La Patria en sombras (Catalonia, 2022), la reciente novela histórica de Elizabeth Subercaseaux, transcurre durante uno de los periodos más complejos y de mayor conmoción de la Republica, comienza el día del golpe de Estado de 1973 y sigue hasta el año 2005. Es la historia de Javier y la búsqueda de su mujer desaparecida, en un certero y escalofriante recorrido de esos años de la historia de Chile.
También es la historia de la descomposición de los tribunales de justicia y la sombra que esa descomposición dejó sobre la patria. Es una historia de luces y de sombras que también ha conmovido a Elizabeth. “Fue muy duró lo que nos pasó, y creo que debemos hacer todos los esfuerzos imaginables para que esta nueva Constitución resulte una puerta abierta para un Chile más justo, inclusivo y solidario”, precisó a Diario Talca.
Elizabeth Subercaseaux (Santiago, 1945) es periodista y escritora de larga y fecunda trayectoria. Ha trabajado como reportera, entrevistadora, articulista y columnista para las Revistas Cosas, APSI, Caras, El Sábado, La Nación, Cuadernos Cervantes (Madrid), diario Al Día (Filadelfia), entre otras. Fue profesora de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Ha sido corresponsal de la BBC de Londres y de las Revistas Semana (Colombia) y Crisis (Argentina). Entre sus libros periodísticos destacamos: Los generales del Régimen (en coautoría con Raquel Correa y Malú Sierra). Entre sus crónicas humorísticas destacamos: La comezón de ser mujer y Las diez cosas que un hombre en Chile debe hacer de todas maneras. Entre sus novelas destacamos: La música para Clara. Por últimos, dos novelas policiales: Asesinato en Zapallar y Asesinato en La Moneda. Actualmente reside en Pensilvania, Estados Unidos.
Elizabeth, en La Patria en sombras vuelve a los fantasmas del pasado. ¿Qué le ha impedido dejarlos atrás?
“Lo que está impidiendo dejar atrás lo ocurrido en la dictadura militar es que la fractura que dejó es tan grave, que ese pasado se ha venido colando por todos lados. Siempre. Está instalado en el presente y en ese sentido no es un fantasma del pasado sino algo intrínsecamente ligado a lo que nos sucede hoy. Si hay algo dañino para una sociedad es escamotear la memoria, resistirse a enfrentarla. Sin memoria no cierran las heridas y las heridas se empiezan a cerrar cuando las partes se reconcilian, cuando se pide perdón, cuando se hace justicia”.
Entrevistó a Pinochet para su libro Ego Sum. Pasados los años, ¿qué dimensión tiene de él?
“Conocer personalmente a Pinochet, por medio de las entrevistas que le hicimos con Raquel Correa para nuestro libro, me permitió el acceso a una dimensión distinta de la que se veía en la televisión. Una dimensión más humana. Conocí su manera de hablar cuando no está en público, algunos aspectos de su vida personal, sus gustos, sus temores, muchas cosas que él nos contaba off the records, sobre su relación con sus hijos, con su esposa. Y como todo ser humano lo vi como un hombre complejo, con sus contradicciones y claroscuros. Ya no vi la caricatura de Pinochet sino al hombre de carne y hueso y eso me sirvió mucho para delinear al personaje”.
Sabiendo lo que ocurría en el país, ¿cómo era la cercanía de estar cerca suyo, mirar a sus ojos?
“Muchas veces nos toca a los periodistas entrevistar a personas cuyas ideas no nos gustan y cuyas acciones como gobernantes nos repugnan. Es parte del trabajo y de la dificultad de ser periodista, pero nosotras no estábamos ahí pensando en nuestras propias emociones (esas quedan en el closet), sino buscando respuestas y explicaciones de lo que fue su gobierno y sobre todo de los atropellos a los derechos humanos durante su gobierno”.
La sociedad chilena después de la tragedia de 1973 quedó severamente fracturada. ¿Qué ha impedido su recuperación?
“Hasta donde yo he podido investigar y por lo que vimos que ocurrió con Pinochet a la vuelta a la democracia, el mayor impedimento para enfrentar y luego superar esa fractura fueron los pactos a los cuales se llegó entre la Concertación y los militares. Si ocho años después de la vuelta a la democracia (cuando no había peligro de un nuevo golpe, ni nada por el estilo), se le permitió a Pinochet ser senador vitalicio, yo tengo que pensar que entre esos pactos estuvo el de no tocar la Constitución, ni el modelo económico ni a al dictador. Vale decir, se acordó no enjuiciar ni encarcelar al máximo responsable de todo lo que ocurrió en Chile durante 17 años. En otras palabras, se instaló la máxima impunidad a partir de la cual se corrompieron prácticamente todas las instituciones del país”.
Para Javier, el protagonista de la novela, encontrar los restos de Valeria, le permite hacer un duelo. ¿Pero es posible superar la pena, el dolor y la desesperanza?
“Esos son dolores que no se superan nunca. Es posible hacerse amigo de la pena, de la pérdida, pero el dolor estará ahí para toda la vida. La posibilidad de enterrar a tu hijo, a tu marido, a tu hermana, poder ir a un cementerio y dejarle una flor, un recado, es lo que te permite seguir viviendo, con la misma pena, pero con un poco de paz. El duelo no es el olvido sino la posibilidad de vivir en paz con la tristeza”.
En el libro aparece la figura del juez Juan Guzmán, que termina condenando a Pinochet. Pero al principio justificó el golpe militar. ¿Qué permitió que los chilenos sufriéramos un gran engaño?
“El juez Guzmán fue un héroe. El era un hombre de la derecha, incluso brindó para celebrar el golpe militar, pero a poco andar se fue dando cuenta de las intenciones de los militares, de lo que estaban empezando a hacer. A los tribunales de justicia llegaban cientos, miles de peticiones de búsqueda de personas que estaban desaparecidas. Y ¿qué hicieron esos otros jueces? Aplicaron un artículo 24 transitorio, no investigaron, cerraron los ojos y los oídos, le dieron vuelta la espalda a la justicia y fueron vergonzosamente obsecuentes con una dictadura que estaba instalando centros de tortura, fusilando y haciendo desaparecer a sus opositores. Todo eso lo vio y lo supo de primera fuente el juez Guzmán. Él optó por el camino de un juez serio, de un hombre decente e hizo lo que debería haber hecho todo juez ético en Chile: se puso a buscar restos humanos por todo el país, testimonios, pruebas de lo que Pinochet había ordenado hacer y llegó a la conclusión de que a Pinochet había que juzgarlo y si la justicia lo encontraba culpable y responsable de los crímenes, aplicarle toda la fuerza de la ley”.
El protagonista de la novela señala: «Ya no está la dictadura, pero la sombra que nos ha dejado es tan negra y fría». ¿Cuándo saldremos de este laberinto?
“El primer paso ya se está dando en la Convención Constitucional donde se está redactando una Constitución democrática y enterrando la del 80 que contiene los amarres que han impedido un mejor funcionamiento de la democracia. Y lo otro en lo cual debemos empeñarnos es en la erradicación del odio y el fatal divisionismo que hay en Chile. No es posible que sigamos dividiendo al país entre los buenos y los malos, los de la izquierda y los de la derecha, los de los ojitos azules y el pelo rubio y los otros, los que viven en Yungay y los que viven en Vitacura, los “cuicos” y los “rotos”. Esa segregación, ese clasismo, le ha hecho a este país un daño histórico. Yo espero que desde ahora en adelante, con una nueva generación gobernando, podamos mirarnos como chilenos y no como rubios y morenos. La movilidad social es extraordinariamente fuerte en el Chile de hoy, y ya es hora de integrarnos todos en un país más inclusivo en el cual ese nefasto discurso clasista vaya quedando atrás”.
¿Cómo aprecia a Chile desde Estados Unidos?
“En este momento se está mirando a Chile con una fuerte carga de esperanza. Hubo mucho temor, en un momento, de que los bolsonaros, amigos de Trump y de los golpes militares volvieran a entronarse en América Latina. Con Gabriel Boric ese temor ha empezado a despejarse. Las expectativas son muy altas”.
El gobierno del presidente Boric tiene un ambicioso programa, ¿pero que podrá alcanzar en cuatro años?
“El mismo presidente Boric ha dicho que los cambios no se pueden hacer ni de un día para otro ni en cuatro años. Yo creo que le va a tocar muy difícil. Y estoy, tan convencida como lo está Giorgio Jackson, de que del éxito de la Convención Constitucional va a depender también el éxito del gobierno de Gabriel Boric”.
¿Qué es lo mínimo de logros que aceptaría?
“Lo mínimo que aceptaría, si me preguntas a mí, es que este gobierno le hinque el diente a algunos de los problemas fundamentales que tiene, y lo haga bien, con una fuerte voluntad política: la delincuencia, el narcotráfico y la guerra en la Araucanía, todos ellos problemas que a gobiernos anteriores se les escaparon de las manos y que importan sobre manera a los chilenos. Porque sin seguridad no hay ni buena salud, ni buenos colegios ni buenas pensiones. la seguridad es la base para que un país pueda progresar y vivir en paz. Es indispensable que el presidente Boric y su gobierno logre restablecer las confianzas entre los sectores involucrados en la guerra y la inseguridad conque se vive en el Chile de hoy”.
Chile aparece cruzado por una profunda crisis de sus instituciones. ¿Qué que la produjo?
“Cuando un país sale de una dictadura tan violenta y cruel como fue la dictadura militar chilena y no hace justicia procesando y encarcelando al principal responsable de esa dictadura, sino que lo deja a cargo de las Fuerzas Armadas y luego lo sienta como senador vitalicio en el mismo Congreso que él clausuró por 17 años, lo que se está haciendo es instalar la máxima impunidad. La justicia es la columna vertebral de un país, la cual sostiene a las vértebras, que son las instituciones. Si se quiebra esa columna, las vértebras se caen. Un país invertebrado es un país donde se han corrompido las instituciones. Y gran parte de eso ocurrió en Chile”.
¿Considera que el dinero ha corrompido a los chilenos y sus instituciones?
“Yo no hablaría del dinero en este caso, es algo mucho más profundo. Hablaría más bien de la corrupción de la justicia y de leyes laxas, de una suerte de relajo legal, porque si todo está permitido, naturalmente todo se va a corromper”.
¿Cree que la eventual nueva Constitución permita un viraje que nos haga un país más solidario, sin exclusiones y no nos haga olvidar que somos pasajeros de un mismo viaje?
“Me gusta esa expresión, pasajeros del mismo viaje. Esa expresión representa exactamente lo que yo anhelo que logre la nueva Constitución, que podamos ser todos pasajeros del mismo viaje y yo le agregaría, hacia el mismo lugar. Eso va a ser posible en la medida en que el proyecto que presenten concite el apoyo de por lo menos el porcentaje que votó Apruebo. En esto, creo que no hay que perderse. Yo no estoy de acuerdo con lo que dijo el presidente Gabriel Boric, que cualquier Constitución es mejor que la que hicieron cuatro militares encerrados en una pieza. Chile no necesita cualquier Constitución, Chile necesita una buena Carta Fundamental, democrática y duradera que nos llame a colaborar y nos interprete a todos”.
¿Piensa en algún momento volver a radicarse en Chile?
“Siempre he pensado terminar mis días en Chile, eso desde luego. Yo no me quiero morir lejos de mi país. Creo que dentro de unos dos o tres años vamos a radicarnos en Chile. Espero estar viva y con buena salud para entonces”.