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ENTREVISTA: “La participación ciudadana es un asunto clave»

Tras el estallido social de octubre del 2019, la participación ciudadana es clave en el Chile actual. “En la última década en Chile, la ciudadanía ha demostrado que quiere participar de la política en su sentido amplio, quiere ser parte de las decisiones”, precisan las editoras del libro Experiencias participativas en el Chile actual, Consuelo Biskupovic y Caroline Stamm (Mario Rodríguez Órdenes)

Consuelo Biskupovic es socióloga y antropóloga. Caroline Stamm es licenciada en historia, mención geografía.

En 1927, el filósofo español José Ortega y Gasset presentó uno de los libros claves para comprender el siglo XX, La Rebelión de las masas. En el prólogo señaló: “Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública, en la vida europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social”.

Recientemente en Experiencias participativas en el Chile actual (RIL/Estudios Urbanos UC, 2021), las editoras Consuelo Biskupovic y Caroline Stamm, convocan a un grupo selecto de especialistas para darle una mirada al proceso de participación ciudadana en el Chile actual. Conjuntamente, Consuelo y Caroline respondieron un cuestionario para Diario Talca.

Consuelo Biskupovic es socióloga y antropóloga por la Universidad de Paris X, Nanterre. Profesora asistente del Centro de Economía y Políticas Sociales de la Universidad Mayor. Desde el año 2006 sus investigaciones se centran en las relaciones entre sociedad civil y medio ambiente.

Caroline Stamm, es licenciada en historia, mención geografía por la Universidad de Paris I. Doctora en ordenamiento territorial y urbanismo por la Universidad de Paris – Est. Profesora asistente del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile. Sus investigaciones actuales están enfocadas en los conflictos socio ambientales, la gobernanza territorial, los movimientos ciudadanos y la participación ciudadana en Chile.

La participación ciudadana ha sido una palabra clave de las transiciones democráticas latinoamericanas. ¿Cuáles son las que caracterizan a la chilena?

“La participación ‘ciudadana’ ha sido sobre todo vista como una política pública en Chile. Lo que queremos con nuestro libro es ir un poco más allá y considerar la participación no sólo como requerimiento legal, sino pensar la participación como un intento de la ciudadanía por incidir, desde distintos focos, y gracias a procedimientos creativos, innovadores. Lo que buscamos es repertoriar procesos de participación para salir del análisis de los movimientos sociales, sobre los cuales se ha escrito mucho en Chile. Queremos proponer otra manera de mirar la ciudadanía, no sólo desde lo que hacen en ‘las grandes alamedas’ sino también las micro acciones cotidianas, que involucran creatividad y mucha dedicación”.

El desprestigio de la clase política, de los partidos políticos, ¿le ha dado más fuerza a la participación ciudadana?

“Este fenómeno se ha llamado crisis de la democracia representativa. El hecho de elegir representantes cada cierto número de años, que luego deciden en nombre de nosotros, ha sido ampliamente puesto en juicio estos últimos años, por diversas razones, como lo que menciona: el desprestigio de la clase política, la distancia entre la clase política y la ciudadanía, los casos de corrupción y la pérdida de legitimidad de los partidos políticos tradicionales. Esta crisis ha tratado de ser suplantada por la emergencia de la democracia participativa, es decir de instancias que permitan a la ciudadanía participar directamente y no a través de sus representantes”.

¿La participación ciudadana será factor clave en la política chilena de las próximas décadas?

“Claramente sí. En la última década en Chile, la ciudadanía ha demostrado que quiere participar de la política en su sentido amplio, quiere ser parte de las decisiones. El estallido social, pero también los movimientos sociales anteriores dejaron claro que no se puede dejar de lado a la ciudadanía. La participación ciudadana es un asunto clave hoy y lo será en los próximos años. Es, de hecho, un tema transversal en las discusiones de la Convención Constitucional”.

Internacionalmente la participación ciudadana en la toma de decisiones data de finales de los años 60′. ¿Cómo se fue articulando?

“Si bien las experiencias de participación ciudadana han emergido localmente en América del Norte y Europa desde los años 60, se ha impuesto como una palabra clave de las agendas políticas internacionales en los 90, por parte por las políticas de las instituciones internacionales y en particular el Banco Mundial. Se ha vuelto un asunto obligatorio cumplir en la implementación de políticas públicas. En Chile, se fue articulando post-dictadura en este contexto, institucionalizándose a nivel nacional a partir del gobierno de Lagos”.

En Chile coincide con el término de la dictadura y con la vuelta de la democracia. ¿Como el régimen autoritario trató de invisibilizarla?

“Los movimientos durante la dictadura tuvieron que ser creativos para permanecer frente a tanta brutalidad y represión. El documental ‘Hoy y no mañana’ muestra justamente cómo las mujeres provocaron y enfrentaron la dictadura con acciones e intervenciones en la vía pública. Claramente la represión fue el principal método para invisibilizar los movimientos y la acción política. Esto sin lugar a dudas ha creado un trauma colectivo y es algo que hemos visto en nuestro trabajo en terreno: muchas activistas ambientales (que vivieron la dictadura), por ejemplo, sentían temor de salir a manifestarse aún en los años 2000. El movimiento estudiantil del 2006 y del 2011 ayudó a, de alguna manera, enfrentar ese trauma colectivo”.

¿La acción política se transformó…?

“Exactamente. Tal como lo mostró Julia Paley, la acción política se transformó con el retorno de la democracia: en este proceso se buscó apaciguar los movimientos sociales con la idea de establecer una democracia ‘exportable’ (ella usa el término de marketing democracy). En el fondo, desde los noventa, vivimos con este diagnóstico negativo de la democracia que tenemos, una democracia ‘a medias’, ‘frágil’, ‘de baja intensidad’, ‘en la medida de lo posible’. Lo que sugiere Paley, y que reforzamos en el libro, es que la idea de democracia, pos-dictadura, parecía muy exitosa desde fuera gracias al compromiso que anunciaba el gobierno de la transición con la ‘participación’ y el ‘crecimiento con igualdad’. Pero, desde dentro, esto significó que los ciudadanos asumieran su propio cuidado y ciertos costos de la vida, dando respuesta a través de organizaciones de base a derechos básicos como la salud, la educación, entre otros. Lo vimos intensamente durante la pandemia. Además, eso lo vemos hoy en día con las organizaciones de mujeres que defienden su territorio, la soberanía alimentaria, o el agua”.

¿Qué implica que las demandas de la participación ciudadana no alcancen sus propósitos?

“Creo que depende de cómo midamos los alcances. Las herramientas y mediciones son variables y muchas veces se necesitan varias generaciones para ver, percibir o alcanzar metas colectivas. Lamentablemente en Chile generalmente se mide únicamente la capacidad de incidencia de la participación, las posibilidades de modificar una ley o una constitución. En nuestro libro quisimos centrarnos en las pequeñas acciones cotidianas, tratar de entenderlas, registrarlas y poner atención en ellas: muchas de nuestras acciones políticas no siempre tienen un sólo propósito, sino que tal como lo vimos durante las movilizaciones del estallido social, buscaban ‘cambiar un modelo’. Entonces ¿cuál es el interés de las pequeñas acciones? Aunque a veces las y los ciudadanos sepan que los alcances no son inmediatos, ser escuchado requiere de un trabajo constante y perseverante, a veces ingrato, difícil, muchas veces realizado fuera y además del horario laboral. Un compromiso que desgasta a las personas pero que también crea colectivos donde los humanos se reconocen.

Sentimientos como frustración, incomprensión, falta de empatía y descontento se gatillan no sólo cuando las demandas no alcanzan sus propósitos, sino cuando las ontologías chocan. Hace poco participamos de un proceso participativo llevado a cabo por una institución estatal medioambiental. La consultora que dirigía la participación no conocía el tema sobre el cuál se estaba discutiendo: el agua. Un afectado contó cómo se estaban quedando sin agua, y la consultora respondió ‘muchas gracias por compartir su anécdota’. Naturalmente, el ciudadano en busca de ser escuchado se indignó”.

¿Cómo afecta a la democracia?

“La afecta en muchos niveles. De manera muy general, podríamos decir que al cuestionar los procesos participativos y los resultados que obtenemos o no obtenemos, nos lleva a recrear e inventar nuevas formas de hacer democracia. Negativamente, la frustración, la falta de dignidad, la injusticia social y tantos otros temas que han sido levantados los últimos años van creando una suerte de ‘deuda’ democrática que imposibilita el diálogo (como lo que sucede en Araucanía, por ejemplo). Lo que quisimos mostrar en nuestro libro es que, por una parte, debemos reconocer los intentos sucesivos de los gobiernos que vinieron después de la dictadura. No podemos negar que, bien o mal, ha habido empeño por ‘sentarse a dialogar’ frente a diversos asuntos. Algunos de estos asuntos son tan antiguos como el Estado chileno, tal como poner en marcha una participación de los pueblos indígenas. Y otros más nuevos, como la crisis climática.

Por otra parte, queremos aportar al diagnóstico sobre el agotamiento de los procesos participativos tal como han sido formulados hasta ahora. No es posible que los instrumentos participativos actuales sigan pensando la participación como una instancia que ‘permite que las personas se informen y opinen responsablemente’. Las personas quieren tomar decisiones sobre sus territorios, sus barrios, sus cuerpos. Las personas desarrollan no sólo experiencias respecto a los temas y problemas que visibilizan, sino que muchas veces tienen conocimientos expertos sobre ciertos temas que podrían ser insumos cruciales para los debates democráticos”.

El carácter elitista de la sociedad chilena, ¿cómo afecta a la participación ciudadana?

“Lamentablemente los procesos de participación que hemos estudiado son difícilmente transversales, no sólo en términos de clase social, sino también de intereses. El estallido vino de alguna manera a cuestionar las divisiones y, ahí donde antes se movilizaban prácticamente sólo los jóvenes, estaban también los movimientos ambientales, los que cuestionaban las pensiones, entre otros.

Por otro lado, la afecta también en otros ámbitos: por una parte, en la medida en que muchas veces la participación es protocolar (no es vinculante) y, por otra parte, en que los conocimientos diversos no tienen el mismo reconocimiento”.

¿Cómo aprecia la normativa sobre participación ciudadana en la gestión pública, por ejemplo, la Ley 20.500 de 2011?

“La Ley 20.500 aprobada en 2011 ha sido un avance a nivel normativo a escala nacional. Sin embargo, a nivel municipal, se implementaron instrumentos de participación ciudadana previamente, desde la década del 90, con la figura del plebiscito comunal en la Ley orgánica de Municipalidades y la obligación para los municipios de contar con una Ordenanza municipal de participación ciudadana. Volviendo a la Ley 20.500, su tramitación no ha sido fácil, fue propuesta al Parlamento en 2004 y se demoró 7 años en ser aprobada. Es una normativa importante porque consagra el derecho para las personas de participar en las políticas, planes, programas y acciones del Estado en sus diferentes niveles, pero en la práctica sus disposiciones concretas en materia de participación son débiles y queda el desafío de ir más allá y de profundizar la participación ciudadana en la ley”.

¿Qué significan los espacios de participación de «arriba hacia abajo»?

“Son los espacios de participación en los cuales las autoridades locales, regionales o nacionales invitan a la población a participar. Son espacios diseñados desde los gobiernos. Pueden tener varias formas, desde audiencias públicas, reuniones informativas, talleres consultivos, plebiscitos, etc. Algunos de estos espacios están definidos por ley y otros son voluntarios”.

El estallido social del pasado 18 – O ¿significa el fin de la transición política chilena?

“A nuestro juicio sí, aunque este fin de la transición chilena es el resultado no solo del estallido social sino también de los movimientos sociales anteriores. Estamos frente a una reconfiguración de las relaciones entre el Estado, la sociedad civil organizada y la ciudadanía. Estamos observando cambios en las relaciones de poder, con la llegada de nuevos actores, nuevas formas y nuevas herramientas políticas y una nueva conceptualización de la participación ciudadana”.

¿Cómo debe incorporarse la participación ciudadana en la nueva Constitución que se está elaborando?

“Es una pregunta compleja. Hay varias iniciativas de normas en diferentes comisiones de la Convención Constitucional que están considerando la participación ciudadana, y queda por ver las que quedan en la versión final de la Constitución. Creemos importante que quede el derecho a la participación ciudadana en el texto constitucional, con un enfoque que va más allá de la simple información y consulta, pero creemos también importante incluir nuevos mecanismos de participación tales como la iniciativa popular de ley, los referéndum revocatorios de ley o los referéndum revocatorios de mandatos, además del plebiscito”.

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