“Economía Humanista”, de Joseph Ramos, es un libro esperanzador en los complejos momentos que vive el mundo. “El progreso de Chile, de los últimos 30 años, sobre todo de 1990 – 2010 ha sido extraordinario. Sin embargo, se ha desacelerado en los últimos diez años”, precisa Ramos (por Mario Rodríguez Órdenes)
Los seres humanos vivimos inmersos en las coordenadas de la economía. En el Chile reciente se ha impuesto el neoliberalismo, con sus luces y sombras, con sus logros y fracasos. La economía arrastra una mala fama: de ciencia poco elevada, dedicada a las necesidades materiales y no a las que dan sentido a la vida. ¿Es posible una mirada diferente? Absolutamente. Y es lo que propone “Economía Humanista” (Paidós, 2024) del economista Joseph Ramos.
Joseph Ramos es hispano – norteamericano, nacido en Filadelfia en 1938 y criado en Nueva York. El Congreso chileno le otorgó la ciudadanía chilena por gracia el año 2002. Es ingeniero electrónico y doctor en economía por la Universidad de Columbia. Es profesor titular de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Trabajó 27 años en agencias de Naciones Unidas asesorando gobiernos latinoamericanos en políticas de empleo y desarrollo. A principios del año 2021 fue elegido por sus pares como economista del año. Es autor de ocho libros. Junto a la economía su pasión es la filosofía. Entre sus libros destacamos: “Jesús. Nueve miradas sobre una vida desafiante” (2023).
Joseph, ¿qué lo motivó a escribir “Economía Humanista”?
“Me motivó escribir ‘Economía Humanista’ mi insatisfacción con nuestra enseñanza de economía, que de tanto enfatizar en nuestros modelos que el hombre maximizaba su provecho propio, principalmente monetario, descuidábamos factores no monetarios tanto o más importantes. Por ejemplo, todo el mundo quiere un decente pasar, pero la elección de carrera no se hace porqué carrera paga más sino cual nos llena más; la autorrealización es central. Así también nos interesa no solo nuestro salario absoluto, sino si es o no justo en relación con los demás. La mujer que descubre que su colega al lado, por ser hombre, gana 15% más que ella en la misma pega se irrita y comienza a atornillar al revés. Así mismo, si los ascensos van a los amigos del jefe y no a los que más se esfuerzan se echa a perder la moral del equipo. Y qué decir si un profesor gana $3 millones al mes por jornada completa cuando se entera que otra, por pitutos, gana $17 millones por media jornada. Así que el trato justo también importa, no solo el salario”.
¿Es posible cambiar las coordenadas de la economía actual?
“Por supuesto que sí, pero de a poco. Roma no se construyó en un día”.
Actualmente la competencia cruza todos los espacios de la vida social y económica. ¿Qué espacios quedan para la cooperación?
“La cooperación es fundamental en la economía, no solo la competencia. Por ejemplo, es vital dentro de la empresa. Por cierto, que las empresas compiten hacia afuera, entre sí, pero dentro de la empresa se organiza por cooperación entre los departamentos. Ninguna empresa quiere que marketing o finanzas compita con producción o personal. Por eso las empresas valoran que su personal sepa trabajar en equipo. No quieren al ‘Llanero Solitario’ dispuesto a aserrucharle el piso a su colega para que él ascienda. Así también en la macroeconomía. Por ejemplo, un pescador compite con sus colegas para sacar más peces de un lago; pero sabe que, si todos maximizan su pesca, no habrá peces suficientes para reproducir. La competencia pura agotaría la pesca. Por tanto, se necesita cooperación –una veda– para asegurar una reproducción adecuada. La economía, pues, requiere de competencia, así como de cooperación”.
¿Por qué es tan difícil que en el análisis económico se incluyan las dimensiones humanas?
“El buen análisis los incluye. El desafío, el arte, es saber qué dimensión o factor incluir además del monetario, pues esto depende de caso a caso. Si me interesa en qué acción invertir, el criterio de rentabilidad y riesgo es suficiente. Si quiere explicar la participación laboral femenina debo incluir, su educación (a mayor educación, más atractiva es trabajar en el mercado), el número de hijos (más tiempo debe dedicarse a crianza), la presencia de salas cunas y jardines infantiles y su costo (a mayor número, y mientras más accesibles, mayor la participación), la disponibilidad de electrodomésticos que acorten el trabajo doméstico, etcétera”.
¿Tiene confianza que las generaciones más jóvenes tiendan a una economía más humanista?
“Tengo esa convicción, pero no tanto por ser jóvenes sino porque gozan de mayor educación e ingreso. A bajos ingresos, lo monetario es lejos el factor dominante determinante. Al elevarse el ingreso comenzamos a valorar otros bienes, el tiempo, el medio ambiente, la autorrealización, etcétera”.
Habiendo sido funcionario de las Naciones Unidas. ¿Cree que esa instancia pueda implementar políticas públicas en ese sentido?
“Las buenas políticas no dependen de las Naciones Unidas. Cada país es capaz de diseñar políticas públicas más acorde con la multidimensionalidad de las personas. Somos carne y espíritu con múltiples necesidades. Lo monetario no agota nuestras aspiraciones. Importan también un trato justo, el tiempo libre, el medio ambiente, la autorrealización, lo afectivo, etcétera. El desafío es mantener un equilibrio sano entre estas distintas aspiraciones. Eso es lo que hace o pretender hacer las buenas políticas públicas”.
Desde su mirada como economista, ¿qué encontró en el cristianismo?
“El cristianismo ha influido mucho en mi vida. Me parece que una manera privilegiada de amar al prójimo es trabajar por el desarrollo económico”.
Joseph, llegó a Chile como profesor visitante en la década de los 60’. ¿Cómo recuerda Chile de esos años?
“El Chile de 1968 era un país menos desarrollado, con un ingreso por habitante la tercera parte de lo que es hoy. Apenas 10% de la población completaba la enseñanza media y a la Universidad iban 3% de los jóvenes. Abundaban las poblaciones marginales; un tercio de las casas de Santiago no tenía agua, electricidad o alcantarillado. Y buena parte de las calles en las poblaciones eran de barro. Y, por cierto, el campo era peor. El progreso, sobre todo desde 1990 ha sido formidable. Han visto los mejores avances, no solo económicos, sino sociales, en la historia de Chile. Por cierto, queda mucho más, pues aún estamos a mitad de camino a los niveles de vida de Europa y Estados Unidos”.
¿Cómo aprecia Chile actual?
“Como dije antes, el progreso de los últimos 30 años, sobre todo de 1990 – 2010 ha sido extraordinario. Sin embargo, se ha desacelerado en los últimos diez años. Creo que perdió la mística de los primeros años de la Concertación y se ha perdido el afán por la unidad. Se ha crispado y polarizado la política. Abunda la crítica, escasea la voluntad de acuerdos. Es demasiado tentador para la oposición de hoy, así como la de ayer, de oponerse a todo para que le vaya mal al gobierno y así ellos llegar a gobernar”.
Las grandes desigualdades persisten…
“Si bien se han reducido las desigualdades desde 1990, Chile aún es un país muy desigual. No solo hay aún importantes diferencias de ingreso, sino hay diferencias en calidad entre los atendidos por Fonasa y los de Isapres y los que asisten a colegios particulares pagados y colegios subvencionados y municipales. Por mucho que se ha avanzado en estas áreas estamos aún en el debe”.
¿Comparte que existen varios Chiles?
“Hay varios Chiles, sin duda. Las desigualdades son muestra de ello”.
¿Tiene confianza en que vendrán tiempos mejores para Chile y la humanidad?
“Esa es mi esperanza, pero depende de nosotros lograrlo, no vendrá caído del cielo. Tenemos que trabajar por ello”.
¿Cuál cree que es el talón de Aquiles de la economía chilena?
“El lento crecimiento de la productividad, desde el 2005. La mejora en la productividad es la fuente del progreso económico, que también permite avanzar en lo social. Desde 2005 nuestra productividad (la eficiencia con que producimos) ha crecido del orden de ½% al año. En cambio, Estados Unidos, que está en la frontera tecnológica, cuyo avance requiere inventar e innovar, su productividad crece 1% al año. En Chile debería crecer mucho más que en Estados Unidos, pues no tenemos que inventar cosas nuevas, sino podemos copiar las mejores prácticas y tecnologías ya en uso en el mundo y traerlas a Chile. Así que creo posible un crecimiento en productividad de 2% al año si promoviéramos la búsqueda masiva y sistemática de las mejores tecnologías en su rubro por parte de nuestras empresas. Y así podríamos crecer, el PIB, 4% al año, al doble de lo actual”.
Mientras tanto, ¿en qué nuevas publicaciones trabaja?
“Estoy tentado a escribir un tercer libro en la temática religiosa. Dos años atrás publiqué ‘Creer o no Creer: el misterio de Dios a la luz de la razón’, sobre la existencia de Dios. El año pasado escribí ‘Jesús: nueve miradas sobre una vida desafiante’. Este tercero completaría la trilogía religiosa, y será algo como el Catecismo Católico comentado: reflexiones ortodoxas y algo heterodoxas sobre doctrinas”.
Por último, ¿cómo visualiza el próximo gobierno de Estados Unidos y su impacto en Chile?
“Va a ser disruptivo. Tengo mucho más temor que esperanza. Temo que ponga fin a la guerra en Ucrania cortándole la ayuda a Ucrania. Temo que aliente a Netanyahu a bombardear los sitios nucleares de Irán escalando enormemente el conflicto del Medio riente. Mi esperanza es que mucho de lo que dice Trump (por ejemplo, elevando los aranceles aduaneros a todo el mundo en 10-20%, y mucho más a Canadá, China y México) es para la galería, presionar con el ‘tejo pasado’. No le interesa Chile. Chile se verá afectado solo como rebote de las demás políticas que siga contra los demás países”.