“Profesor de Castellano, magíster en Ética y Formación Ciudadana, y en Artes y Literatura ©. Nacido en Rancagua, criado en Chillán, adolecido en Curicó y nacionalizado en Talca. Actualmente dedicado al fomento lector y difusión cultural en Biblioteca Humanista Casa Trumao, para la formación de sí mismo”.
Así se presentaba el propio Franco Caballero Vásquez en una edición especial de Diario Talca, medio donde hasta el día de hoy es un ejemplar columnista. En sus textos, justamente, traspasa esa mirada humanista que ha impuesto a la biblioteca. Un punto de vista que alcanza también para comentar la actualidad nacional, marcada, por supuesto, por el plebiscito (Rodrigo Contreras Vergara)
¿Cuál es tu relación con los libros… por qué hoy, en un mundo digital, creas una biblioteca y prestas libros gratis…qué hay detrás de tu relación con ellos…?
“Creo que la relación con ellos es ciertamente espontánea. En aquella temporada pandémica, me paseaba entre los libros y sentía que susurraban algo. No estoy seguro aún si acaso esto era lo que cuchucheaban, pero al menos los estoy activando. A poco me di cuenta, al especializar una temática de lectura, que no todos los libros están digitalizados, menos los de esta línea, así que consideré que era una buena idea. Mi relación con ellos es pedagógica diría yo. Una biblioteca comunitaria, que las hay más de lo que se cree, es un activismo por el fomento lector, lector de cierto tema de estudio en este caso. Incluso con el mismo trajín de la labor bibliotecaria se han podido distribuir los libros, por ejemplo, cuando llegan algunos que no se corresponden a nuestro contenido, se reorientan hacia quienes les podría servir y les darán buen uso. El asunto es merecerle respeto a los libros, como objeto y como recurso”.
¿Crees que el libro papel va a desaparecer…(digamos que se dejará de publicar, además, no es un producto muy ecológico), y que algún día solo se leerán ebook…?
“No lo sé la verdad. Desde el desconocimiento ecológico, me gustaría mucho que nunca se acabaran, que pudiésemos reciclar de forma tal que puedan sostenerse en el tiempo, así como se sostienen las formas de los vasos o las tijeras. Porque el papel en la mano activa tus sentidos, lo palpas, lo ojeas, lo hueles y lo dominas. Una Kindle no la dominan tus sentidos, sino al revés. Te apaga, te sustrae, y encima tienes que buscarle enchufes o cargadores, eso quiere decir que ella nos domina a nosotros. Está bien. Puede que sea algo romántico también. Todavía me gusta escribir a mano, por la neurociencia más que nada, ya que la caligrafía también es dibujar. Un libro idealmente debiese estar encuadernado, bien cuidado para que dure muchos años, y si se virtualiza bueno, mientras se siga promoviendo la lectura bien (…)”.
Dices que la biblioteca está especializada en “ciencias humanológicas y esotéricas”…Parecen conceptos muy diferentes… Lo humanista, muy vital, racional, luminoso; y lo esotérico, que, según definición, alude más a “lo que está oculto y limitado a unos pocos…”
“El término más justo podría ser ‘ciencias de lo humano’, ese es el rótulo de la biblioteca por ahora, puesto que se expande desde el humanismo clásico que viene de la ilustración y toda esa irrupción racionalista, muy europea. Incluso creo que esa expansión del término viene de antes, de la visión oriental que surge desde la tecnología humana con la noción yóguica. Ahora, estas ciencias de lo humano expanden la ciencia establecida que, reducida de las convenciones políticas y religiosas, se determina empíricamente, puesto que lo esotérico, lo metafísico, al no tener la limitación racional ni dogmática, estira la búsqueda de sentido. Esto es muy importante, porque hoy, ante la crisis de las instituciones (religiosas en este caso) el sentido espiritual nos está entregando mejores respuestas al no darnos la llave, sino que a construirla, con nuestra propia perspectiva (…) Creo que el aporte de estas ciencias alternativas es la formación del carácter humano. Pareciera que hoy es preciso comprender nuestra existencia y los mitos no están haciendo sentido, porque hoy somos otras personas, en otro escenario y con otras herramientas, muy distintas a las de un siglo atrás. Se requiere de verdades que demuestren qué es lo que hay detrás de las simbologías, de los rituales, de la magia, de lo divino. Necesitamos conocer los fundamentos para construir principios y creencias. Estos estudios, como el esoterismo, son propositivos, van abriendo incógnitas, prendiendo lamparitas en la oscuridad para que la Ciencia las convierta en luz de día. La unión con la ciencia establecida podríamos hallarla con la Metafísica”.
En tus columnas adoptas una mirada bien pedagógica, planteando preguntas, buscando el desarrollo de ideas…¿Crees que al Chile actual, a su sociedad, le hace falta ir un poco más allá en la discusión de sus diferencias…de parte de políticos, autoridades, pero también del ciudadano común y corriente…?
“Creo que nos hemos sacudido ese pseudo respeto por la opinión del otro, y me parece que eso es positivo políticamente hablando. Es bueno poder entrar en actitud discusiva, siempre y cuando no se nos suba la sangre a la cabeza. La asamblea, el debate, la conversación apasionante, le hacen bien a la política en general. En cierta manera es lo que ha acontecido tras el estallido social: antes veíamos en los matinales otro tipo de contenido, y no teníamos la posibilidad de tener alcaldes, ministros y políticos hablando y discutiendo sus posturas mientras hacías el almuerzo. Me parece que el sobre respeto, cocerse al primer hervor o tomarse las opiniones de manera personal, terminan con la discusión. Si superamos esas actitudes psicoemotivas podremos mejorar nuestras discusiones para tratar de mejorar la vida, pues finalmente la política es la forma de vivir. Estos son periodos muy buenos para la formación ciudadana, donde hablar y pensar la política contribuye a la transformación que estamos viviendo. Por eso es importante cuidar lo que se dice, porque las pasiones pueden extremar los desencuentros. Es sano atender nuestras actitudes en las opiniones que expresamos, lo que cuesta cuando el tema nos afecta emocionalmente, pero así podremos encontrarnos en la diferencia, antes de sucumbir al manual de Carreño y terminar con la política en la mesa”.
¿A qué te refieres cuando expresas que “el debate apruebo o rechazo es un exceso de democracia”…pero luego destacas el sentido cívico del proceso que estamos viviendo con la nueva Constitución…?
“Pienso que la Democracia es un sistema falible, que tiene niveles incluso. En ese sentido, que un proceso constituyente tenga plebiscito de salida o no, es algo tanto necesario como innecesario, porque el cumplimiento democrático a mi gusto se resolvía con el solo hecho de haber elaborado una constitución nueva. Sea como haya sido, se hizo por las personas que fueron votadas por la ciudadanía, tras haber acordado, ciudadanamente, cambiar la constitución anterior. Ese sentido cívico que se ha estado despertando tiene que ser un ejercicio que se aprenda y se naturalice mientras nos sirva como participación, como comunicación. Y si bien son periodos de mayor atención social, pensar en las ideas de Estado, de Nación, de Democracia, nos ayuda a perfeccionarlas. La Democracia es secular como dijo Habermas. Es lo que es en este tiempo, mañana podría ser otra cosa (…)”.
Cuando comparas los primeros artículos de la constitución actual y la nueva, señalas una clara diferencia entre la visión individual de la primera y el sentido comunitarista de la segunda…¿Cómo conciliar la libertad individual con la elección colectiva…?
“Una respuesta para esa inquietud es que las virtudes de aquella ‘libertad individual’ surgen gracias a la colectividad. Virtudes y valores, se desarrollan desde la empatía, la conciencia común, incluso la autoestima, se desarrolla desde lo social. Por tanto, mientras más nutrida esté una persona de valores y virtudes, mejor será su libertad individual. Eso proponen los comunitaristas. Estos han criticado al liberalismo por pensar que la autonomía personal surge por sí misma y no por una comunidad que se lo posibilita. Por otra parte, la moral se disminuye cuando se amplían las libertades individuales por sobre las sociales o comunitarias, porque, así como hay personas hay verdades, disolviéndose el sentido común. Sin mínimos comunes no podríamos establecer leyes o normas que nos permitan vivir armoniosamente. Este es el debate en la filosofía política norteamericana y anglosajona. Pensar en la libertad es un gran tema por lo demás, porque ¿se reducirá solo a esto de poder elegir? Cuando también existe la libertad de pensar, de creer, de amar. Hay muchos tipos de libertades según el valor imperante. La libertad para elegir ha sido capturada por la noción económica. El problema es que esa libertad electiva la tendrán algunos más que otros, y la libertad como principio tiene como fundamento esencial la universalidad. La libertad para hablar es un derecho universal, por ejemplo. Por eso la crítica comunitaria al liberalismo, porque no tiene la ‘conciencia’ de que si gana mi barrio, también estoy ganando yo”.
Acotas que tanto liberales y comunitaristas consideran “la moral compartida, la mejor y más justa distribución de bienes y la defensa de los Derechos Humanos…”. A simple vista parecen ideas muy plausibles, pero en la práctica la interpretación de cada cual es diferente…De hecho, tu señalas que “la política se consume emocionalmente…”. ¿Son suficientes esos mínimos comunes para ser una mejor sociedad?
“Creo que mientras más mínimos comunes tengamos mejor estaremos como sociedad. La moral, la distribución de bienes, los DDHH, son los que establecen liberales como John Rawls y comunitaristas como Charles Taylor, pero podríamos agregar la defensa de las culturas y la memoria, el medio ambiente, y diversos aspectos que siempre van apareciendo con el pasar de las décadas. Son ideas plausibles, que al igual que la carta constitucional, reflejan la visión y misión con la cual se trabaja para poder cumplir con ello lo más que se pueda. (Así como interpretar todo lo que se pueda también). Por otra parte, la norma y la práctica reflejan la distancia de la ‘política’ con lo ‘político’. Las elecciones podrían ser una línea donde confluyen estas dualidades. En las elecciones creo que la política se consume emocionalmente porque las inclinaciones por una u otra postura están definidas desde nuestras culturas, formaciones y afecciones. Las podemos cambiar por supuesto, así como podemos cambiarnos de equipo o de creencia. Ahora, si pensamos en estos mínimos comunes creo que pueden fundamentar cualquier base política, ya sea de un gobierno de izquierda o de derecha, o una constitución liberal o comunitarista, porque en definitiva reflejan un juicio colectivo que resguarda algo más que cualquiera de los dos polos, resguarda la Democracia. Esta se pervive afectivamente, cuando un grupo de gente es perceptible ante la propaganda -solapada muchas veces- de los medios masivos o los agentes activos que influencian en la sociedad. Por eso es importante construir principios y criterios personales que trasciendan la nebulosa de la pasión, porque pareciera que cuando nos adherimos a una idea sin nuestro sentido común, nos apasionamos a tal punto de comenzar a dictar amenazas de muerte o a quejarnos por las buenas estrategias que tienen los otros. La pasión en la política es visceral”.
¿Qué pasa con la libertad de elegir cuánto quiero ganar…? En definitiva, el dinero… o el deseo o ambición de poseer, es parte nuestra esencia y eso el neoliberalismo lo ha sabido aprovechar…¿bastará con una constitución comunitarista para nivelar la balanza…?
“Sí. Sería ideal saber con certeza cuánto nos definió la constitución anterior. Algunos analistas dicen que el impacto formativo de una constitución implica unos veinte años. Pero creo que podrían notarse cambios antes. Porque no podemos saber, todavía, cuánto nos estuvo apretando el neoliberalismo por dentro. Fuimos un experimento económico en el mundo, no tenemos antecedentes de las repercusiones post este sistema, por lo que podríamos comenzar antes a cambiar conductas atomistas propias de un sistema que propendió a la competencia y el individualismo. Además, creo que existen olas de pensamientos, -por no decir conciencias-, que brotan ocasionalmente cuando ocurren sucesos transformativos como estos. El fenómeno pandemia por otra parte, también podría despertar una repercusión más social al haber sido un elástico de separaciones que se estiró tan profundo. En cuanto a nuestra esencia creo que siempre hemos cambiado, no me la jugaría por determinarnos una forma de ser. (Quizás no le conviene a la idea que yo me he hecho del país). Es que es difícil relatar la biografía chilena, a lo sumo podríamos decir que somos virgo, según la primera junta nacional de gobierno. O que somos los ingleses de Latinoamérica, o los noruegos. Bromas. Creo que es complejo definir una esencialidad. Sé que algunos piensan que el sistema neoliberal fue congruente con nuestra idiosincrasia, y que no podría haber funcionado en otro país, no lo pienso así, porque creo que las conductas sociales se determinan según los sistemas económicos y políticos reinantes; si los valores constitucionales son individualistas, lo más probable es que nuestras cosmovisiones se definan por ello, repercutiendo en estilos de vida enclaustrada y exitista, poniendo el valor del dinero por sobre el valor social. Si estos valores se tornan comunitaristas los relatos personales y colectivos debiesen tender a la cooperación y la colaboración, cambiando el foco monetario por otro con mejor sustento. El comunitarismo a diferencia del liberalismo es una corriente filosófica, por eso piensa en la moral y las agrupaciones, a diferencia del liberalismo que es un modelo político. Creo que la balanza se tiene que nivelar por razón política, constitucional en este caso, y también por entusiasmo ciudadano”.
Las pocas familias más ricas de Chile (1%), que concentran, según las notas periodísticas, casi el 50 por ciento de la riqueza de este país, ¿son parte del pueblo de Chile? ¿No será ese el problema, que la mayoría de chilenos que no son parte de esa minoría, sienten que esas pocas familias no son parte del pueblo, del concepto pueblo, de la idea de pueblo? ¿Y, claro, que ese 1 por ciento no se siente pueblo ni quiere serlo?
“Quizás está menoscabada la idea de pueblo. Me imagino a una persona de ese 1% restándose de la agrupación pueblo, porque piensa que le quitaría valor a lo que realmente es. Yo creo que pueblo es un término que podríamos comenzar a cambiar, producto de estas mismas diferencias. El término ciudadanía podría tener una categoría más certera de lo que se espera tratar cuando se habla de pueblo. Puede ser que en la etiqueta ciudadanía sí se sientan representados aquellos que no se sienten parte del pueblo. Porque hoy lo que necesitamos es conversar y discutir sobre cómo nos administramos como nación, independiente del término que se use. Algunos filósofos políticos dicen que ya no hay ciudadanos, sino que hay consumidores. Pero lo importante es pensarnos como un grupo curso, así me gusta vernos, donde hay quienes tienen más dinero, otros que no tanto, otros que sobreviven y otros que requieren de todas nuestras ayudas. Si tenemos sentido común podremos pensar en tod@s nosotros como un único grupo. El término pueblo se ha tergiversado con las diferencias económicas, es una etiqueta de clase saber si uno es pueblo o no. Será mejor superarlo y encontrarnos en la terminología política misma que corresponde al de ciudadanía”.
Recomienda un libro, un autor, para leer en estos tiempos revueltos…de emociones a flor de piel y de cara a una decisión importante para el país…
“Subjetivamente, si bien valoro la literatura, el aprendizaje por cómo piensa otra persona creo que también puede erizar la piel. En ese caso recomendaría a un filósofo chileno que me hace sentido, -otro gran Humberto- Humberto Giannini y su libro ‘La experiencia moral’ (1992, editorial Universitaria) que tiene frases como ‘la calle es una suerte de purificación simbólica de la individualidad’ (pg. 25). Es un metafísico, como no. Habla de distintos asuntos de la cotidianeidad que creo son muy pertinentes al presente actual (…)”.
¿Lo mejor siempre está por venir o todo tiempo pasado fue mejor?
“Siempre fui de la primera idea. Era un ferviente optimista, nunca pensé que sentiría de otra manera. Hasta estos últimos años. Oscuros años que me quitaron esperanzas. Me he sumido en la televisión nostálgica. En el arte, que también parece responder a la nostalgia. En las películas clásicas. Y en el respiro de los años de juventud. Y sí, lo sé, el pasado siempre es un lugar agradable porque retiene la certeza de su futuro, pues no posee la incertidumbre del presente. Pero estoy en plan de recuperar la esperanza. Quiero volver a creer que aquello que está por venir siempre es lo ideal; me quiero contagiar con los viejos optimismos, al menos ahora que estamos recuperando el sol, y comenzar a soñar nuevamente. De esta manera, me detengo un poco en la pregunta y pienso: Bueno como país creo que estamos llamados al protagonismo. Como región latinoamericana por sobre todo. En un libro que nombro mucho: ‘La nueva humanidad de la intuición’ de C. Jinarajadasa, escrito en 1945, ya vaticinaba el protagonismo mundial del continente latinoamericano. Decía que acá nunca se querrá conquistar otro pueblo, que en varios países se celebraba el día de la raza y de la fraternidad universal. Decía que acá hay creación, y que las intuiciones de los pueblos latinos pueden guiar el mundo. Por eso he pensado que oriente aportó con el cuerpo, Europa con la razón y nosotros podremos aportar con la intuición. Solo hay un problema decía este autor esrilanqués: la cosificación de la mujer. ‘Cuando la mujer llegue a comprender su verdadera grandeza, y el hombre aprenda a reverenciarla, tendremos al fin una civilización realmente grande’. Queda camino por andar, mientras, hay que trabajar por el carácter de las personas, porque en el fondo no hay esperanza cuando hay pereza”.