, lo peor, supieron que ella estaba en una ‘lista negra’ acusándola de extremista y que en cualquier momento la podían detener. Por supuesto, los cargos eran tan absurdos como infundados y obedecían a venganzas de algunos colegas. Entonces, aprovechando que les habían extendido hacía un tiempo una invitación a Francia, decidieron irse en febrero de 1974. Por cierto, al tomar el avión rumbo a París ella no sospechó que jamás volvería a Chile”.
¿Cómo fueron los últimos años de María Asunción?
“Después de estar un par de años en París, sin trabajo, consiguieron que los contrataran en la ciudad de Lille: ella en el hospital y Raúl en el Teatro de la Ópera. Paralelamente escribía una obra llamada Oceánica y Dulce Patagonia, publicada, aunque nunca estrenada. A mediados de 1985 se descubrió que estaba aquejada por el virus de la hepatitis B, una enfermedad incurable. Falleció en marzo de 1986, a los 75 años. Sus restos descansan en el Cementerio de Lille-Este”.
Raúl la sobrevive y usted tiene la oportunidad de conocerlo en el año 2001. ¿Cuál fue el propósito de ese encuentro?
“En ese tiempo yo era editor del sello Zig-Zag, y desde ahí iniciamos una ampliación del catálogo de una colección llamada Viento Joven, dedicada a la literatura infantil y juvenil, que incluirían obras de la dramaturgia universal y chilena. Obviamente debería estar María Asunción Requena. Mi interés era hacer un volumen que contuviera Fuerte Bulnes y Chiloé,Cielos cubiertos. Indagué quién representaría los derechos de la dramaturga y después de muchas pesquisas conseguí dar con las señas de Raúl Rivera, heredero de aquellos derechos”.
¿La obra de María Asunción sigue vigente?
“Estoy seguro de que sí, porque muchos de sus temas tienen como eje central conflictos vigentes relacionados con las mujeres: su falta de reconocimiento laboral y económico, su heroísmo anónimo, su marginalidad en la participación política, su soledad, entre otros. Si no se montan sus obras, al menos hay que leerlas”.








