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Entrevista: “La regla general muestra que escándalos políticos no son sinónimo de menor intención de voto”

Mario Herrera, cientista político, director de la Escuela de Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad de Talca, analiza la actualidad de la política electoral, desde el punto de vista de los factores que pueden o no influir en el votante promedio (por Rodrigo Contreras Vergara)

 

“Las discusiones sobre el pasado político se quedan en el eje del conflicto y no suelen tener efecto sobre el votante mayoritario”, explica Mario Herrera.

 

La sociedad ha cambiado y, en consecuencia, uno podría suponer que ha cambiado el ciudadano a la hora de enfrentarse a un acto democrático como una elección. ¿Es así?

“La sociedad cambia, pero el votante chileno se mantiene constante. Distintas encuestas muestran que hay dos elementos que permanecen estables en el tiempo. El primero es una tendencia natural a las opciones de centro. Esto comúnmente se confunde con ‘moderación’ o con una especie de híbrido entre la izquierda y la derecha, siendo que en realidad esconde un segundo fenómeno: la desafección. Algo que es creciente es el desinterés de los ciudadanos por los procesos políticos. En esto, se esconden distintas emociones. Entre ellas, se encuentran la rabia y el enojo con la clase política, hasta el genuino desinterés y anomia, síntoma de la desconexión entre las realidades y demandas ciudadanas respecto al eje de conflicto en el que se sitúa la política. Lo que sí es nuevo es que cada vez existe mayor distancia entre las posturas del electorado y la clase política. Observamos un congreso más polarizado y fragmentado en términos ideológicos y políticos, mientras que las preferencias ciudadanas se mantienen estables”.

 

¿Qué factores han influido en ese cambio?

“Este último cambio está explicado fuertemente por el sistema electoral. Dado que el umbral para ganar la elección es menor al que teníamos con el (anterior) sistema electoral, la percepción de posibilidades de obtener el escaño aumenta. Por ende, los candidatos, diputados y senadores, intentan diferenciarse unos de otros. El mejor mecanismo para ello es tratar de polarizar sus posiciones y buscar al votante de nicho. Los candidatos a la legislativa, entonces, no buscan construir mayorías, sino que diferenciarse programáticamente unos de otros”.

 

¿Es mejor el votante actual, en términos de ser un actor, uno supone, más informado?

“Profundamente más desinteresado y desinformado. Una de las paradojas de la sociedad contemporánea es que hay más canales de información disponible y hay mayor disposición de los candidatos a ofrecerla. Esto debería generar que el elector tenga más chances de votar con información. Lo que termina ocurriendo es todo lo contrario. Hay dos posibles explicaciones a este fenómeno. La primera es que los votantes al tener tanta información disponible se confundan y no puedan diferenciar lo ‘verdadero’ de lo ‘falso’. La segunda es que el exceso de información se centra más bien en peleas y conflictos, que alejan al electorado dado que no ven representadas sus demandas y necesidades”.

 

¿O puede que tanta Internet, tanta red social, en definitiva tanta información dando vuelta, muchas veces de dudosa procedencia e intención, complique la decisión de por quién votar?

“En general, la teoría sugiere que las redes sociales funcionan como los debates. No son canales de información para el electorado, sino que funcionan como un confirmador de preferencias para los indecisos. Es decir, quienes están dudando de votar por un candidato pueden confirmar o desechar esa opción en función de la información de redes sociales. Sin embargo, las redes sociales no logran cambiar la intención de voto. Un elector de derecha, de centro o de izquierda va a decidir si votar por el candidato de su sector, pero no cruzará el espectro ideológico por el contenido de redes sociales”.

 

La política tiene mala fama, su relevancia como motor del sistema democrático se ha ido resquebrajando. ¿Se ha ido resquebrajando también el interés y la capacidad de análisis del votante promedio?

“Efectivamente. La política pasó de ser la representación de necesidades y demandas ciudadanas a ser sinónimo de conflicto. La política ya no se mueve en el espacio característico del siglo pasado en el que las personas recurrían a los partidos para canalizar una necesidad o solucionar un problema. La política, en cambio, se transformó en un agente de conflicto, donde la percepción ciudadana general es que están preocupados por debatir espacios de poder y no por discutir sobre las necesidades reales de la ciudadanía. De ahí que se utilice la palabra ‘política’ como un adjetivo negativo”.

 

¿Crees que al ciudadano le interese, por ejemplo, lo que un candidato dijo hace 2 o 3 años atrás en sus redes sociales y ahora resulta polémico o contradictorio?

“Esto tiene efecto solo en los votantes más polarizados que, paradójicamente, son los más interesados en política y los que menos están dispuestos a modificar sus preferencias. Por tanto, las discusiones sobre el pasado político se quedan en el eje del conflicto y no suelen tener efecto sobre el votante mayoritario”.

 

Y otras situaciones, como que el candidato sea o no de la zona o distrito al que postula, o que tenga antecedentes judiciales o, incluso, que esté siendo parte de una investigación judicial, o que provenga de la farándula, ¿son factores socialmente relevantes a la hora de influir o no en el voto?

“Separaría las dos cosas. En algunos casos los candidatos que se mueven del distrito tienen un castigo electoral. Esto funciona siempre y cuando se instale una campaña que haga notar este punto. Otros han logrado obtener el escaño sin problema. Las investigaciones judiciales, en cambio, no muestran un efecto sobre el éxito electoral. Si bien conocemos casos en los que procesos judiciales han afectado candidaturas, la regla general muestra que escándalos políticos no son sinónimo de menor intención de voto. La gente percibe que todos los políticos son iguales y tiene instalada la idea de la ‘corrupción generalizada’. Por tanto, el proceso judicial no afecta a unos más que a otros, sino que más bien es una asociación común a todos”.

 

O, finalmente, por sobre esos factores, ¿sigue prevaleciendo la preferencia política personal de cada uno?

“Existen, en general, tres tipos de votantes. Hay quienes lo hacen por clivajes. Es decir, procesos de largo plazo que en ningún caso modificarán su comportamiento electoral. Estos votantes suelen no modificar su intención de voto. Segundo, los votantes de mediano plazo. Estos lo hacen en función de su grupo de socialización. Si en la educación primaria o secundaria se juntaron con personas de derecha o izquierda, entonces votarán en concordancia con el grupo. Este comportamiento electoral sí es variable, pero no en un corto horizonte temporal. Finalmente, están quienes votan por variables de corto plazo. Es acá donde entra en juego el voto personal. Estas personas deciden su votación por atributos personales de los candidatos o por su gestión, sin que para ellos sean relevantes variables de largo plazo como la ideología o de mediano plazo como lo que hagan sus pares”.

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