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ENTREVISTA: “Querámoslo o no, llegó el momento de hablar de política”

En medio de la compleja coyuntura política y social que vive el país, el historiador Rodrigo Mayorga alude en “El Plebiscito de salida” al talón de Aquiles del proceso: La falta de educación cívica y democrática de los chilenos (por Mario Rodríguez Órdenes)

Rodrigo Mayorga Camus es licenciado en historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Con lucidez, Rodrigo Mayorga precisa en “El Plebiscito de salida (y otros textos para que hablemos de política” (Trayecto publicaciones, 2022): “Como historiador, sé que la democracia no es natural, sino una construcción histórica y que, por lo mismo, no podemos darla nunca por sentada. Como ciudadano, estoy convencido de la profunda importancia de esa misma democracia, pues en ella radica la posibilidad siempre abierta de responder a la pregunta básica de toda sociedad: ¿cómo queremos vivir juntos? Como ser humano, poseo una fe profunda en nuestra capacidad y cómo esta puede expandirse hasta el infinito cuando aprendemos, trabajamos o simplemente existimos así: juntos. Por ello, espero que los textos aquí reunidos logren ser una pequeña gota de agua que se sume a este océano enorme, insondable y lleno de posibilidades que es, ha sido y será, nuestra historia como especie humana”.

La reciente publicación, que reúne cuarenta y dos columnas escritas por Rodrigo Mayorga, en medios nacionales y extranjeros, es un valioso aporte a los tiempos turbulentos que se viven en Chile. Con la ausencia de la educación cívica se deteriora la democracia. Y el peligro que se imponga la barbarie y el uso de la fuerza en las relaciones sociales. Algo que hemos vivido dolorosamente en la historia nacional y que no debemos repetir.

Rodrigo Mayorga Camus (Santiago, 1985) es licenciado en historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y doctor en Antropología y Educación por la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Sus áreas de especialización son historia de la educación y la educación ciudadana y la conciencia histórica. Actualmente es coordinador pedagógico del Programa de Archivos Escolares del Instituto de Historia de la UC. Además de director de la organización Fundación Momento Constituyente que busca contribuir al debate y a la educación cívica en los procesos de educación colectiva que vive Chile hoy. Entre sus publicaciones destacamos: Cientificistas, eficientes o demócratas. Actores transnacionales y adopción de ideas educativas norteamericanas en Chile (1920 – 1950), en Historia social de la educación chilena, tomo V (2020).

 Rodrigo ¿qué preocupación busca responder Fundación Momento Constituyente?

“Fundación Momento Constituyente es una fundación política y no partidista que surge del diagnóstico de la gran deuda que el país posee con su educación cívica, ciudadana y democrática. Por ello, desarrollamos instancias y espacios educativos para fortalecerla, en pos de que todas las personas puedan ejercer informada y plenamente sus derechos políticos”.

¿Cuán grave es para la fortaleza de la democracia chilena la falta de educación cívica, ciudadana?

“Es gravísimo, pues la democracia no es algo natural sino un sistema que construimos y que debemos sostener. Si no sabemos de qué formas fortalecerla o perdemos el interés por hacerlo, el resultado evidente es su erosión o, incluso, su derrumbe”.

Esta situación deriva del proceso de despolitización que se vivió durante la dictadura militar. El neoliberalismo que se implantó, ¿la afianzó?

“Sin duda alguna. El neoliberalismo como ideología tiene una confianza absoluta en el individuo, por lo que entiende la democracia bajo una lógica de mercado: con cada individuo buscando el máximo bien personal y creyendo que así se logrará el bien de todos. Pero una democracia es un proyecto colectivo, donde más que solo buscar mi bien personal, yo debo pensar qué camino garantizará el bien común, teniendo a veces que ceder para ello”.

En ese contexto era peligroso hablar de política. ¿Podía costar la vida?

“La dictadura de Pinochet fue enormemente ‘antipolítica’ y, sus partidarios, hablaban de política para achacarle todos los males sociales. Quienes cuestionaban esto eran los opositores de la dictadura. Y efectivamente, cuestionar a la dictadura no solo podía, sino que le costó la vida a muchos compatriotas”.

Ese miedo que se instaló en la sociedad chilena, ¿se ha superado?

“Sí y no. Sí, en el sentido de que ya no estamos bajo una dictadura y es posible hablar con libertad y de manera crítica con respecto a muchas cosas. Pero miedos como este tienen una forma de naturalizarse y de quedarse con las personas, aunque no los hagamos conscientes. La frase ‘en la mesa no se habla de fútbol, religión o política’ es un clásico ejemplo de ello: nos acostumbramos a que la política es un tema que trae conflictos y problemas, quizás no tan graves como hace cuatro décadas, pero indeseables para muchos aún. Pero eso no tiene por qué ser así. Podemos hablar de política, pero para eso primero debemos atrevernos a hacerlo”.

¿Cómo ha quedado en evidencia esta falta de formación política después del 18 de octubre?

“El estallido de 2019 y el posterior proceso constituyente activaron en muchos, en un inicio, un enorme entusiasmo por participar. Pero al mismo tiempo nos mostró cuan poco sabíamos sobre los temas políticos, legales y ciudadanos, y qué habilidades nos hacían falta para participar efectivamente en ellos. Eso es una realidad que ha sido transversal, independiente del nivel educacional de cada persona, porque esta es una deuda que se tiene con el país entero”.

¿De alguna manera en Chile de hoy el debate se ha convertido en un diálogo de sordos?

“No sé si diría que se ha convertido o más bien siempre fue así, y lo que ha cambiado ahora es que hay más oportunidades para que este debate no dialogante se dé. Y la verdad, tiene mucho sentido, porque si llevábamos décadas sin hablar de política, sin que nadie nos enseñara a hacerlo ¿cómo lo íbamos a aprender? Por eso en Fundación Momento Constituyente sostenemos una educación que, además de ser cívica y ciudadana, sea democrática. Es decir, que ponga al centro de sí el diálogo democrático y cómo este nos ayuda a procesar el conflicto. Porque parte importante de este debate no dialogante tiene que ver con ver en el conflicto algo negativo y querer ‘solucionarlo’ ganándole al contrincante, como si se tratara de una competencia. Y es todo lo contrario: el conflicto no es negativo, sino que parte de toda democracia, y por lo mismo el punto no es solucionarlo a través de la victoria de unos, sino que ‘procesarlo’ a través del diálogo democrático que nos permite crear respuestas colectivas juntos”.

El rechazo de la propuesta de la nueva constitución, ¿se explica por la falta de educación cívica?

“No. Quiero ser tajante en esto, porque considero peligroso sostener que si la población estuviera ‘más educada’ elegiría sí o sí X opción. Un plebiscito enfrenta siempre dos opciones legítimas y lo importante, más allá de cuál sea mi opción, es que cada ciudadano y ciudadana pueda votar por aquella que más lo representa. En ese sentido, si hubiéramos empezado a trabajar por la difusión de la educación cívica, ciudadana y democrática hace 10, 20, o 30 años, puede que el resultado del plebiscito hubiera sido el mismo, o quizás no, no hay como saberlo. Lo que sí es claro es que el proceso habría sido más productivo: habríamos tenido mayores niveles de participación desde el inicio, mayor conocimiento de las distintas etapas del proceso y no solo de sus aspectos más noticiosos y, sin duda alguna, un debate ciudadano más sano y productivo que el que hubo, sobre todo en el contexto del plebiscito”.

¿Qué podemos esperar del comportamiento ciudadano en el proceso constituyente que se acaba de iniciar?

“Es muy difícil saberlo aún, sobre todo porque este es un proceso que, a diferencia del anterior, tendrá voto obligatorio desde el principio. Sí sabemos que algunos estudios ya están mostrando desencanto y poco interés en el proceso. Será importante ver si esta tendencia continua, lo que sería problemático, o si vemos un cambio en la disposición de la ciudadanía al respecto”.

El plazo para pronunciarse sobre la nueva constitución se realizará el 17 de diciembre de 2023. ¿Le parece un plazo suficiente?

“Para escribir un buen texto, sí. Para que este texto sea percibido como propio por la ciudadanía, no. Y esto último, me parece, es lo que se está olvidando en este proceso y su principal riesgo: que lleguemos a un plebiscito donde la ciudadanía diga ‘rechazo esto, porque no siento que tenga nada que ver conmigo’”.

¿Cuál es el desafío del nuevo texto constitucional?

“Sobre todo, ser reconocido como legítimo por la gran mayoría de la población. Y eso, más allá del plebiscito final. Si terminamos con un texto constitucional aprobado, pero que muchos consideren como ‘la opción menos mala’ al lado de quedarse con la Constitución actual, vamos a seguir con el problema constitucional abierto en Chile”.

¿Tienen claridad los chilenos que llegó el momento de hablar de política?

“No lo sé. Pero la historia funciona como el mar: hay cosas que no te las pregunta, sino que simplemente te lanza las olas encima. Y en este caso, es como usted señala: querámoslo o no, llegó el momento de hablar de política, porque llegamos a un punto en que ya no podemos ignorarla. La pregunta, creo, es si vamos a hacer lo necesario para que esta conversación sea productiva”.

¿Puede resurgir el miedo que se instaló durante la dictadura?

“Vivir un miedo que realmente fuera como el que se instaló en la dictadura, requeriría una nueva dictadura. Recordarlo debería ser nuestro mayor incentivo para hablar de política juntos y trabajar por reforzar la democracia, porque una democracia robusta es una de las mejores herramientas para no volver a encontrarnos en tiempos tan oscuros como los que Chile vivió entre 1973 y 1990 nunca más”.

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