Tras una larga experiencia en Gendarmería, Luis Obreque acaba de publicar “Angol. Algunos apuntes para su historia”. “El hacinamiento es un flagelo, sufrido por la población penal y la institución encargada de administrar los penales y su seguridad”, enfatiza (por Mario Rodríguez Órdenes)
La radiografía sobre las cárceles chilenas es preocupante. Para algunos estudiosos, una bomba latente en la sociedad chilena. Un reciente estudio elaborado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos precisa que el hacinamiento sigue siendo uno de sus mayores problemas. En la década de los 70’, una época difícil en la historia de Chile, tuve la ocasión de conocer a dos personas de excepción en la cárcel de La Serena.
El capellán Adrián Hamel Durand, sacerdote belga, y al entonces teniente José Gustavo Montanares, que consideraban su tarea un servicio, siempre respetando la persona. En consecuencia, mantuvieron condiciones de humanidad en esos ambientes adversos.
En esa tarea de servicio se inscribe Luis Obreque Vivanco, suboficial mayor de Gendarmería y diácono que acaba de publicar “Angol. Algunos apuntes para su historia” (Ediciones del Coigüe, 2024). Durante la conversación con Diario Talca, Obreque, que se encuentra en situación de retiro, le toma el pulso al estado de las cárceles chilenas y al rol del Estado.
Luis Enrique Obreque Vivanco (Angol, 1968)) ingresa en 1987 a la Escuela de Gendarmería de Chile para cursar el año académico y egresar como gendarme, siendo destinado al Centro de Readaptación Social Metropolitano de Colina, ahora conocido como Colina 1. Tras una larga carrera la culmina con el grado de suboficial mayor, en marzo de 2017. Paralelamente desarrolló su carrera de escritor y en el año 2016 recibe la ordenación de diácono. Actualmente reside en Angol.
Luis Enrique, ¿es posible la rehabilitación en las cárceles chilenas?
“Desde mi experiencia creo que sí, cuando se vence el círculo vicioso de: delito, condena, libertad, falta de oportunidades, nuevo delito, nueva condena, nuevamente libre, y así, sumando a ello la mentalidad de quienes delinquen, la mayoría refractaria del sistema, ya que son pocos los que cumplen una condena y cambian su vida radicalmente. En mi caso he visto esta evolución positiva en una gran mayoría, a quienes vigilé y atendí los veo ahora trabajando, con familia, buenos ciudadanos, algunos siguen su vida delictual, pero son los menos. Gendarmería de Chile ha creado diversas opciones o programas que persiguen lograr la rehabilitación, cursos de la más diversa índole para conseguir un oficio, programas psicosociales, atención a los egresados del sistema cerrado, instancias de negocios con lo que producen, preparación para el mundo laboral, en fin, cada uno sabrá tomar lo que le sea útil, la idea es que encuentren, una vez afuera, las oportunidades de reinserción que muchas veces les es negada en vista de su pasado. Sin embargo, gracias al trabajo de Gendarmería y sus redes de apoyo se ha logrado vencer la desconfianza y muchos ex internos o internas han logrado reinsertarse y ejercer un oficio o una profesión como cualquier ciudadano. Como dato, en todos los sistemas hasta 2021 habían permitido participar en programas de intervención a cerca de 8.000 internos/as, de 142 mil internos del mismo sistema”.
¿El hacinamiento es el gran factor que juega en contra?
“El hacinamiento es un flagelo, una bestia negra, sufrido por la población penal y la institución encargada de administrar los penales y su seguridad. Pese a la construcción de nuevos y modernos penales, vamos quedando cortos, la reincidencia, los nuevos delitos o crímenes, hacen que los penales antes holgados o sin hacinamiento límite, presenten en la actualidad una creciente población penal en el sistema cerrado. Esta crisis subsistirá siempre por el creciente número de personas en prisión preventiva”.
¿Qué lecciones dejó la tragedia en la cárcel de San Miguel el año 2010?
“El incendio del Centro de Detención Preventiva de San Miguel, marcó profundamente, estoy seguro, el alma de cada gendarme de Chile, nadie quiere que se produzca una tragedia como aquella del 8 de diciembre de 2010, y se tomaban y se siguen tomando todas las providencias o previsiones que se estimen, partiendo de la base que la población penal es imprevisible. Aquel día fuimos estremecidos por las informaciones que se vertían a través de los medios de comunicación, la vivimos desde el sur con el mismo dolor que aquellos que la vivieron en directo, el personal que cumplía funciones la noche de la tragedia y que fue prejuzgado en su actuar sin conocer la realidad del momento, sistemas contraincendios precarios, falta de elementos como redes secas o húmedas, mangueras, o una preparación básica, la infraestructura y disposición de escalas, colectivos, que eran los lugares donde pernoctaban los internos, la cantidad de personal de servicio. La actualidad dista enormemente de aquella vivida en 2010. La institución inició un gran proceso de formación de personal para surtir las Brigadas de Incendios, se adquirió moderno material e insumos para el mismo fin, de ampliaron redes secas y húmedas, se dotó a las unidades de estanques de agua especialmente para el combate de siniestros derivados del fuego, se realizan simulacros con apoyo de Bomberos, SAMU y otros organismos de emergencia. En la tragedia, considerada la peor tragedia en la historia de Gendarmería, murieron 81 personas”.
Luis Enrique, ¿cómo surge esta pasión por la historia?
“Siempre me ha gustado la historia, por lo que mi trabajo de investigación podríamos decir que es permanente, desde ahí se fue conformando una historia de Angol, que traté de completar lo más posible con hechos relevantes del acontecer local, que se ha traducido en un importante volumen de pocos más de trescientas páginas. También preparo un texto sobre la historia de la Diócesis de Temuco, que pronto verá la luz”.
En otro de sus libros tuvo un papel clave un talquino…
“Efectivamente. Cuando serví en una Unidad de Santiago, tuve la oportunidad de trabajar en el Museo de Gendarmería de Chile, donde pasaba tardes enteras, puesto que el director de la Escuela, mi estimado coronel Rafael Arriagada Arellano, talquino, que era donde estaba el museo, me autorizó a ingresar para estudiar e investigar, ese fue el germen para la consecución del querido proyecto del libro ‘Los Servicios Penitenciarios en Chile, una mirada a su Historia’”.
Sucintamente, ¿cuál es el contenido del libro?
“El libro ‘Los Servicios Penitenciarios en Chile: una mirada a su historia’, abarca desde la Colonia hasta en año 2009, son apuntes históricos sobre el desarrollo de la instituciones encargadas de la administración penitenciaria, partiendo por la Guardia Especial de la Penitenciaría de Santiago, en 1871, germen de toda institución penitenciaria en Chile, de ahí a las Guardias Especiales en cada cárcel del país, que en 1911 se fusionaron en la Gendarmería de Prisiones, haciendo de ellas una sola institución.
Luego los Carabineros de Prisiones, desde 1929 una fusión de Carabineros con la Gendarmería de Prisiones, experimento de Ibáñez, que afortunadamente duró hasta 1931. Tras la caída de Ibáñez, el gobierno provisorio encabezado por Manuel Trucco derogó a los Carabineros de Prisiones estableciendo que se retornara a la Gendarmería de Prisiones. Sin embargo, en 1932 pasa a denominarse Servicio de Vigilancia de Prisiones a la que se intentó dar un tinte civil, en la nomenclatura de grados ya no habría ni oficiales ni suboficiales, sacando los términos castrenses que recién se recuperan a partir de 1939 cuando retornan las denominaciones castrenses de los grados (…).
En 1960 el presidente Alessandri crea el Servicio de Prisiones que se mantuvo hasta 1975, cuando el Gobierno Militar, vuelve a la antigua Gendarmería, esta vez será Gendarmería de Chile, como se mantiene hasta ahora”.
En esta larga mirada, ¿qué alcances haría?
“Gendarmería tiene antecedentes más que suficientes para ser reconocida como Institución, y no como hasta ahora se conoce, como un servicio. Si podemos hacer un resumen, están el Ejército de Chile, fundado a partir de 1810, la Armada de Chile, el mismo año y la Guardia Especial de la Penitenciaría de Santiago, creada en 1871, la primera institución penitenciaria de Chile, que fue germen para que en 1911 el presidente Barros Luco fundara la Gendarmería de Prisiones, es decir, es la tercera institución armada fundada en el país, así de importante, porque Carabineros de Chile fue fundado en 1927, la Fuerza Aérea en 1930 y la Policía de Investigaciones en 1933”.
¿Considera que el Estado invisibiliza la problemática de las cárceles chilenas?
“El Estado mira a Gendarmería de Chile como el pariente pobre. Siempre se conoce de aumentar presupuestos a las policías, recursos materiales, vehículos, armamento, protección balística. Y de Gendarmería de Chile nadie habla cuando se trata de aumento de presupuestos o recursos. Debe resignarse a seguir el común de los servicios, la Ley de Presupuestos, con sus falencias en el reparto de los recursos. Algo se ha hecho en los gobiernos desde 1990, entonces don Patricio Aylwin fue el primer presidente de la República en preocuparse realmente de Gendarmería de Chile, su personal, medios y recursos para el desarrollo de su delicada labor, digno de recordar, reconocer y agradecer. La institución es un actor principal o relevante en la seguridad pública”.
¿Sucede algo similar con el personal uniformado y civil de Gendarmería?
“La experiencia me ha dejado claro que el personal penitenciario, uniformado o civil, resulta el pariente pobre en cada iniciativa de mejoramiento de las condiciones penitenciarias. Todos los recursos se dirigen a la población penal, con programas y políticas enfocadas a los internos e internas. El personal está ajeno a todo mejoramiento de su vida personal, en cuanto al servicio, si ha sido afectado psicológicamente por razón de su servicio debe esperar ser tratado por una dupla que lo atiende telemáticamente, no hay recursos para asegurar la atención profesional inmediata, oportuna y continua. Y como se dice popularmente ‘hay que arar con los bueyes que hay’”.
¿A qué cree que se deba la alta reincidencia de las personas que han estado en la cárcel?
“A lo mismo que señalé cuando me referí a si es posible la rehabilitación, falta de oportunidades, trabajo para quienes salen del régimen cerrado (…) Otra causa se debe a quienes no tienen otra forma de vida, han hecho del delito o el crimen su vida y funcionan alrededor de eso, con las implicancias de ir aumentando en la cantidad y calidad de sus acciones, una vez puede ser un hurto, luego u robo con violencia, hasta el tráfico de drogas o algo superior, ellos son refractarios a todo proceso de reinserción o lo toman con tal de lograr un beneficio intrapenitenciario”.
¿Qué evaluación tiene del funcionamiento de las cárceles concesionadas?
“Sobre ellas conozco medianamente la realidad de la Unidad concesionada de Puerto Montt, he estado allí, de paso, hay ofertas de servicios profesionales lo que garantiza que cada interno reciba las atenciones que requiera, enfermería, médico, servicio social, psicólogo, área laboral, en fin. El personal tiene, mientras está de servicio, alimentación, lugar donde dormir, estacionamientos gratuitos, sin embargo, se le cobra alimentación, estacionamiento y lugar para pernoctar si está franco, al menos así era cuando visité el Complejo Penitenciario de Puerto Montt. La modalidad de concesiones es buena para el sistema en general, ordena cada responsabilidad, hay recursos y medios inmediatos cuando se requieren, hay gran oferta de profesionales en cada área”.
Por último, usted es diácono de la Iglesia Católica ¿surge ese llamado tras sus treinta años en Gendarmería?
“Puedo decir que además de un largo proceso, fue un llamado permanente, y la vocación estuvo siempre presente. Sin embargo, no pensé recibir la consagración diaconal, hasta que comenzó a ser una opción desde que conversará conmigo y mi familia el párroco de entonces, presbítero Sandro Leonelli, que me consultó si estaba dispuesto a iniciar estudios en la Escuela del Diaconado Permanente. Con la aprobación de mi familia, muy necesaria para ser diácono, comencé un nuevo camino de cerca de seis años de estudios, culminando el 14 de agosto de 2021 con la ordenación. Y ahí estamos ahora sirviendo a los hermanos y hermanas de mi parroquia y en otras parroquias cuando lo solicitan los párrocos. Un año antes de mi retiro comencé la formación para el diaconado”.