Con “Una madre de fe”, Ana Parada consolida su carrera literaria en la lengua hispana. En octubre estará en la Feria del libro de Frankfurt y en el Instituto Cervantes. “Siempre nuestro presente es el mejor momento de nuestra vida, independiente de las circunstancias que puedas estar viviendo”, precisa (por Mario Rodríguez Órdenes con fotografía de Yolanda Giocoman)
Avanzaba la década de los 70’ del siglo pasado y Ana Parada Casanova construía su mundo literario en el Liceo Marta Donoso Espejo de Talca. En 1976 obtuvo el primer lugar en un concurso literario organizado por Correos y Telégrafos. Fue el inicio de una fecunda carrera. Entre sus libros destacamos: Me enamoré de un Casanova (2013), Amor dulce amargo (Editorial Forja, 2014), Un viaje de Alma (2019) y Una madre de fe.
Este relato es una conmovedora historia basada en hechos reales que nos revela el drama de una madre que vive en Perth, con las fronteras cerradas por el COVID – 19. Actualmente, reside en Perth, Australia. Un amigo de colegio, Sixto Quiroga, me habló de Ana Parada a que había conocido en el consulado de Chile en Perth. Al comunicarme con ella, accedió de inmediato a una entrevista con Diario Talca.
En la adolescencia, Ana Parada Casanova (Talca, 1963) manifestó su pasión por las letras. Estudió ingeniería comercial en la Universidad Austral de Chile y planificación financiera en la Universidad Adolfo Ibáñez. Por más de dos décadas se dedicó al mercado de Seguros y Valores en Santiago. Fue directora del Colegio de Corredores de Chile y tuvo, por un espacio breve, una columna en la Revista Mundo Seguros.
Anita, no deja de sorprenderme que usted haya nacido en Talca y ahora esté residiendo en Perth. ¿Cómo ha sido este largo periplo?
“Mi vida entera ha sido un gran viaje, dejé Talca muy joven para irme a estudiar al sur de Chile, luego me radiqué en Santiago y vine a parar aquí. Ha sido una intensa aventura, con una ruta no exenta de baches que gracias a Dios he podido sortear, de un aprendizaje constante, he tratado de impregnarme de lo mejor de esta cultura, así como seguir abrazando lo mejor que traje conmigo y compartirlo a mis hermanos australianos”.
Sus años en el Liceo Marta Donoso Espejo fueron claves en su formación. ¿Qué recuerdos tiene de esos años, de sus compañeras, profesores?
“Sin duda tengo los mejores recuerdos. Éramos un curso piloto, donde agruparon chicas que veníamos con los mejores promedios, teníamos la letra I, lo que asociábamos a inteligentes. Al principio no fue fácil, pero aprendimos a dejar los egos de lado y crecimos, fue un gran semillero de buenas personas y excelentes profesionales, con algunas aún conservó una bella amistad. Y mis profesores fueron lo mejor, sobre todo Jaime Herrera y Carmen Córdova, nos queremos mucho a pesar de que yo era la peor en sus ramos. Mi mejor referente es y seguirá siendo la señorita Mitzy Moraga, ojalá existan más profesoras como ella en este mundo”.
Teniendo solo 16 años obtuvo el primer lugar en un concurso literario organizado por Correos y Telégrafos. ¿Qué importancia tuvo ese logro?
“Me reafirmó que lo mío eran las letras y descubrí el poder que tienen, por lo que podemos construir con ellas, pero honestamente en ese momento era impensable para mí proyectarme en una carrera literaria”.
Posteriormente, ¿qué relevancia tuvo participar en el taller de Francisco Mouat?
“Demasiada, fue un espacio que me dio el impulso para darle rienda suelta a mi imaginación y plasmarla en el papel, de convertir en versos el dolor que cargaba por la partida prematura de mi primer esposo. Fue un taller terapéutico en mi caso. Siento un gran cariño y admiración por Pancho Mouat”.
Su reciente novela “Una madre de fe” ha tenido muy buena acogida en Estados Unidos, México, España y Australia. ¿Qué ha significado en su vida literaria?
“Ha sido una real sorpresa, porque es la primera vez que incursiono en una novela muy autobiográfica, aunque honestamente creo que no volvería a abrir esa puerta. Pero doy gracias infinitas a Dios, porque resultó de una gran bendición, a raíz de ello, estoy yendo a la Feria del libro de Frankfurt en octubre, un sueño para cualquier escritor. En la ocasión también estaré en el Instituto Cervantes de la misma ciudad”.
¿Cómo ha sido la experiencia con las traducciones de sus libros?
“Un verdadero desastre, una gran frustración, he pagado muy caro por ellas y aún no he podido usar ninguna”.
El año 2013, “Me enamoré de un Casanova” fue nominada a los Premios Altazor. ¿Cómo es su relación con los escritores y lectores chilenos?
“El oficio de escritor es muy solitario, sobre todo el de novelista, así que tengo contacto con muy pocos escritores chilenos, en cambio con los lectores sí hay un nexo estrecho, a pesar de que vivo muy lejos y que me cuesta mucho todo lo virtual en las redes sociales. Cada vez que me reúno con ellos hay magia”.
¿Qué novela prepara ahora?
“Una novela corta, inspirada en un rescate marítimo que presencié en Indonesia”.
¿La poesía quedó atrás?
“Desde niña recitaba y escribía poemas, y sigo haciéndolo de vez en cuando, de manera muy íntima, aunque hace poco me atreví a publicar un poemario dedicado a las mujeres, el que tuvo muy buena acogida. Lo hice porque era una promesa que le había hecho a mi tío Juan Casanova Q.E.P.D. un talquino y creo que muchas mujeres se sintieron identificadas. Amo la poesía, hoy en día hay mucha gente publicando libros de poesía y de autoayuda, lo que es bueno, pero me siento más libre escribiendo novelas, como decía Milan Kundera: ‘El novelista no tiene que rendirle cuentas a nadie más que a Cervantes’”.
Anita, ¿cuáles son sus orígenes familiares en Talca? ¿Dónde vivió?
“Mis padres Luis Parada y María Casanova son talquinos al igual que todas sus hijas, nacidas, criadas y educadas en Talca, pero nos vimos con la necesidad de emigrar a Santiago. Tengo una hermana viviendo en Estados Unidos, dos de mis hermanas egresaron de universidades talquinas, así que mucha gratitud a Talca. Viví en muchas partes, en la Manuel Larraín cuando niña y en mi adolescencia en la Diagonal, en la Alameda, la Dos Sur, es una lista larga, si lees ‘Una Madre de Fe’ comprenderás”.
A los 18 años emigró a Valdivia a estudiar ingeniería comercial y luego por más de 25 años se dedicó al mercado de seguros y valores. ¿Qué hizo cambiar radicalmente su orientación por la literatura?
“En realidad, nunca hubo un cambio radical, ya que siempre escribía, porque es una necesidad en mi vida, mi oxígeno, mi pasión, pero nunca estuvo en mis planes inmediatos publicar, participaba del taller de Pancho y tenía una columna en la revista Mundo Seguro, con eso era feliz. Fue en Australia que mi hija Constanza me desafió a terminar una de mis novelas y publicarla. El publicarla en el 2013 lo cambió todo”.
No publicar antes, ¿tuvo que ver con la muerte de su esposo?
“En parte sí, porque quedé viuda a los 34 años, estaba muy ocupada entre mi trabajo y sacar adelante a mis niños. Y por otro lado desde muy jovencita asumí responsabilidades familiares, lo cual hizo más lejano pensar en una carrera literaria. Pero los tiempos de Dios son perfectos, siempre hay un momento para todo”.
¿Qué la llevó a radicarse en Perth?
“El amor, las decisiones más grandes e importantes de mi vida han sido por amor. Después de 10 años viuda, me enamoré de un australiano, nos casamos en Chile y mudamos aquí”.
Usted es una mujer de fe. Los signos de los tiempos muestran una época turbulenta. ¿Tiene confianza en que vendrán tiempos mejores?
“El mundo desde que es mundo ha vivido épocas turbulentas, pero por nada debemos perder la fe, porque Dios es el mismo ayer, hoy y mañana, es inmutable y cumple sus promesas. Pensando en Chile, creo primordial conservar las bases que nos identifican, somos una sociedad con un fundamento cristiano, que representa los valores de un pueblo unido, en donde nuestro sistema político y económico debe trabajar y propender al bien común. Siempre respetando la diversidad de las minorías y la libertad individual”.
¿Qué responsabilidades tiene al ser nombrada recientemente Embajadora de la Paz Universal en Perú?
“Todo embajador debe velar por promover la paz universal desde la actividad que realiza y yo lo hago a través de mis escritos y de las fundaciones a las que apoyo. Personalmente quiero focalizarme más en temas como la inclusión de las minorías y empoderar a mujeres para amplificar su luz interior y trabajar por la paz del mundo.
También me encantaría compartir lo que he aprendido viviendo en Australia. Un ejemplo, que la derecha y la izquierda son parte del pasado, no están de moda. Son solo recuerdos amargos que separan a la sociedad y no nos permiten avanzar. En Australia ni siquiera nos preocupa de que partido es un candidato, no es algo importante, porque se vota por las ideas que identifican y responden a las necesidades de la sociedad”.
¿Cómo visualiza a Chile que está en un profundo proceso de cambio que incluye una eventual nueva constitución?
“Los cambios son parte de la evolución, y cada país debe adecuarse a las exigencias de la economía y la sociedad actual. Sin embargo, un cambio siempre es bueno en la medida que estimule al desarrollo. Hace unos años, Chile iba encaminado a convertirse en un país desarrollado. Poco tiempo después del ‘estallido social’, hemos ido decayendo en nuestros índices positivos, y aumentando en aquellos de los que no estamos orgullosos, como la sensación de insatisfacción, inseguridad y delincuencia. Personalmente considero que el gobierno de turno tiene buenas intenciones, no soy experta en política, pero viéndolo desde acá pareciera que no cuenta con un plan adecuado para seguir impulsando el crecimiento y desarrollo de nuestro país. Una nueva constitución es lo que la sociedad chilena pidió, sin embargo muchos desconocen que los asuntos más urgentes a mejorar en Chile, no están regulados a nivel constitucional, como la salud, educación y sistema de pensiones. En fin, de corazón deseo que una nueva constitución pueda ser un impulso positivo para recuperar el tiempo perdido, en la medida que la comisión redactora cuente con las herramientas y trabajen en torno al bien común.
Chile ha sido un país históricamente masacrado, debemos avanzar aprendiendo de nuestros errores, perdonando, reconciliándonos. Tengo fe en que aún podemos construir una sociedad mejor, más unida, más justa, más solidaria, en donde haya más participación de jóvenes de todos los gremios políticos. Y en donde la inclusión de las minorías, como por ejemplo las personas con deficiencias físicas, inválidos, enfermos mentales, tengan un espacio”.
Anita, me señaló que los afectos ocupan parte relevante en su vida y que conversa diariamente con su madre. ¿Qué otros afectos le quedan en Chile?
“Aparte de mi familia, en Chile tengo maravillosas amistades que atesoro mucho y trato de estar en contacto permanente”.
¿Qué sintió recientemente al regresar a Talca, y estar en el colegio donde estudió?
“Una emoción indescriptible, que de solo recordarlo me anima a seguir dejando a mi amada Talca y mi colegio bien parado donde quiera que vaya”.
¿En qué momento de la vida se encuentra?
“En el mejor. Siempre nuestro presente es el mejor momento de nuestra vida, independiente de las circunstancias que puedas estar viviendo. Hoy tengo muy claro mi valor y no tengo tiempo para perder en bobadas, tengo identificado lo que no quiero en mi vida y lo que no estoy dispuesta a tranzar. Estoy muy agradecida de Dios por todo, sobre todo por regalarme unos hijos maravillosos que son mi mayor orgullo y poder dedicarme a lo que amo”.