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Entrevista “Para ser feliz a veces debemos arriesgarnos”

Los protagonistas de “El Silencio de Irene”, de María Eugenia Lorenzini, se ven enfrentados a uno de los momentos más cruentos de la historia Chile: la crisis de 1973. Tal como le sucedió a esa generación sus vidas enfrentaron un destino incierto (Mario Rodríguez Órdenes)

María Eugenia Lorenzini Pizarro es escritora y editora, y durante muchos años se dedicó a la docencia.

“El silencio de Irene” (Editorial Forja, 2024) de María Eugenia Lorenzini nos relata la conmovedora historia de Alejandro Pissano, que, en un dramático ejercicio de memoria, se desplaza entre el presente y el pasado. Es un momento muy difícil, porque Pissano se encuentra atrapado, inmóvil, en una cama.

María Eugenia Lorenzini Pizarro es escritora y editora. Su primera novela fue “Después de ayer” (1994). Su segunda novela: “Sewell: luces, sombras y abandono” (2023) es un registro de una época. En 2016 publicó la novela “Escucha, corazón” y tuvo buena acogida de crítica.

María Eugenia, ¿”El silencio de Irene”, muestra la fragilidad de las personas?

“Sí. De hecho Alejandro Pissano, el protagonista, es un hombre común y corriente con debilidades, temores y contradicciones. Aspira solo a ser un hombre bueno, solidario, al servicio de los demás, pero las circunstancias tanto sociales como personales lo llevan por un camino que no ha elegido. De un día para otro se encuentra totalmente inmovilizado, sin poder comunicarse y sin saber qué ha sucedido con Irene, justo cuando estaba en la plenitud de su vida”.

Los protagonistas Alejandro e Irene viven en un mundo lleno de incertidumbres. Chile está atravesado por un grave conflicto social. ¿Tenía Alejandro mejores opciones que las que tomó?

“Una buena parte de la obra está ambientada durante la época de la dictadura militar y en ese momento no había mucho más que Alejandro pudiera hacer, sin ponerse en serio riesgo. Sin embargo, a pesar de sus temores y motivado por Irene, ayuda a poner a salvo a algunas personas que estaban en peligro, trasladándolas a un lugar seguro. Esta actividad, que en otro momento histórico no hubiera implicado mayor peligro, y el hecho de que antes del golpe de Estado hubiera asumido, también gracias Irene, como presidente de su curso, le cambia drásticamente la vida y no tiene más opción que seguir los consejos de su abuelo. Pero a nivel personal, en su relación de pareja, sí tenía mejores opciones. Tal vez podría haber sido menos temeroso, correr riesgos y tomar algunas decisiones que le permitieran quedarse con la mujer que amaba. Ciertamente, siempre se puede pensar a posteriori que ha habido mejores opciones que las ya elegidas”.

Son de vital importancia las decisiones que se toman en la vida. Pero, ¿cómo saber cuáles son las correctas?

“Es difícil saberlo, normalmente podemos mirar hacia atrás, como lo hace Alejandro, y darnos cuenta de cuántas veces elegimos el rumbo equivocado o no nos atrevimos a tomar decisiones y dejamos que la vida nos pasara por el lado. Creo que para ser feliz a veces debemos arriesgarnos, atrevernos a hacer lo que queremos y a no dejarnos arrastrar por otros. Si se sigue el camino errado corremos el riesgo de perderlo todo”.

¿Le queda la impresión de que uno no vive la vida, sino es vivida por las diversas circunstancias?

“Sí. Todos somos lo que somos en gran medida por las circunstancias que nos tocan vivir. Creo que en la novela se plantean personajes que reflejan todas sus virtudes y defectos, como es la vida. Alejandro es un buen hombre, no quiere hacer daño e incluso había decidido ser sacerdote, pero es timorato y le falta audacia en sus actos. Irene, en cambio, es una mujer empoderada, que es capaz de luchar por lo que quiere, es jugada y está dispuesta a tomar decisiones con tal de ser feliz. A ambos les toca vivir circunstancias difíciles muy adversas que los harán tomar caminos que, de otra manera, no habrían elegido. Creo que en la novela se plantean personajes que reflejan toda su humanidad, con virtudes y defectos, como es la vida. Traté con esta novela de presentar personajes creíbles que no parecieran falsos o irreales y me parece que los lectores deberán determinar si lo logré”.

María Eugenia, ¿que la motivó a escribir este libro?

“Creo que uno escribe de lo que le impacta o de lo que le importa mucho. A mí siempre me ha preocupado la situación de los migrantes, tal vez porque mi abuelo fue uno de ellos. Se vino a Chile e hizo de este país su patria. De hecho, nunca más volvió a Italia. Al comienzo pensé contar su historia, pero después, seguramente como consecuencia de lo vivido durante la dictadura, creí que era mucho más importante contar la historia de un hombre que había tenido que salir al exilio, como muchos durante nuestra historia reciente. Alejandro, al igual que mi abuelo, tuvo que migrar de su patria, pero debió hacerlo en forma obligada como refugiado y esto hizo que su historia fuera mucho más dramática. Experiencias como esa, sin duda, producen importantes quiebres en la vida personal y amorosa de quienes las viven. Sin proponérmelo, ‘El silencio de Irene’ se convirtió también en el retrato de una época y de lo sufrido por toda una generación”.

Coincide “El silencio de Irene” con los 50 años del Golpe Militar de 1973. Seguramente habrá historias similares de alejamientos forzados de la vida. ¿Chile ha sanado las heridas de esa tragedia social que vivimos?

“No me propuse que la novela se publicara cerca de la conmemoración de los 50 años del Golpe Militar. Creo que fue una feliz coincidencia. Ahora ya sabemos que hubo muchos casos como el de Alejandro. Pero creo que como sociedad todavía hay muchas heridas abiertas. Pienso en los que tienen padres, hermanos, seres queridos desaparecidos, por ejemplo. También creo que aún no se ha escrito bastante sobre esa época, que todavía los más jóvenes no conocen lo sufrido por toda una generación. Solo conociendo el pasado, evitaremos que hechos tan dolorosos se repitan. ‘El silencio de Irene’ es una historia de amor, pero como muchas se vio afectada por la situación vivida durante la historia reciente de Chile”.

¿Qué significó para usted el Golpe Militar de 1973?

“En lo personal no viví el exilio, la prisión ni la tortura. Pero viví el temor y el silencio forzado. Conocí a familias, a amigos, a parejas que tuvieron importantes quiebres, producto de la situación vivida. Estudié en el Instituto Pedagógico y supe de muchos casos de estudiantes expulsados de sus carreras, apresados y también exiliados del país en esos años. Fue una época oscura para Chile”.

María Eugenia, su padre amaba los libros, ¿cómo la llevó por ese camino?

Mi padre además de ser abogado era un gran escritor, yo sentía una profunda admiración por él. Su primer libro, ‘En citrola a Canadá’ lo publicó la Editorial Nascimento y lo editó el padre Alfonso Escudero, un referente de la edición en Chile, y se agotó rápidamente. De su segundo libro, ‘Presencia de niño’, Alone dijo ‘Lorenzini no hace literatura, hace vida’. Andrés Sabella, Hernán del Solar y muchos críticos importantes de la época también se refirieron a su obra en términos muy elogiosos. Finalmente publicó ‘Caminante’, una novela que tal vez hoy llamaríamos autoficción. Conocerlo a través de sus escritos, mantener correspondencia con él –me escribía hermosas cartas–, leer los libros que me recomendaba y comentarlos juntos, sin duda me guio por el camino de la literatura”.

¿Eso la lleva a estudiar Pedagogía en Castellano?

Sí. No entré a estudiar Pedagogía en Castellano para ser profesora, quería aprender a escribir y adquirir todas las herramientas necesarias para hacerlo. Sin embargo, la pedagogía me atrapó; durante muchos años me dediqué a dar clases y dejé de lado la escritura”.

 A usted le interesaba la literatura, pero ¿qué hace que la pedagogía la atrape largo tiempo?

Lo pasé muy bien dando clases. Tenía una muy buena relación con mis alumnos, hablaba de libros y de los temas que me gustaban, realizaba talleres literarios, concursos y actividades que de igual modo se relacionaban con la literatura. Fue una época bien feliz de mi vida. Por otra parte, me casé, tuve tres hijos y el tiempo para escribir era escaso”.

 ¿Qué la inclina definitivamente por la literatura y la escritura?

Mientras realizaba los talleres literarios del Liceo N°1 de Niñas de Santiago, escribía cuentos junto con mis alumnas. Dos de mi autoría obtuvieron premios en un concurso de Mujeres Profesionales y de Negocios de Latinoamérica y se publicaron en sendas antologías. Incluso uno de ellos fue traducido al inglés y publicado en la antología Cruel Fiction, Cruel Realities de la Universidad de Iowa . Ahí pensé que lo estaba haciendo bien y decidí dedicarme seriamente a escribir. En eso estaba cuando creyendo escribir otro cuento nació ‘Después de ayer’, mi primera novela”.

 Si queremos tanto los libros, ¿cómo estimular la lectura en los niños y jóvenes?

Predicando con el ejemplo, que nos vean leer. Leyéndoles cuentos a los más pequeños, comprándoles a los más grandes libros sobre temas que les sean atractivos, para interesarlos en la lectura y que esta se convierta en un hábito. Contarles parte de la historia de un libro, para estimular el deseo de conocer el final. Esas son algunas de las formas que se me ocurren. Seguramente hay muchas más”.

 ¿Dónde reside la fortaleza de los libros en papel?

No hay como el libro en papel, hojearlo, subrayarlo, llevarlo a todas partes sin preocuparnos de si le queda batería o no. Guardarlo y saber que podemos volver a retomarlo para leer algunos párrafos marcados que nos impactaron. Pero si no hay otra opción, igual una buena alternativa puede llegar a ser el libro electrónico”.

 ¿Qué escritos prepara ahora?

Tengo terminada otra novela ‘El crimen de Ema’, que es la historia de una mujer que huye. Todo ocurre en el interior de la protagonista. Antes de publicarla, quiero tenerla un tiempo guardada para alejarme de la historia y luego editarla. También tengo una colección de microcuentos que titulé ‘Esas pequeñas cosas’, que tiene la particularidad de que pueden leerse en forma independiente, pero si se leen de manera continua se convierten en una novela”.

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