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ENTREVISTA; “Pese a los innegables avances Chile sigue siendo un país homofóbico”

“Homoerotismo, sociabilidad y discreción”, de Juan Cornejo, nos muestra el lado invisibilizado de la sexualidad de los chilenos. “Una investigación de una sexualidad situada en los márgenes, que se silencia, omite o decididamente esconde”, precisa el investigador (por Mario Rodríguez Órdenes)

Juan Cornejo Espejo se desempeñó durante una década en la Universidad Católica del Maule, hasta el año 2018.

En “Homoerotismo, sociabilidad y discreción /En el cuarto oscuro todos los gatos son pardos”, (UAH, Ediciones, 2022) Juan Cornejo Espejo muestra el lado B de la sexualidad de los chilenos. Doctor en Estudios Americanos y doctor en ciencias políticas, fue académico de la Universidad Católica del Maule. Poco antes del lanzamiento del libro, el autor conversó con Diario Talca.

Juan Cornejo Espejo (Salvador,1962) es doctor en Estudios Americanos y doctor en ciencias políticas. Magister en Antropología Latinoamericana de la Universidad Alberto Hurtado. Tras desempeñarse durante una década en la Universidad Católica del Maule, hasta el año 2018, actualmente se desempeña como profesor e investigador de la Universidad del Bio – Bio.

Juan, ¿cómo surge la escritura de Homoerotismo…?

“Esta investigación etnográfica, inscrita en la antropología de los deseos y de los sentidos, se gesta a partir del Magíster en Antropologías Latinoamericanas de la Universidad Alberto Hurtado, cuya finalidad era indagar en temas de frontera que escapan al quehacer tradicional de la antropología, que privilegia el discurso del `nativo’, dejando de lado otras dimensiones sensoriales como el tacto, el olfato, el gusto o el oído. Haciéndose cargo, además, de la crítica que hace George Simmel a una antropología centrada en los discursos y el textualismo. En el trabajo presentado, no sólo el deseo homoerótico aflora como una experiencia vital de muchas personas, sino mediada por los sentidos donde la palabra pasa a un segundo plano”.

¿Acaso develar una sociedad, como la chilena, que tiene un lado oculto, una fuerte dosis de represión?

“Sin duda, al ser una investigación de una sexualidad situada en las márgenes, en los tenues bordes de lo permitido y lo prohibido, en los intersticios de una problemática que se silencia, omite o decididamente esconde, deja al descubierto tanto una realidad históricamente invisibilizada, al mismo tiempo que, sin quererlo, devela una sociedad que se resiste a hablar no sólo de homoerotismo, sino de la sexualidad en general, pese a la verdadera obsesión que le provoca el tema (recordando a Foucault en su Historia de la sexualidad), expresada en sanciones, reprimendas, tabúes o prohibiciones…. que no hacen sino reforzar aquella obsesión enfermiza por ocultar algo tan propio y distintivo de la condición humana. En este sentido, cómo explicar entonces que pese a los esfuerzos  y reiterados intentos en este último medio siglo, carezcamos en el sistema escolar y aún en la propia formación de profesores de una educación sexual y afectiva integral que no le tema a hablar de todos los temas, que respete la capacidad de discernimiento y de decisión de cada persona, a la vez que desnude los entramados ideológicos de aquellos que pretenden controlar lo que se puede o no hablar, erigiéndose ellos mismos en ‘guardianes’ y ‘custodios’ de la moralidad y sexualidad pública y privada”.

Pese a los recientes cambios, por ejemplo, el matrimonio igualitario, ¿sigue siendo Chile una sociedad homofóbica?

“Así es, pues, pese a los innegables avances en materia legal, Chile sigue siendo un país homofóbico tanto porque esos mismos avances siempre son con letra chica, de alcance limitado o varios de ellos producto de coyunturas políticas o histórico – sociales como fue, por ejemplo, la aprobación express de la ley antidiscriminación motivada por el estupor que provocó en la opinión pública la muerte alevosa de Daniel Zamudio, y no producto de procesos de maduración y reflexión social. Vale decir, avances que si bien contribuyen a mejorar las condiciones de vida de disidentes sexuales y de género, terminan perpetuando la jerarquía de las sexualidades, donde unos: heterosexuales, gozan de plenos derechos, sin restricciones y no objeto de ningún cuestionamiento y, otros, los disidentes, de derechos limitados, siempre en la mira, y sobre los cuales no existe plena convicción de que sean efectivamente sujetos de derecho; pues, lo suyo, como apuestan algunos, sería una  ‘opción’ y no un problema de derechos o reconocimiento. De allí, el riesgo de pensar de que todo está ya solucionado en una suerte de ‘espejismo de igualdad’. La legislación aprobada en favor de las disidencias es incompleta, imprecisa y en no pocos casos nominal, ejemplo de ello es la propia ley antidiscriminación que carece de sanciones efectivas o no contempla a los autores intelectuales de los crímenes de odio, entre otros aspectos.

No obstante, hay en la sociedad chilena una dimensión aún más perversa y es pensar que, porque entre comillas se ‘acepta’ o ‘tolera’ a las disidencias en el espacio social o aún se tiene amigos gays, la homofobia desaparece. Es lo que autores como Daniel Borrillo denominan ‘homofobia liberal’, donde la aparente ‘buena onda’ y ‘tolerancia’ hacia las disidencias invisibiliza la jerarquización de las sexualidades y, consecuentemente, el orden heterosexista, que se esconde tras formas sutiles de homofobia alojadas en el lenguaje, actitudes aparentemente comprensivas, paternalistas o aun de compasión”.

Pero, ¿qué cambios favorables reconoce?

“Probablemente, lo más notable es el despertar de conciencias de los propios disidentes que no se conforman ya con el closet, demandando derechos y reconocimiento, no como un favor sino como una exigencia de dignidad y ciudadanía”.

¿Qué sectores de la sociedad chilena se resisten a la inclusión del mundo homosexual?

“En Chile, la verdad son muy pocos los que abiertamente se declaran opuestos a la inclusión de las disidencias. Ello, probablemente, por esa misma homofobia liberal, tan arraigada en la sociedad chilena que no quiere aparecer como homofóbica. Sin embargo, las trabas visibles e invisibles a la inclusión efectiva son transversales y atraviesan todo el espectro político y social. Son muchos los que esgrimiendo las más diversas razones, algunas abiertamente discriminatorias y otras ‘edulcoradas’ revestidas de aparente comprensión y acogida, se resisten a una inclusión efectiva de las disidencias; pues, no puede haber inclusión verdadera cuando se pretende confinar al espacio privado sus expresiones erótico – afectivas, cuando no se reconocen sus familias, cuando sus derechos no son equiparables a los de los heterosexuales o cuando apenas se los tolera. Pese a ello, no se puede obviar que los que lideran las redes de resistencia y oposición a la inclusión en los distintos ámbitos de la vida social son los grupos conservadores – religiosos, identificados con las campañas ‘con mis hijos no te metas’ o los que se oponen a los estudios de género y sus cultores, acusándolos de promover la “ideología de género’. Sin duda, estos grupos no sólo son los campeones de la intolerancia, sino los grupos más ideologizados que han tornado al sistema educativo, incluida algunas universidades, particularmente confesionales, sus campos de batalla y divulgación”.

¿Comparte que el crimen de Daniel Zamudio el año 2012, es un antes y un después de la condición de homosexual en Chile?

“Sin lugar a dudas pues, un hecho doloroso a la vez que coyuntural permitió que se aprobara en el Congreso Nacional un proyecto de ley que dormía el sueño de los justos desde inicios de los años dos mil, por la férrea oposición de grupos conservadores – religiosos, que se oponían a que una ley antidiscriminación contemplara en su articulado la discriminación por orientación sexual y/o identidad de género. Vale decir, si de algo sirvió la muerte de Daniel Zamudio fue sacudir la conciencia nacional ante violaciones y crímenes sistemáticos de que han sido objeto históricamente las disidencias sexuales y de género en Chile”.

La publicación significó un largo trabajo de campo de lugares donde se práctica el cruising. ¿Por qué eligió los cuartos oscuros?

“La verdad, el cruising se caracteriza por ser el sexo anónimo y casual practicado en espacios públicos (parques, baños, cines, saunas, etc.) por hombres de distintas condiciones, edades y no necesariamente que asumen una identidad homosexual (la versión heterosexual de este mismo tipo de prácticas se denomina dogging). Y siendo el anonimato uno de sus trazos distintivos, el cuarto oscuro deviene en espacio predilecto e ineludible en este tipo de estudios, en tanto espacio que resguarda las identidades de los frecuentadores a la vez que protege de la homofobia social; sin contar, por cierto, que allí no sólo acontecen una multiplicidad de prácticas sexuales homoeróticas, sino se hace evidente la plasticidad de las identidades que se crean y recrean en un juego permanentemente de roles”.

Tuvo que sumergirse en ese mundo. Entiendo que hizo diversas entrevistas a personas que frecuentan estos espacios. ¿Cómo logró superar las desconfianzas?

“Contrariamente a lo que se pudiese suponer y a mis propios temores iniciales al acceder al campo, las desconfianzas se diluyeron cuando les di a mis informantes claves garantías de confidencialidad y anonimato. Es decir, cuando despejaron sus dudas, cuando se convencieron de que no era periodista o policía que buscaba exponerlos al escarnio público, criminalizarlos o ‘moralizar’ sus prácticas, sino que mi propósito era sólo investigativo, en un intento por mostrar cómo el deseo homoerótico se desborda en infinitas formas de seducción y conquista, pero a la vez matizado por particulares formas de sociabilidad, reciprocidad y complicidad”.

Los cuartos oscuros son una práctica de larga data. ¿cómo funcionan?

“Las prácticas homoeróticas son tan antiguas como la humanidad misma, de ello hay innumerables testimonios en las distintas civilizaciones de la antigüedad, y aún en varios de nuestros pueblos originarios americanos. Ahora, los ‘cuartos oscuros’ en tanto espacios creados para facilitar el cruising son una creación relativamente reciente, probablemente, de la segunda mitad del siglo XX, en el contexto de las discotecas y saunas orientadas al público gay, especialmente de Estados Unidos y algunos países europeos. En América Latina los primeros vestigios de la existencia de cuartos oscuros los encontramos en Brasil, particularmente en Rio y Sao Paulo, ya desde los años 60’. En el caso chileno irrumpen en las postrimerías de la dictadura y de un modo más claro con el retorno a la democracia en los 90’. Y si bien se convierten en un gancho comercial para las discotecas, su mayor desarrollo se dio en los saunas gays. Esto es, espacios pensados y diseñados para favorecer y facilitar el cruising, a diferencia de los baños turcos tradicionales donde si bien siempre ha habido encuentros homoeróticos casuales, ellos son más bien esporádicos y con el riesgo permanente de ser descubiertos.

Básicamente, el cuarto oscuro es un espacio, al interior del sauna gay, donde tienen lugar las prácticas sexuales homoeróticas. A este respecto es importante consignar que, además del cuarto oscuro, los saunas tiene distintos espacios: unos dedicados a la plática distendida y cómplice, otros para los fumadores contumaces y en algunos casos, inclusive, para la práctica deportiva con verdaderos gimnasios equipados con todo tipo de máquinas y pesas”.

El elegido, ¿qué características tenía?

“La elección del sauna de nuestro estudio, ubicado en el casco antiguo de Santiago, estuvo motivada por la particular configuración de su clientela, conformada mayoritariamente por hombres mayores (varios de ellos próximos, sino derechamente de la tercera edad), empleados de casas comerciales, choferes del Transantiago, guardias de seguridad, migrantes pobres, jubilados, etc. Es decir, hombres mayoritariamente situados en los escalafones sociales más bajos (aunque no exclusivamente) o derechamente excluidos socialmente, en virtud de su edad, nacionalidad, raza o condición social. Sin contar un número no menor de hombres casados. Esa particular configuración me permitió no sólo develar la diversidad de  prácticas homoeróticas que allí tenían lugar, sino las distintas interseccionalidades derivadas de las condiciones sociales, educacionales, nacionales, raciales, etarias, etc. de los frecuentadores, así como las distintas formas de sociabilidad que convertían al lugar en un espacio alucinante de pesquisa”.

¿Qué necesidades satisfacen los cuartos oscuros?

“Puedo señalar, y sin afán de justificar a los frecuentadores, sino simplemente  de dar cuenta de un hecho indesmentible como es la homofobia cultural que aún prevalece en el país, que muchos hombres no ven más salida para satisfacer sus deseos homoeróticos que frecuentar los saunas gays, evitando así, no sólo la violencia a que pueden verse expuestos en otro tipo de espacios, al mismo tiempo que eludiendo los costos sociales, laborales y familiares que supone, la mayoría de las veces, asumir una identidad disidente”.

En Santiago hasta la década de los 90′ había varios cines en que se podía practicar el cruising. ¿Cuál es la tendencia actual?

“En la actualidad no sólo los cines tradicionales han tendido a desaparecer, sino también los denominados cines porno o triple XXX, donde eran comunes las prácticas de cruising. No obstante, no sólo este tipo de espacios  han desaparecido, sino que otros espacios públicos donde era común el cruising, como eran los parques que también se han visto afectados, pero por razones distintas. La violencia urbana y criminalidad de las grandes ciudades prácticamente ha erradicado este tipo de prácticas de los espacios abiertos, lo que ha incidido en lo que varios autores denominan como una ‘privatización de la sexualidad’, donde el uso de tecnologías ha reemplazado la calle, al espacio público. En este sentido son numerosas las aplicaciones (Grindr, Manhunt, etc.) dedicadas a facilitar los encuentros casuales con fines sexuales, no sólo de homosexuales, sino también heterosexuales”.

¿Cómo es la realidad en las provincias? En El Maule, por ejemplo…

Lo cierto es que, si bien en la región del Maule no hay saunas gays, la práctica del cruising siempre está presente, particularmente en las ciudades más grandes. Y no podría ser de otro modo, porqué el deseo homoerótico no sabe de restricciones o prohibiciones, siempre se las arregla para expresarse aún en las condiciones más adversas. Además, las visitas a la capital para muchos hombres no sólo está motivada por negocios, trámites, estudios o asistencias médicas, sino también para atender otras exigencias; de allí, que no sea inusual encontrar en los saunas gays santiaguinos a muchos hombres deseosos de satisfacer los apetitos de la carne que no consiguen satisfacer en la opacidad de las provincias”.

Siguiendo al escritor Pedro Lemebel, que dice que la sociedad chilena tiene varias caras… ¿seguirán los cuartos oscuros?

“Sin duda, especialmente en sociedades como la nuestra donde ciertas expresiones erótico – afectivas tienen menos oportunidades de expresarse y visibilizarse en el espacio público. Para esas sexualidades disidentes, agobiadas por los cercos y restricciones del orden heteronormativo, el cuarto oscuro representa la posibilidad de fuga de esos mismos controles y dispositivos represores”.

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