“El problema ético y político de mayor envergadura en la historia reciente de Chile fue que para un sector de la sociedad superar los conflictos y diferencias suponía la ‘desaparición’ o la eliminación del otro”, precisan Mario Garcés y Nancy Nicholls (por Mario Rodríguez Órdenes)

La Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), fundada en 1975, jugó un papel clave en la defensa de los derechos humanos, en un Chile sumido en la barbarie tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973.
Al cumplirse 30 años de su fundación, se publicó, en el año 2005, bajo el sello editorial LOM, “Para una historia de los derechos humanos en Chile”. Acaba de publicarse una nueva edición a cargo de Mario Garcés Durán, doctor en historia por la Universidad Católica de Chile, y Nancy Nicholls Lopeandía.
Mario, ¿qué explica esta nueva edición?
“Es una decisión editorial, ya que la primera edición de 2005 estaba completamente agotada hace ya varios años. La nueva edición incluye dos nuevas presentaciones, la primera a cargo de Consuelo Contreras, directora nacional del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y la segunda a cargo de Claudio Nash Rojas, Doctor y profesor de Derecho en la Universidad de Chile”.
Cuando se habla de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la dictadura, los análisis se suelen concentrar en aquellas prácticas que condujeron a la muerte o desaparición de las personas. ¿Es necesario mirar más allá?
“Por cierto, las violaciones a los derechos humanos afectan a personas muy concretas, pero sus efectos alcanzan al conjunto de la sociedad. Y no solo en un sentido figurado, sino que, de manera muy específica, ya que infunden temor y favorecen el silencio en la sociedad. El terrorismo de Estado, que practicaron las dictaduras en América Latina, genera sociedades atemorizadas e indiferentes a la represión política que circula cerca de todos. Todo ello, sin contar que las dictaduras niegan sus crímenes y atrocidades”.
La FASIC instauró un programa médico psiquiátrico para las víctimas, ¿qué alcances tuvo?
“El Programa Médico Psiquiátrico de FASIC tuvo diversos impactos. En primer lugar, atendió a víctimas muy directas de la violación de los DDHH (ex presos torturados, sus familiares, exiliados, exonerados y cesantes); en segundo lugar, produjo conocimientos nuevos sobre la tortura y sus efectos; y, en tercer lugar, alcanzó un gran impacto en el plano internacional en diarios como Le Monde de Francia, así como diversas publicaciones (libros, entrevistas, informes) que en Chile apenas se conocieron.
La tortura, de acuerdo con los estudios de las profesionales de FASIC, constituía una de las relaciones más distorsionadas que se puede producir entre dos seres humanos. Para el torturador puede ser una forma de castigo –quebrar al detenido- como una forma de obtener una confesión prescindiendo de toda consideración humana por el detenido. Por su parte, el torturado es víctima de daños físicos que lo inhabilitan temporalmente y psicológicos que perduran el tiempo recordando lo vivido y temiendo su reiteración.
La tortura es la expresión de un mal radical o absoluto, como diría Hanna Arendt, la filósofa alemana”.
Al término de la dictadura ¿cómo continuó el trabajo la FASIC?
“Cuando se iniciaba la transición a la democracia, FASIC debió hacerse cargo de tareas que cumplía la Vicaría de la Solidaridad como la defensa jurídica de los presos políticos y el apoyo a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desparecidos, que se trasladó hasta la sede de FASIC, en la Calle Manuel Rodríguez, en Santiago.
Por otra parte, continuó prestando servicios terapéuticos a víctimas de la represión, así como apoyos sociales a los presos y sus familiares, becas de estudio para ex detenidos; apoyos a familias que retornaban del exilio.
Los efectos de la violación de los DDHH perduran en el tiempo, provocan rupturas importantes en los proyectos de vida de las víctimas. Siempre se requiere de alguna contención que puede surgir del entorno más inmediato de amigos, compañeros o familiares, pero también, en muchos casos, se requiere de apoyos profesionales más especializados cuando se trata de experiencias muy traumáticas”.
Mario, ¿qué consecuencias tuvo el horror desatado por la dictadura militar en la sociedad chilena?
“El horror, en primer lugar, cobró un importante número de víctimas fatales. Hoy, de acuerdo con los Informes de Verdad, los ejecutados y detenidos desaparecidos superan los tres mil casos; los detenidos y torturados alcanzan a más de 30 mil; el exilio va de 200 mil en las estimaciones más conservadoras a un millón si se suma el exilio político y el exilio económico. No sabemos cuántas personas fueron víctimas de allanamientos de sus poblaciones, se trata de varios cientos de miles en los primeros meses después del golpe y en los años ochenta en medio de las protestas nacionales.
El horror, por otra parte, contribuyó al temor, el silencio y la negación. Como todavía se dice en muchas familias, mejor no hablar de ese tiempo, es muy conflictivo, genera división. Se esconde la memoria, se hace como si no existiera.
El horror, por otra parte, hizo posible un cambio radical en la sociedad: cambió la economía, el Estado, las clases sociales, la cultura. De un país que tendía a la igualdad de derechos pasamos a un país desigual, individualista y organizado según la lógica del mercado. Todo se mide hoy por la relación costo-beneficio y se debilitaron diversos lazos sociales y comunitarios”.
¿Ha sido reparado?
“La reparación de los daños y las ofensas infringidas a muchos chilenos son muy relativas. La mayor parte del destino de los detenidos desaparecidos aún no lo conocemos; la Justicia ha tardado años en ejercerse y en algunos casos con penas reducidas por las Cortes; la impunidad protegió a muchos represores por años, por lo menos hasta la detención de Pinochet en Londres; la Ley de Amnistía nunca fue derogada; la complicidad de los civiles, en muchos casos, aún es un misterio; la derecha política nunca ha hecho un mea culpa, salvo contadas situaciones individuales, y cada vez que se siente amenazada reitera su vocación anti-democrática”.
La experiencia de la FASIC nos muestra la necesidad de dar una respuesta integral de protección a los derechos humanos. ¿Qué exige esta condición?
“Exige un ejercicio de reconocimiento de lo vivido y de un NUNCA MAS sincero, radical y convincente. Este ejercicio en Chile ha sido muy débil, lo más simbólico tal vez sea cuando Patricio Aylwin presentó al país el Informe Rettig y pidió perdón a las víctimas a nombre del Estado.
En realidad, hubiésemos requerido de un gran ejercicio colectivo de memoria y reconocimiento de la verdad con relación a la violación de los DDHH. Hasta ahora esos ejercicios son limitados, acotados y en muchos lugares están vedados o censurados”.
¿Cómo enfrentar el autoritarismo y el negacionismo que pretende imponerse en el mundo actual?
“Enfrentar el autoritarismo en Chile supone un gran cambio cultural que implica hacer más democráticas todas nuestras relaciones sociales, desde las familiares hasta el Estado, en todos sus niveles y concebirnos la mayoría sino todos los chilenos como genuinos ciudadanos.
El negacionismo, por su parte, es un disvalor difícil de enfrentar y Chile tiene tradiciones de negacionismos, de decirnos las verdades a medias, de vivir de eufemismos”.
¿Qué importancia tiene el resguardo de la memoria?
“La memoria antes que resguardarla hay que practicarla, recrearla permanentemente, ya que la memoria es la vida y tal vez, el mayor principio de identidad, tanto individual como colectivo. En cierto modo, somos lo que hemos sido (y lo que aspiramos a ser).
La memoria no es solo el presente del pasado, sino que en sociedades que han vivido experiencias traumáticas, suele ser ‘un pasado que no pasa’. Un pasado que, a pesar del silenció y el negacionismo, nos acompaña”.
¿Cómo alcanzar reparaciones integrales en personas que han sido vulneradas en sus derechos humanos?
“Es difícil responder a esta pregunta ya que se requiere de reparaciones individuales y colectivas, de acompañar y escuchar a las víctimas y también de favorecer espacios de encuentro, como el que se verifica en muchos ‘sitios de memoria’. Por supuesto que también se requiere de reconocimiento y de justicia, así como de políticas de Estado en favor de las víctimas”.
Hay una idea de Paul Ricoeur, que me gustaría que reflexione: «Hay una idea a la que nunca he renunciado: siempre es posible, como se afirma a propósito de la historia y de la memoria, contar las cosas de otro modo».
“Es verdad, siempre es posible contar las cosas de nuevos modos, y por eso las nuevas generaciones suelen preguntar y más de una vez re-escribir la historia.
La historia y la memoria están emparentadas porque su objeto es el mismo: el pasado. Pero, ambas, que construyen relatos sobre el pasado, suelen narrar de modos distintos la experiencia vivida”.
¿Cómo es posible que los hombres sean tan ruines, unos con otros?
“Aunque nos cuesta aceptarlo, si es posible.
La DINA torturó e hizo desaparecer a cientos de chilenos; la CNI ejecutó a sangre fría a otras decenas de chilenos. Hay muchas evidencias en las sentencias judiciales en Chile, pero hay pocos actores –especialmente los medios de comunicación- que estén dispuestos a consultarlas y difundirlas. En marzo de 2024 se suicidó, cuando se le iba a informar de su sentencia condenatoria, en la Plaza Las Lilas de Providencia, el último director de la CNI. Casi no fue noticia.
El problema ético y político de mayor envergadura en la historia reciente de Chile fue que para un sector de la sociedad superar los conflictos y diferencias suponía la ‘desaparición’ o la eliminación del otro (‘extirpar el cáncer marxista’, como declaró el general Leigh la noche del 11 de septiembre). Eso hizo la dictadura. La pregunta para Chile es si en el futuro las diferencias y conflictos se pueden resolver sin hacer desaparecer a tu enemigo”.
¿Se puede recuperar una sociedad luego de tanta barbarie?
“Con una importante cuota de optimismo histórico, la respuesta debería ser afirmativa. Supone como nos enseñaron los familiares de los detenidos desaparecidos, Verdad y Justicia (nada más y nada menos, como escuché decir una vez a Sola Sierra).
Supone también los más diversos ejercicios de memoria colectivos que nos permitan concebirnos como una comunidad capaz de enfrentar y dirimir sus diferencias.
Supone además democratizar la democracia, es decir configuras espacios de diálogo, encuentro, deliberación… admitiendo que no existe una única respuesta para los problemas humanos y sociales”.