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Entrevista: “No fue fácil para él contar (…) su total desencanto del socialismo real”

“Morir en Berlín” de Carlos Cerda, es una de las grandes novelas de la narrativa chilena reciente. Su reedición por colección Arbolee–UC, a cargo de María Teresa Cárdenas, es un acierto editorial (por Mario Rodríguez Órdenes)    

María Teresa Cárdenas señala que la reedición de ‘Morir en Berlín’ se propone ubicar a Carlos Cerda “como uno de los grandes autores de nuestra narrativa”.

“Morir en Berlín”, publicada por primera vez en 1993, muestra un mundo sumamente distinto al de hoy y tal vez ya difícil de imaginar. En Chile hay una dictadura militar y toque de queda cada noche. En Berlín hay un muro que divide la ciudad en dos.

Según el escritor Arturo Fontaine: “Aunque ese mundo nos sea ya muy ajeno, lo que encontramos en él nos sacude: seres humanos como los de ayer, de hoy, de siempre, que quieren y son queribles. Están atrapados en sus fidelidades e infidelidades de índole matrimonial, familiar y política. La novela desborda su marco histórico concreto y, como un foco, alumbra el presente. Es una obra impregnada de compasión humana y que va a perdurar”.

Diario Talca conversó con María Teresa Cárdenas, editora de larga trayectoria y responsable de esta nueva edición.

Carlos Cerda nació en Santiago, en 1942. Se gradúo en filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y se doctoró en Literatura en la Universidad de Humbolt. Tras el golpe militar de 1973 se exilia. Primero en Colombia y después en la República Democrática Alemana. Regresó a Chile en 1985 y se integró en el Teatro Ictus. Murió de cáncer el 19 de octubre del año 2001.

María Teresa, ¿qué propósito tiene la reedición de “Morir en Berlín” de Carlos Cerda?

“Este es el segundo título de la colección Arbolee-UC, creada gracias a un convenio entre la Fundación Arbolee y la Universidad Católica, y tal como ocurrió con el primero (‘La generación de las hojas’, de Marta Blanco), lo que nos proponemos es rescatar, difundir y poner en valor obras valiosas de nuestro patrimonio literario que han ido quedando en el olvido o que no han tenido la atención que se merecen. Queremos, en ese sentido, reconocer el aporte de escritoras y escritores en la construcción de la memoria cultural del país”. 

Respecto a la primera edición de 1993, ¿qué problemas tuvo que enfrentar con la nueva edición?

“Las dificultades fueron sobre todo técnicas. No existía archivo digital de la novela, por lo que fue necesario escanearla y luego corregir línea por línea, cotejando con el original. Esta lectura atenta permitió también detectar y corregir algunas erratas de la primera edición. Una vez realizado ese trabajo y con el texto ya en forma, fue un agrado releerla y comprobar su calidad superior. A eso le sumamos un prólogo excepcional del escritor Arturo Fontaine, quien fue amigo de Carlos Cerda y además presentó la primera edición de esta novela, en 1993. Y para completar, la artista Mariana Herrera, su viuda, nos facilitó una de sus pinturas para la portada”.

Comparte lo señalado por Donoso: “No es una novela del exilio, es una novela de la pérdida…”

“Sí, creo que José Donoso acierta plenamente con esa apreciación. Y así también lo creía Carlos Cerda, quien contó varias veces y con detalle la anécdota: él le envió el manuscrito a Donoso, que entonces vivía en Washington, y a los pocos días recibió un sobre, de esos ribeteados con azul y rojo, con la respuesta. En letras grandes y con varias exclamaciones, Donoso le decía: ¡¡¡NO ES UNA NOVELA DEL EXILIO, ES UNA NOVELA DE LA PÉRDIDA!!! Y se detenía a explicar la pérdida en cada uno de los personajes. Hay que encontrar esa carta”.

¿Qué relevancia tiene Carlos Cerda en la narrativa chilena?

“Esta nueva edición de ‘Morir en Berlín’ se propone, justamente, ubicarlo en el lugar que se merece, como uno de los grandes autores de nuestra narrativa. Lamentablemente, el cáncer truncó su vida poco antes de que cumpliera 59 años, por lo que su obra no es extensa, pero sí de gran calidad. En la cima se encuentra ‘Morir en Berlín’, a la que se suman las novelas ‘Una casa vacía’ y ‘Sombras que caminan’, más otra que publicó en el exilio en la RDA. Y también están sus cuentos, algunos inolvidables. Pero además fue un hombre de teatro y escribió varias obras, así como ensayos, en los que echó mano a su formación filosófica”.

María Teresa, usted conoció personalmente a Carlos Cerda. ¿Cómo lo recuerda en lo cotidiano?

“Tuve el privilegio de entrevistarlo varias veces y de conversar con él en otras ocasiones, y lo que tengo muy presente es, sobre todo, su entusiasmo por la literatura y la generosidad con sus pares. Era de esas pocas personas que promueven y se alegran con el éxito de los otros”.

¿Le comentó la escritura de “Morir en Berlín”?

“La primera vez que lo entrevisté fue en 1995, por su libro de cuentos ‘Primer tiempo’, es decir, dos años después de la publicación de Morir en Berlín, que leí recién a propósito de esa entrevista. Por eso en la dedicatoria me escribió: ‘amiga temprana y lectora tardía de este libro’. Pero sí hablamos muchas veces de esa novela, de cómo la caída del muro de Berlín terminó de abrirle las compuertas mentales para poder escribirla. Más allá del dolor del exilio, no fue fácil para él contar la realidad del país que lo había acogido, su total desencanto del socialismo real. Y hubo quienes le pasaron la cuenta”.

En una entrevista del año 2000, Cerda le señaló: «de lo que estoy absolutamente convencido es de que hay una pérdida, que es la peor de todas, la pérdida del sentido porque es el comienzo del no ser».

“Esa frase la dijo a propósito de la novela ‘Sombras que caminan’, donde el protagonista es un actor que no logra conseguir trabajo por motivos políticos, está alcoholizado, ha perdido todo y en su desesperación recurre a un prestamista, que resulta ser un antiguo compañero del campo de concentración donde estuvieron presos. Pero se encuentra con que el socio de su compañero es el capitán que estaba a cargo del campo y que los había torturado a ambos. Y una vez a la semana, además, estos nuevos socios se juntan a comer una parrillada y a tomar vino durante horas. Fue un caso que Carlos Cerda conoció de cerca. El protagonista siente que cualquier cosa que le hagan es menos grave que robarle el sentido de su pasado, de todos los horrores que vivió, del dolor, de las pérdidas”.

Esta pérdida de sentido, ¿cómo dañó a la sociedad chilena?

“Carlos Cerda consideraba que una ‘reconciliación’, de la que se hablaba tanto en los años 90, no podía ser a costa de la pérdida de sentido del dolor que una gran parte del país había vivido. Quizás el reconocimiento de ese dolor que sufrieron tantos compatriotas habría ayudado a que ahora fuéramos un país verdaderamente reconciliado”.

¿Es una fractura superada?

“No está superada. En Chile no hubo verdadera reconciliación precisamente por lo que temía Carlos Cerda”.

En la formación de Carlos Cerda fueron claves sus años en la Ciudad del Niño. ¿Qué aprendió en ella?

“La Ciudad del Niño fue un establecimiento educacional destinado a darles protección a niños en situación de vulnerabilidad, niños que vivían en la calle o cuyas familias no podían mantenerlos. Un tío de Carlos Cerda, que fue director, consideró que sería una buena experiencia para él estudiara en ese ambiente. Carlos lo confirmaba y decía que gran parte de sus convicciones provenían de esos años. Los niños tenían clases hasta las doce y después podían dedicarse al fútbol o a otros deportes, a la música, a la filatelia, a la jardinería, a los talleres literarios. Él optó por el teatro y a los nueve años escribía los primeros libretos para que sus compañeros los representaran en el escenario”.

Desde el ámbito literario, ¿qué importancia tuvo su vida en Berlín?

“Una gran importancia, sin duda. Allá publicó su primera novela, ‘Pan de Pascua’, cuentos y una obra de teatro, ‘La noche del soldado’. El dolor del exilio y de la pérdida se hizo más profundo en su caso, y en el de tantos, por la adversidad del clima y las enormes diferencias culturales. La nieve y el frío simbolizan, en cierto modo, ese mundo ancho y ajeno que los exiliados estuvieron obligados a conocer de golpe. Carlos Cerda era además muy estudioso y disciplinado, por lo que aprendió bien el alemán y se doctoró en Literatura en la Universidad de Humboldt”.

Carlos Cerda fue un gran lector de José Donoso. ¿Qué encontró en su obra?

“Sí, fue un gran lector y un estudioso de la obra de Donoso, con quien lo unió además una gran amistad. A principios de los 90 trabajó con él en la adaptación al teatro de la novela ‘Este domingo’, pero antes ya había publicado su ensayo ‘José Donoso: Originales y metáforas’ (1988), un acucioso análisis e interpretación de la novela ‘Casa de campo’, donde, entre otros elementos, destaca que ‘quizás la verdad sea coral y que el resultado de muchas voces nos permita caminar en la dirección correcta’. Podría decirse que esta reflexión se encuentra en la base del narrador coral que él descubrió o eligió a la hora de escribir ‘Morir en Berlín’”.  

 Carlos Cerda murió muy joven. ¿Cómo fueron sus últimos años?

“A pesar de la enfermedad y de la inminencia de la muerte, no perdió nunca su entusiasmo. Al contrario, daba la impresión de querer hacerlo todo, escribía, hacía clases, dictaba talleres, asistía a las presentaciones y exposiciones de sus amigos…”.

¿Lo vio en ese tiempo final?

“Lo visité un mes y medio antes de su muerte, pero nos mantuvimos siempre en contacto telefónico. Entonces yo estaba editando mi libro ‘A tintero vuelto’, donde él es uno de los escritores entrevistados, y me daba mucho ánimo para seguir adelante. Incluso le pedí que escribiera el prólogo, pero me dijo que lo hiciera yo, que me apropiara de ese trabajo, y que sí contara con su prólogo para mí próximo libro”.

Entiendo que tiene contacto con su viuda, Mariana Herrera. ¿Tuvo alguna participación en esta nueva edición?

“Sí, hace ya un tiempo retomamos el contacto, y se alegró mucho cuando le comenté este proyecto. Ella no participó en la edición, pero desde un inicio tuvo la mejor disposición para que el libro fuera una realidad. Y conversamos largamente sobre ‘Morir en Berlín’. Carlos lo contó en una entrevista en 1993, cuando se publicó por primera vez, pero lo más probable es que ahora nadie recuerde que fue la propia Mariana Herrera quien lo empujó a escribir de nuevo la novela, ya que el manuscrito original se le había perdido al salir de Berlín, en 1985. Carlos suponía que había desaparecido durante la revisión de sus maletas en la aduana. Con toda razón y justicia, la novela está dedicada a Mariana. Y en esta edición, además, ella facilitó su pintura ‘Sobremesa’ para ilustrar la portada. El personaje que aparece en el centro es precisamente Carlos Cerda”.           

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