Como potencia mundial, Estados Unidos siempre está atento a lo que pasa en el mundo. “Por los ojos del águila. La transición democrática chilena vista desde el gobierno de los Estados Unidos 1981 – 1994” (Editorial Catalonia, 2022), del doctor en historia Pablo Rubio Apiolaza, analiza diez años cruciales.
Pablo Rubio Apiolaza (Santiago, 1981) es investigador de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Es doctorado en historia de la Georgetown University y doctor en historia contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid y la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Ha ejercido la docencia en la Universidad Andrés Bello, Austral de Chile, Universidad Católica de Valparaíso y Universidad de Santiago de Chile. Entre sus libros destacamos: “Los civiles de Pinochet. La derecha en el régimen militar 1983 – 1993 (2013)” y como coautor “Constituciones chilenas de 1833, 1925 y 1980. Historia, instituciones y debate constituyente” (2021).
Pablo, ¿cómo surge “Por los ojos del águila”? ¿Qué materiales y testimonios poco conocidos pudo revisar?
“El proyecto surge por una necesidad de comprender internacionalmente la transición a la democracia en Chile, respecto a los factores locales, pero también considerando el contexto global, y la estrategia de los Estados Unidos en este momento de fines de la Guerra Fría. El libro se desarrolló con el apoyo de la Universidad de Georgetown y de una beca que obtuve por parte del gobierno chileno. Respecto a los materiales, se examinaron y analizaron documentos desclasificados de distintos organismos, cuerpos colegiados y agencias estatales estadounidenses, como el Departamento de Estado, Departamento de Defensa, el FBI, la CIA, el NSC y de la propia Casa Blanca y sus altos funcionarios. La gran masa documental se extrajo desde el Archivo de la Seguridad Nacional y custodiados por la Universidad George Washington.
También se consultaron documentos personales y oficiales de embajadores y funcionarios diplomáticos estadounidenses, material procedente de las bibliotecas presidenciales de Ronald Reagan y de George H. W. Bush, ubicadas en California y Texas, respectivamente. Se entrevistaron seis personajes de alto rango en el diseño y ejecución de la política exterior norteamericana en distintos momentos de nuestra historia reciente: Bernard W. Aronson, Peter DeShazo, Arturo Valenzuela, John D. Negroponte, Michael G. Kozak, además incorporando a Verónica de Negri, madre de Rodrigo Rojas”.
¿Qué importancia tuvo la influencia de Estados Unidos en la caída de Allende?
“La caída de Allende se inscribe en la Guerra Fría como contexto predominante, por lo tanto, sí tuvo una influencia esencial en el fin del gobierno de la Unidad Popular, lo que ha sido probado con documentos oficiales (Comisión Church). Chile se transformó en un caso emblemático tanto por lo inédito del gobierno de Allende, como por el Golpe de Estado de 1973”.
Si compartimos que Estados Unidos no puede ser ajeno a lo que pasa en Chile, ¿qué rasgos tiene esa influencia en el Chile de hoy?
“En el Chile de hoy los contextos han cambiado, ya no son los mismos de hace treinta años. A nivel económico, Estados Unidos ya no detenta una hegemonía tan clara en el mundo, compitiendo con China a nivel comercial y geopolíticamente. Esta disputa se da en el ámbito de las relaciones económicas en América Latina y Chile, por lo cual, para Estados Unidos, la cooperación económica y el intercambio en múltiples áreas, son los elementos esenciales de preocupación. A nivel político, Estados Unidos -principalmente por parte del ex secretario de Estado Mike Pompeo- manifestó cierta preocupación por el estallido social de 2019 y sus niveles de violencia, pero una vez estabilizada la situación las preocupaciones volvieron a ser las económicas. En general, después de 1990, la visión de Estados Unidos se fundamenta en una alta valoración de la democracia y las instituciones chilenas, además de su régimen económico”.
La tesis de la publicación plantea que entre 1981 y 1994 Estados Unidos decide abandonar paulatinamente a la dictadura chilena. ¿Qué factores fundamentales permitieron ese giro?
“Entre los factores internos, se puede señalar la inestabilidad económica desde la crisis de 1982-1983, que podría provocar un colapso del régimen. Este elemento podría afectar la estabilidad que la dictadura garantizaba para los Estados Unidos no sólo en clave local, sino que regional. En segundo lugar, el aislamiento del régimen de Pinochet, principalmente desde la segunda mitad de los ochenta; esto era inconveniente ya que toda Sudamérica (excepto Paraguay), ya tenía gobiernos democráticamente electos desde 1985; tercero, el surgimiento de una izquierda radical y armada, identificada con el Partido Comunista y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y otros grupos, que amenazaron al régimen y activaron los miedos de Estados Unidos de que el colapso del régimen diera paso a una ‘nueva Nicaragua’, pues uno de los principales temores de los norteamericanos era repetir la experiencia de la Revolución Sandinista de 1979, que amenazó su posición en Centroamérica. Todos estos elementos, explican que Estados Unidos y el presidente Reagan pasaran de un respaldo a una crítica y un abandono del régimen de Pinochet, incentivando así la recuperación democrática”.
¿En qué fuerzas sociales y políticas se apoyó Estados Unidos para promover la democracia en Chile?
“En fuerzas de todo el espectro político, pero principalmente en la centro-izquierda, encarnada primero en la Alianza Democrática (1983), y luego en la Concertación de Partidos por el NO (1988). Esta alianza moderada, que ofrecía un camino institucional y que daba garantías de la mantención del modelo económico del régimen -que era fundamental para el interés de Estados Unidos- fue la principal herramienta política local sobre la cual el gobierno de Reagan sustentó sus estrategias. Dirigentes como Ricardo Lagos, Gabriel Valdés y Andrés Zaldívar, entre otros que tenían lazos con políticos norteamericanos especialmente con el Partido Demócrata y el Congreso norteamericano, fueron claves para dar esa certeza”.
¿Por qué fue tan relevante la influencia del embajador Harry Barnes?
“Barnes fue un protagonista central de esta historia, pues fue quien llevó a cabo la estrategia de Reagan y de su Secretario de Estado George P. Shultz, quien lo nominó en el cargo con el objetivo claro de promover en Chile la transición a la democracia, ofrecer garantías de respeto a los Derechos Humanos e incentivar un gran consenso nacional que asegurara la construcción de una democracia estable, alejada de los extremos ideológicos”.
¿En qué consistió ese apoyo?
“El embajador Barnes estableció contactos con políticos de la oposición, movilizó apoyos internacionales, inició conversaciones con el empresariado, sociedad civil, y también con dirigentes moderados del régimen incluyendo a las Fuerzas Armadas, para demostrar su descontento con Pinochet y su figura. El plebiscito del 5 de octubre de 1988 fue parte central de esta estrategia, para lo cual Barnes activó su acción de apoyo a la oposición, aunque oficialmente demostraba neutralidad por el proceso. El gobierno de Reagan otorgó respaldo económico y diplomático, y finalmente político, a través de múltiples vías, a la opción No”.
Pablo, ¿quién era Harry Barnes?
“Era un embajador de carrera que tuvo destinaciones en países tan diversos como la Rumania comunista o India. El Secretario Shultz, considerando su carácter, lo consideró para su misión en Chile”.
¿Cómo fue el encontrón que tuvo con Pinochet al presentar sus credenciales como embajador de Estados Unidos en Chile?
“Fue un discurso cargado de polémica que dejó atónito al general Pinochet, quien estuvo a punto de declararlo ‘persona non grata’, llamándolo como ‘Harry el sucio’. Si se recuerda su discurso del 18 de noviembre de 1985, Barnes sostuvo que: ‘Ambos países sabemos que la práctica de la democracia no es fácil. No puede la democracia permitirse ser nunca complaciente acerca de sus libertades e independencia. Pero en nuestros países, como algunas de nuestras grandes declaraciones han dicho, tenemos que concluir que los males de la democracia pueden curarse mejor con más democracia’. Y más adelante agregó que: ‘Tendré la oportunidad de observar, de primera mano, los procesos de estabilización de las instituciones democráticas permanentes en Chile, que la gente de mi país aprueba y apoya calurosamente’. Sin duda, para la dictadura militar, a la par de significar una intromisión en asuntos internos, estas declaraciones ciertamente no eran de su agrado”.
Barnes fue desafiante con la dictadura chilena. ¿Qué lo hacía sentirse tan seguro?
“Barnes contaba con el respaldo del secretario de Estado Shultz, de la mayoría del Congreso estadounidense incluyendo a demócratas y republicanos, de gran parte de la sociedad civil de ese país, que tenía en general en esa época, una negativa opinión del general Pinochet principalmente por la situación de los Derechos Humanos. En una región sudamericana en la cual se iniciaban procesos de restauración democrática (Argentina, Brasil, Perú, etcétera), respaldar a una dictadura no era bien visto en ciertos círculos. Además, la relación de mayor diálogo entre Reagan y Mijail Gorvachov, auguraba un privilegio del consenso sobre la violencia en las relaciones internacionales. En julio de 1986, su asistencia al funeral de Rodrigo Rojas de Negri -que había residido en Estados Unidos junto a su madre-, marcó de manera explícita su distancia con el régimen de Pinochet”.
¿La visita a Chile de Edward Kennedy en 1986 se inscribe en esa misma política?
“Ciertamente, pues fue una manifestación concreta de la oposición del Congreso estadounidense -una institución muy importante en aquel país- a la dictadura militar. Dirigentes importantes como Gabriel Valdés acompañaron a Ted Kennedy en esa visita, revelando la cercana relación del establishment del Partido Demócrata con la centro-izquierda chilena”.
Después de su retiro, ¿Barnes hizo recuerdos de sus años en Chile?
“Barnes dejó Chile en noviembre de 1988, un mes después del plebiscito. En sus declaraciones se muestra confiado en el proceso chileno, y satisfecho por la ‘misión cumplida’, que representaba para los Estados Unidos el inicio de un proceso electoral que representó un paso importante en el país. Luego de eso, Barnes se jubiló, dedicándose a actividades académicas. En sus entrevistas posteriores, por ejemplo, en una extensa realizada por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos un año antes de su muerte en 2012, Barnes recordó como una de sus grandes obras como diplomático, haber colaborado con el establecimiento de la democracia en Chile”.