Nicolás Poblete ausculta la sociedad chilena actual. “Subterfugio” lo consolida como uno de los escritores más interesantes de la narrativa chilena actual. Narra la historia de Sebastián Parraguez, un prestigioso terapeuta santiaguino, con estudios en Estados Unidos y experto en trauma y abuso sexual. En una serie de encuentros terapéuticos, los personajes se sacan las máscaras y quedan al desnudo, en una sociedad atrapada por el liberalismo. La paciente que más atención recibe en la novela es María Ignacia Barrios, una adolescente que estudia teatro, que ha perdido recientemente a su madre y que odia a su padre, el connotado médico José Miguel Barrios, quien ha formado una nueva familia, a la que Ignacia también detesta.
Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971), es escritor, periodista, profesor y doctor en literatura hispanoamerica por la Universidad de Washington. Entre sus obras destacamos: Dos cuerpos (2002), Replicas (2004), Concepciones (2017) y Sinestesia (2017), Dame pan y llámame perro (2020). De su obra, la escritora Andrea Jeftanovic al referirse a Dos cuerpos señaló: “Dos cuerpos es un texto que entrecruza oblicuamente la historia nacional y la historia personal de Esteban, relatos que circulan por fosas y cuerpos… retazos de los acontecimientos del país en pleno proceso de Pinochet”.
Nicolás, el telón de fondo de “Subterfugio”, es el de una sociedad chilena en medio de una profunda transición. ¿Qué rasgos la caracterizan?
“Sí, es una transición profunda, desde el momento en que se documenta una de las aristas del ‘estallido social’, con todas las demandas y explosiones que este ha gatillado. Como es imposible representar una sociedad entera, mi opción fue la de hablar de esta gran revelación que fue el estallido desde dos lugares muy particulares: el de terapeuta y paciente. Ellos están en sus propios procesos que, algunas veces, coinciden con las demandas en boga, y otras, contrastan con las batallas más evidentes, porque van por carriles más sutiles y menos glamorosos, como los legítimos y subvalorados reproches de personas con movilidad reducida o la discriminación dentro de minorías étnicas o de género, por ejemplo”.
Se aprecian profundas desigualdades y fracturas en la sociedad chilena, ¿cómo superarlas?
“Superar un trauma histórico es una tarea muy difícil. Socialmente yo me anclo a esa esperanza futura, pero lamentablemente, las desigualdades hoy tienden a acentuarse más que atenuarse, en muchos órdenes de nuestra sociedad. Para mí la educación es una clave importante y siento que incluso hay un retroceso. Veo un problema muy grande en torno a la figura del docente, por ejemplo. Sin exagerar, creo que hay una crisis donde la figura del profesor se ha transformado en un evidente chivo expiatorio y veo que, más que proteger esta figura, se ha ido transformando en un pozo de contradicciones. La precariedad que acompaña el trabajo docente es uno de los problemas profundos que, de ser abordado, podría comenzar a cooperar con el trabajo en pos de una sociedad más equitativa”.
En lo individual, Sebastián, uno de los protagonistas de la novela, está condenado a una vida sujeta por la experiencia de ese pasado…
“En su faceta social, él tiene una vida cómoda y un entorno ‘sano’, sin mayores conflictos. Él es un terapeuta muy reconocido y se halla en una relación afectiva naturalmente plena, pero, como dices, el pasado siempre está ahí y, como él ha sobrevivido a un abuso muy duro, su estar está permanentemente amenazado por el retorno de ese pasado, que es lo que experimenta con María Ignacia, la protagonista, que llega para remover esas brasas del pasado. Es una versión del retorno de lo reprimido”.
Basta hurgar un poco en la epidermis de la sociedad chilena para encontrarnos con una sociedad violenta. ¿Es un rasgo permanente?
“Sí, es un rasgo permanente, porque la conformación de una sociedad emula aquel banquete totémico que Freud explora en ‘Tótem y Tabú’. Ahí, él acude a Darwin y consigna la muerte del padre, el parricidio, como acto criminal fundacional. Este es el origen de toda organización social, con las consecuentes normativas morales y religiosas. Está claro que la violencia es una energía que provoca movilizaciones y repercusiones múltiples, y también se adapta a los formatos dispuestos por el mercado, como es el caso de las armas o el tráfico humano”.
Parece que la premisa es enfrentarnos continuamente, una y otra vez. ¿Le deja una dosis de escepticismo?
“Sí, porque el escepticismo es una posibilidad de cuestionamiento. Si estás satisfecho hay más aceptación, conformidad y, probablemente, menos cuestionamiento o actitud crítica”.
Nicolás, Estados Unidos, su estadía en la Universidad de Washington han sido claves en su formación. ¿Qué mundo le permitió conocer?
“Ahí yo estudié y enseñé, y pude acceder a múltiples fuentes de información y recursos académicos. Eso fue una instrucción ‘escolástica’, por decirlo de alguna manera, sin embargo, el aprendizaje más exclusivo fue el de vivir en el ‘midwest’, un lugar donde alcanzas a vislumbrar la identidad gringa, con sus corrientes religiosas, su noción de libertad, la relación con las armas, el racismo tan evidente. Vivir en St. Louis, Missouri, fue un ‘reality check’, porque ves que la discriminación racial, algo tan básico, está lejos de ser considerado como tal”.
¿Qué influencias le resultaron fundamentales para su formación como escritor?
“Todas. Vengo de un mundo pequeño-burgués, padres profesores, académicos y, desde chico, fui expuesto a este mundo, que era valorado casi con esnobismo. Los libros eran un verdadero lujo, así como el acceso a bibliotecas, obras de teatro, conciertos, etcétera. Me acuerdo que, en épocas de dictadura, íbamos al teatro Ictus, al cine arte Normandie o a la fundación Andrés Bello. En las sobremesas jugábamos al ‘Diccionario’ y en los veranos nos obligaban a leer. Así, los incentivos siempre estuvieron ahí”.
Recientemente publicó su poemario “Swimming the witch”. ¿Qué lo animó a escribir en inglés?
“He enseñado talleres de traducción, de lengua inglesa, literatura inglesa, durante muchos años, entonces fue una extensión de esa instrucción, vista desde mi novela ‘Dame pan y llámame perro’, donde pude continuar con dos personajes de esa novela, pero en formato poemas. Había algo que les permitió seguir en este proyecto, pero desde un foco mucho más poético, vale decir, destilado. Algunos versos y poemas enteros surgieron directamente en inglés. Otros fueron imágenes de la novela que se metamorfosearon para conformar ‘Swimming the witch’, una mirada hacia los rituales de ciertas brujas chilenas”.
¿Cómo ha sido la recepción de su poemario?
“Lo más satisfactorio para mí fue contar con la lectura y texto de la poeta norteamericana Mary Crow. Eso me causó muchísima alegría, porque fue una lectura muy generosa y genuina, ya que, más allá de mi admiración por su trabajo, no la conocía. Nunca he visto a Mary Crow y, sin embargo, su reacción de lectura fue un contacto muy lindo, muy profundo”.
¿En qué relato trabaja ahora?
“Ahora estoy trabajando una dupla: padre-hija, una relación muy especial, porque ella eshija única y el padre la ha tenido sin madre, o sea, no hay figura materna. Está en un registro más teatral, y tiene un tono cómico, de comedia, parodia”.
Si en Chile existe una masculinidad extrema, como la llama Jean Franco y que en la novela es personificada por José Miguel Barrios, ¿cómo podemos hacer cambios profundos que dejan atrás una sociedad patriarcal?
“Eso no es nada de fácil y, creo, hoy, virtualmente imposible. Como decía antes, primero se requiere de un trabajo monumental de educación. Esto son décadas, varias décadas, de aprendizaje, porque no puedes instalar conceptos de avanzada en generaciones precarizadas por una educación deficiente que puede adoptar la máscara de la tecnología, pero que no ofrece más que pantallas y superficies volátiles o espurias”.
¿Espera cambios con la eventual nueva Constitución o se patriarcal?
“Espero cambios, claro que sí, y tengo fe, pero no soy ingenuo y sé que los cambios probablemente yo no los veré. Creo que todo es mucho más complejo que el ‘modelo patriarcal’. Primero, hay grupos conservadores, muchos liderados por mujeres, que reivindican este modelo, entonces, aunque se cruza una cuestión de género, no es tan simple cuando tienes mujeres luchando desconcertantemente contra lo que serían sus propios derechos. Es más profundo. En el caso de nuestro país, el peligro del modelo patriarcal está sustentado por un poderoso pulpo mercantil. No sacas nada con condenar el modelo patriarcal si no cuestionas qué es lo que se está vendiendo y qué es lo que está comprando la gente. Prendes la tele y ves un comercial donde un grupo de mujeres reivindica el ‘feminismo’ promocionando un perfume Benetton, por ejemplo, entonces el cuestionamiento, a mi parecer, pasa por el mercado que rápidamente absorbe estas demandas y las capitaliza instantáneamente. Y ahí caen muchos, entonces sin una actitud crítica informada, sin las herramientas que la educación te da para evaluar la sociedad, nada trasciende y todo queda en un clic frenético de inútiles quejas”.