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Entrevista: “Mihovilovich se arriesgó tremendamente en escribir”

Valiosa investigación de Nancy Tapia, profesora y magister de la Universidad de Talca, profundiza en escritores maulinos. En julio próximo participará en el Congreso de la Asociación Internacional de hispanistas, en Santiago (por Mario Rodríguez Órdenes)

Nancy Tapia Navarrete, profesora de castellano y magíster en Literatura y Artes Visuales por la Universidad de Talca.

Seguramente “El amor de los caracoles”, de Juan Mihovilovich (Simplemente editores, 2024), es una de las novelas más logradas de la literatura chilena reciente. Nos deslumbra con los pequeños mundos de la provincia.

En los últimos años, en las diversas facultades de Letras y Filosofía, ha crecido el estudio de escritores que han escrito su obra desde la provincia.

Es el caso de Nancy Tapia Navarrete, profesora de castellano y magíster en Literatura y Artes Visuales por la Universidad de Talca, que ha profundizado en la vida y obra de Juan Mihovilovich

Desde la historia, esa preocupación cultural es de larga data. Bastaría decir que Pablo de Rokha y Pablo Neruda nacieron en tierras maulinas. 

Más reciente, por dar un ejemplo, el Instituto de Estudios Humanísticos Abate Molina le da un impulso al quehacer cultural.

Clave en esa gestión fue Javier Pinedo Castro, que, entre otras tareas, impulsó el Premio Iberoamericano de Letras Pablo Neruda que se sigue entregando hasta el día de hoy y la creación del Instituto de Estudios Humanísticos Abate Molina, el año 2001. 

Nancy Tapia, como otros investigadores que llegaron al Maule siguen la huella fecunda de Javier Pinedo Castro, muerto prematuramente el año 2018.

La obra de Juan Mihovilovich, según Nancy Tapia, destaca por su tratamiento de la ruralidad en el siglo XXI.

Nancy, ¿cómo surge su relación con Juan Mihovilovich?

“En el 2024, Juan Mihovilovich se enteró de mi actividad de tallerista literaria que realizo en la ciudad de Linares, en la Organización Literaria y Artística TRAMA. Integrantes de dicha organización me recomendaron para presentar, como panelista, el lanzamiento de ‘El amor de los caracoles’, su última novela (agosto, 2024). El lanzamiento solo fue en tres lugares, comenzó en Linares, luego en Santiago y, finalmente, en Punta Arenas. Es tremendamente significativo que su génesis fuera en Linares, porque es aquí donde surgen todos los comentarios y análisis críticos acerca de la obra, lo que ha permitido consolidar esta simbiosis entre biógrafa crítica y autor. Hasta la fecha de esta entrevista, el texto creado por mi autoría sobre la novela ‘El amor de los caracoles’ en la página web, Letras de Chile, tiene 2.895 visitas”. 

¿Qué rasgos fundamentales destacaría de la obra de Mihovilovich?

Uno de los principales rasgos es el tratamiento de la ruralidad en el siglo XXI. No deja de asombrarnos en sus relatos, cómo el espacio, los personajes y el lenguaje se transforman en identidad pura de un colectivo postmoderno que lucha día a día para no perder su humanidad, identidad y su vinculación territorial. Otro rasgo que destaco, es el ensamble técnico, perfecto de planos, de lo fantástico y lo mágico realizado por Mihovilovich. No pierde el discurso estético, lo logra perfectamente en sus novelas y sus cuentos. Ejemplo de esto, se observa en ‘El amor de los caracoles’. Por otro lado, el rol de la memoria en los relatos, bella, aterradora y dolorosa, nos da las luces de lo que somos dentro de un territorio, que nos arraiga o desarraiga. El último, pero no menos importante, es el diálogo crítico y permanente entre autor, narrador y espacio. Me refiero al subgénero llamado autoficción, que cruza toda la obra literaria de Juan Mihovilovich. El lector no se debe entrampar en descubrir qué es real o qué es ficticio. La mayor parte de la crítica plantea que Mihovilovich es un narrador autobiográfico. Es un error esta clasificación, pues el autor logra perfectamente, desde un yo nominal-personaje-narrador, transitar por la autobiografía y por la ficción literaria”.

¿Por qué “El amor de los caracoles” es un desafío a la narrativa actual?

Mi anhelo de encontrar a grandes escritores latinoamericanos como Rulfo o Fuentes, lo encontré en esta novela. Mihovilovich se arriesgó tremendamente en escribir desde una localidad campesina, situaciones cotidianas que proyectan al ser humano universal”. 

¿Cómo se da en el relato la fusión de lo fantástico y de lo mágico?

“El plano de lo natural, la vida de los personajes y sus acontecimientos se ensamblan y fusionan sin dificultad con el plano sobrenatural y viceversa. Lo fantástico, aparece en las narraciones abruptamente, quiebra el plano natural, instalando lo paranormal sin mayor explicación; en tanto, lo mágico se relaciona con el plano natural o real sin dificultad, se ensamblan. Lo interesante de este relato es que Mihovilovich fusiona ambos planos, sin perder la perspectiva estética y narrativa de los hechos. Es así que podemos apreciar el ambiente campesino y rural de esa localidad y nos daremos cuenta de que no es un relato del siglo XIX (criollista) con los tópicos comunes, ni mucho menos un texto neorrealista que dé cuenta de la miseria y del abandono en el mundo rural. Por el contrario, Curepto se levanta en la voz de este niño narrador de forma trascendente, como una ciudad con identidad propia, con todos los problemas que tendría una pequeña comunidad dependiente de celulosas y forestales, partícipes de una postmodernidad globalizante. La voz del niño nos permite comprender esta realidad multidimensional de una manera sencilla”. 

¿Por qué es tan importante la infancia en la vida de Juan Mihovilovich?

“Conforme a lo que he leído de su obra y las conversaciones que hemos sostenido, su estancia en el barrio yugoslavo de Punta Arenas, fue determinante en el desarrollo de su vocación literaria. No solo por su relación directa y cercana con el Estrecho de Magallanes, que ha permeado gran parte de sus narraciones, sino por la atmosfera de encierro y lejanía que fue descubriendo en su entorno a medida que crecía.  Sus vínculos familiares de origen, sus relaciones de amistades infantiles y adolescentes, sus primeros escarceos amorosos y ese descubrimiento de seres marginales existentes en su barrio le fueron dando una prematura visión de mundo”.

La narrativa de Mihovilovich, ¿se acerca a lo fantástico o más al terror?

“Definitivamente, se acerca a lo fantástico. Hago la diferencia entre ambos: el género de terror tiene como objetivo principal provocar miedo y terror, respuestas emocionales del lector frente a situaciones perturbadoras, personajes amenazantes y elementos sobrenaturales. Estamos frente a un género de definición popular que apela a nuestros sentimientos y emociones. Claro, no puedo desconocer autores tan geniales y de culto como Lovecraft, maestro del género. Sin embargo, el discurso estético presentado por Juan pertenece a lo fantástico, conceptualizando este género como la relación abrupta entre los planos de la realidad y lo sobrenatural. Esto provoca en el lector una confusión y una ambigüedad que debe resolver. En la literatura de Mihovilovich, este choque de planos dentro de lo fantástico, va acompañado de lo mágico, tal como expuse anteriormente, es decir, lo fantástico teniendo como característica lo cosmopolita, se torna local y con narradores omniscientes en los relatos del autor”.

Nancy, ¿cómo cree que Juan logró conciliar el oficio de escritor con sus funciones de juez?

“Tengo entendido que deseaba ser periodista antes de ingresar a la Universidad, pero el destino lo dejó en Derecho. Sin embargo, conforme a sus trabajos en el ámbito público aquella función de juez le confirió un conocimiento mayor de la naturaleza humana, algo que ya venía precedido de sus experiencias concretas como abogado de derechos humanos en la época dictatorial en la ciudad de Linares, y en sus inicios laborales en su natal Punta Arenas a comienzos de los años 80. Como su vocación era fuerte y data de los 11 o 12 años de edad, él ha señalado que las funciones que un individuo desarrolla son parte de la sobrevivencia, pero que la pasión con que se enfoca una vocación hace de ella su verdadero nervio y motor existencial. En esa perspectiva lo que hizo Juan fue dejar espacio para su vocación, hacérselo dónde quiera que estuviese, ganándole tiempo al tiempo y desarrollando su obra literaria contra viento y marea.  Su perseverancia, salvo un período en que no escribió ni publicó, ha logrado crear textos significativos en la narrativa chilena”.

Desde la provincia, ¿cómo la escritura de Juan potencia a otros escritores y a la cultura regional?

Juan es un escritor de la provincia, escribe por y desde ella. No podría ser de otra forma, me parece, si gran parte de su vida profesional la ha desarrollado en diversas ciudades del país: Linares, Talca, Punta Arenas, Curepto, Puerto Cisnes, etc.  Es decir, si vemos y analizamos sus libros encontraremos el mundo rural, los espacios desahuciados de las grandes urbes y, fundamentalmente, los seres humanos descritos con sus grandezas y miserias en los diversos ámbitos de la vida privada o pública.  Sus temáticas se centran en quienes cohabitan los sitios alejados del mundanal ruido, sus inclinaciones han sido demostrar que la provincia es una suerte de motor menos ostentoso que el de la vida capitalina, pero que sin su presencia en el mundo cultural del país éste carece de un sustento perdurable. Siempre ha dicho que la mayoría de los grandes artífices de la vida artística han tenido orígenes provincianos y por ello sus propias anécdotas literarias tienen ese rastro y ese rostro humano.  De ahí que su literatura sea seguida con interés por los escritores y lectores de la región y de los sitios por donde Juan ha dejado su huella. Sin ir más lejos su incorporación a la Academia de la Lengua se produjo en Puerto Cisnes, cosa inusual o poco común en la Academia. Del mismo modo su quehacer cultural ha sido premiado en Linares, Talca o Punta Arenas, entre otros sitios”.

¿Qué escritores recientes destacaría del Maule?

“Destacaría en la narrativa a Susana Burotto con ‘Los Cercos Invisibles’ (2014) y Claudio Maldonado con ‘Piel de Gallina’ (2020); a Pedro Gandolfo como crítico de El Mercurio; en poesía, destaco a José Tomás Labarthe con su obra ‘Perro Verbal’ (2019), Hugo Villar con ‘La persistencia de la imagen’ (2021), Antonio Lagos con ‘La poesía nuestra de cada día’ (2025) y Marcela Albornoz con ‘La insobornable inutilidad’ con prólogo de Raúl Zurita (2003)”.

Después del trabajo sobre Juan Mihovilovich, ¿piensa continuar con otros autores?

“Sí. El trabajo que se está realizando con Juan me ha entregado las herramientas y aprendizajes necesarios para ser una agente literaria de calidad. Este oficio ha resultado ser una simbiosis entre crítica, biógrafa y promotora de escritores consagrados y, también, emergentes. Existe mucho talento escondido y pudoroso, especialmente en los jóvenes. Creo firmemente que enseñar técnica y estilo es un plus para todo aquel que se tome en serio el arte de literatura”.

¿Qué factores cree que potencian el quehacer de los escritores maulinos?

“Principalmente, pienso que uno de los factores que pueden potenciar la elaboración escritural del Maule, tiene que ver con los centros, talleres y organizaciones que tengan como objetivo la formación de lectores y escritores críticos, en que la reflexión sea guiada y sugerida por personas especialistas en literatura”. 

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