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Entrevista: “Es notable que Carlos Silva haya logrado el nivel que ostentó estando radicado en Talca”

En el otoño de la vida, Eduardo Bombardiere Rosas, Maestro FIDE, reflexiona sobre el ajedrez. “Ahora, cuando miro en retrospectiva, a veces lamento no haber dedicado más horas de mi vida al estudio del ajedrez”, precisa (por Mario Rodríguez Órdenes)

Eduardo Bombardiere Rosas, maestro FIDE

Se acaban de cumplir 100 años del Club de Ajedrez Chile, de Santiago, seguramente el más relevante del país. Por sus salones ha pasado lo más granado del ajedrez chileno y se han organizado torneos de gran importancia, como el Torneo Internacional Arturo Alessandri Palma en 1959, donde jugó un genial Robert Fischer.

Entre los chilenos ha descollado el maestro FIDE, Eduardo Bombardiere Rosas y el varias veces campeón de Chile, Carlos Silva. Diario Talca entrevistó a Bombardiere y éste profundizó en el juego de Silva. Ambos son casi leyenda del ajedrez chileno.

Eduardo, ¿cómo surge el ajedrez en su vida?

“Mi primer contacto con el ajedrez fue cuando participé en un torneo para determinar al campeón del Colegio Lastarria, lugar donde yo cursaba el ciclo de Humanidades. Si bien en ese tiempo, a mediados de los años 60, yo contaba con 13 años, mi real interés y pasión deportiva se concentraba en el básquetbol, apenas poseía un mínimo conocimiento del ajedrez y sin haber leído ningún libro ni contar con maestro, gané dicho torneo. No obstante, el ajedrez surge en mi vida de manera más seria cuando ingresé a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, el año 1971, donde el Maestro Pedro Donoso impartía sus memorables clases. Así, con 18 años, vine a tener mi segundo encuentro con el ajedrez, el definitivo”.

¿Y en qué momento se convierte en pasión?

“Como decía un amigo, no es claro contestar si fue una pasión desbordante o un interés casi científico, porque la práctica del ajedrez contiene todas esas facetas. Pero desde luego que suscita un poder de atracción, lo cual, a su vez, conlleva una suerte de tendencia al aislamiento con respecto al entorno inmediato, la familia, los eventos sociales o el simple tránsito de la vida cotidiana.

Sin embargo, en lo personal, creo que nunca fui muy fiel al esclavizaje generado por el ajedrez, pues siempre manifesté otros intereses especialmente deportivos, familiares e intelectuales. Ahora, cuando miro en retrospectiva, a veces lamento no haber dedicado más horas de mi vida al estudio del ajedrez, pues he aprendido que él, más que un juego, constituye un verdadero lenguaje cuya esencia es la abstracción espacial”.

¿A qué jugadores admiró?

“Tal cual como en música admiro a Bach y a Schubert, en ajedrez siento lo mismo por Capablanca y Petrosian. Para mí son la encarnación de la profundidad, del ideal que anima la búsqueda de la verdad, así como de la transparencia y el equilibrio estético. El ajedrez tiene mucho de arte combinado con racionalidad, y creo que en ambos jugadores el equilibrio y la creatividad consigue su máxima expresión”.

Eduardo, participó en una generación muy fecunda del ajedrez, que la componían entre otros David Godoy, César Velásquez, Pedro Donoso. ¿Cómo influyeron estas figuras en las generaciones jóvenes?

“Bueno, es verdad que me enfrenté contra ellos. Pero de los nombres que usted menciona falta uno que resulta imprescindible nombrar, Carlos Silva de Talca. Si bien yo nací a fines del 53, por ende no pertenezco a esa generación, me consta que todos ellos, sin dejar de incluir al Maestro Internacional René Letelier, influenciaron el destino de las futuras generaciones de ajedrecistas, entre ellas la mía”.

¿Es Pedro Donoso el gran teórico del ajedrez chileno?

Pedro Donoso, mi maestro y amigo, más que un gran teórico, era un gran defensor de las leyes esenciales, clásicas, ortodoxas que constituyen los principios fundamentales del ajedrez. Tales principios Pedro los exponía a partir de su amplio y profundo conocimiento acerca de las diversas escuelas desarrolladas a través de la historia de la disciplina.

Ahora bien, si por teórico del ajedrez se suele entender a quien constantemente está buscando movidas novedosas, capaces de aportar al despliegue de, por ejemplo, nuevas líneas de aperturas, Pedro no lo era. A él lo que realmente lo caracterizaba era su comprensión de la profundidad conceptual propia de las leyes del ajedrez, y cómo estas pueden ser aplicadas en distintos tipos de posiciones. Si de ahí salía una novedad, bien; pero ése no era el propósito de su búsqueda.

Por lo mismo, incluso más que en su rol de jugador, Pedro destacó como profesor, llegando a ser reconocido a nivel internacional por formar a Maestros como Manuel Abarca, Bernardo Toro (quien hizo tablas con Kasparov) y a Iván Morovic, entre otros, basándose en la metodología de estudio de los centros de pioneros que florecieron en las primeras fases de la Unión Soviética. Sin duda, la labor docente y formativa de Pedro marca de manera inigualable la historia del ajedrez chileno”.

Eduardo, uno de sus más cercanos fue César Velásquez, recientemente fallecido. ¿Qué recuerda de él?

“Bueno, Velásquez fue un buen amigo mío en el mundo del ajedrez. Además, fuimos rivales prácticamente siempre, instancias donde, quizás por un tema de estilo, yo logré vencer la mayoría de las veces. Él fue uno de los jugadores que más me tocó enfrentar y viceversa. Si bien su talento y creatividad a nivel táctico era notable a la hora de competir, también vale destacar la encomiable labor que, desde su juventud hasta su madurez, hizo para masificar y consolidar el ajedrez en el plano de las empresas, ámbito en el cual nuestra labor coincidió.

Ahora bien, en la dimensión competitiva el ajedrez de Velásquez era romántico, agudo, rebosante de fulgor y muerte al mismo tiempo, tenía la virtud de llegar a jugar realmente inspirado. Incluso más allá de su conocida y brillante tendencia hacia el ajedrez de ataque y combinativo, su producción más perfecta que vi fue cuando, en la década de los 80, venció a uno de los mejores jugadores del mundo de ese entonces y analista de Korchnoi en el match contra Karpov por el título del mundo, el Gran Maestro Michel Stein. Velásquez le brindó una lección posicional donde, tras una defensa India de Rey, se impuso exquisitamente en un final de alfil de distinto color.

Es la victoria posicional más grande que he visto por parte de jugadores en Chile. Por último, existe una dimensión novelesca en Velásquez. Él fue partícipe de innumerables bohemias desde su juventud. Tenía un temperamento muy llamativo, fresco, amigable, chispeante. También era amigo de la juerga y de ciertos excesos. Con todo, se trataba de un tipo de persona que escasea hoy en día, una persona real, en el sentido más elogioso de la palabra”.

Seguramente el talquino Carlos Silva ha sido uno de los más destacados ajedrecistas chilenos. ¿Qué permitió que se formara en provincia?

“Ya lo dije anteriormente, es notable que Silva haya logrado el nivel que ostentó estando radicado en Talca: fue cinco veces Campeón de Chile radicado solo en Talca, donde no contaba con el continuo roce frente a jugadores de envergadura, como sí ocurría en Santiago.  O sea, sin practicar, venía y vencía con facilidad a la mayoría de maestros. Era un jugador sumamente táctico y de un fino olfato combinativo, cuyo mérito consistía en haber llegado a tal nivel prácticamente solo.

Recuerdo particularmente una partida suya contra el mítico jugador Robert Byrne (quien fuera entrenador de Robert Fischer) en la Olimpiada de Haifa 1976, donde sacrificó material con objeto de establecer un bloqueo prácticamente impenetrable y así poder conseguir tablar. Una defensa notable de Carlos Silva. Adicionalmente a todo ello, Carlos Silva siempre se caracterizó por ser un correcto y gentil adversario, tanto en la victoria como en la derrota”.

La Escuela de Talentos deportivos, implementada en la década del 80’ del siglo pasado, ¿qué importancia tuvo?

“Una importancia, yo pienso, excepcional. O sea, se trató de uno de los mejores proyectos que se han dado en la historia del ajedrez a nivel escolar, enfocado en la formación de jóvenes talentos, y que, en coordinación con el Instituto Barros Arana, permitió la participación de jóvenes de regiones. Dada su experiencia docente, su profundidad ajedrecística y su sólida integridad cultural, el maestro Donoso fue el profesor que encabezó tal proyecto en que se involucraron muchas personas y que fue un éxito.

Esto quedó reflejado en la consecución de resultados a escala internacional que, por primera vez en la historia del ajedrez chileno, fueron logrados de cierta manera sistemática, no aislada, y los cuales se dieron particularmente a nivel juvenil, reflejándose en el título mundial cadete obtenido por Eduardo Rojas.

Lamentablemente, esa época duró poco. El proyecto concluyó con el cambió de mano de la Federación, donde el ajedrez, a partir de la primera mitad de los noventa, cayó en su época más oscura”.

Parece que cuando pierden vigencia los buenos dirigentes, los clubes caen en el olvido.

“Totalmente de acuerdo, y no sólo en ajedrez”.

Eduardo, teniendo tanto talento, ¿qué le faltó para llegar a ser Gran Maestro?

“Me gustaría situar bien el contexto del que fui parte. Muchos jugadores de nuestra generación hicimos normas de Maestro Internacional y Gran Maestro, pero en ese tiempo no se manejaban los procedimientos técnicos y administrativos requeridos por la FIDE para oficializarlas. Esto afectó a jugadores como Donoso, Godoy y los mismos Velásquez y Silva, entre otros, quienes, oficialmente, solo contaban con el título de Maestro Fide, pero cuya fuerza ajedrecística era muy superior a tal categoría.

Ahora bien, para mí el ajedrez fue un consuelo, una distracción a mis problemas como ser humano, de carácter, de índole absolutamente personal. Bajo tal perspectiva el ajedrez significó una suerte de terapia, pero sin anular la carga de apasionado vicio que detenta. Entonces diría eso de mi relación con el ajedrez: no lo vi nunca como un sentido de vida, sino como una suerte de lenguaje donde, independientemente de los resultados propios de la dimensión deportiva, te sientes atraído a indagar en realidades abstractas”.

De sus encuentros memorables, ¿podría destacar alguno que lo haya marcado?

“Bueno, tengo tantos, porque no siempre van a ser victorias, pueden ser derrotas que enseñan o pueden ser tablas. No lo sé bien. Sin embargo, recuerdo especialmente una partida contra Godoy, quien era muy estudioso y después de jugar sus partidas las analizaba con minuciosidad.

En ella realicé una novedad teórica de la defensa de Caro Kahn, una movida de sacrificio de peón que seis meses después, en el Match entre Hort y Karpov, también se dio. Por así decirlo, yo lo encontré antes que se descubriera oficialmente en el Informador anual de la Fide, y David, cuando recibió esa correspondencia con motivo de su labor de columnista, me lo avisó con una mezcla de asombro y alegría”.

¿A qué edad deben aprender a jugar ajedrez los niños?

“Bueno, el ajedrez es un lenguaje espacial y, como tal, existe evidencia neurológica que justifica que, mientras antes se aprenda un lenguaje, la asimilación y las posibilidades de hacer uso elaborado de él serán mayores y mejores. Si bien esto no corresponde a una ley absoluta de la especie, al menos en la mayoría de individuos humanos opera de dicha manera”..

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