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ENTREVISTA: “Una pista como la de la isla Juan Fernández era un despropósito”

“El gran vuelo terrible” de Tania Tamayo es una exhaustiva investigación en torno a la tragedia del Casa C -212 que capotó al mar en la isla Juan Fernández el 2 de septiembre de 2011 (por Mario Rodríguez Órdenes)

(Crédito: U. de Chile): Tania Tamayo Grez es periodista con vasta experiencia en el periodismo de investigación.

La sólida investigación de Tania Tamayo Grez concluye que hubo una serie de negligencias cometidas por la FACH, lo que se sumó a las condiciones meteorológicas adversas que había en la isla. “El gran vuelo terrible/ La tragedia del Casa C – 212 en Juan Fernández” (Ediciones B, 2022) de Tania Tamayo cuenta las historias detrás de la catástrofe y revela por qué los pilotos no tuvieron chance de regresar al continente, ni de aterrizar en un aeródromo sin torre de control ni personal especializado que pudiera auxiliarlos. Por esos años el aeródromo de Juan Fernández era conocido como uno de lo más complejos del país, como los de Villa O’Higgins, Melinka y Tortel, en Aysén; el de Llolle Norte, en Caburga, o el de Futaleufú en Los Lagos.

En el Casa C – 212 viajaban Carolina Fernández, Sylvia Slier, Carolina Gatica, Catalina Vega, Galia Díaz, Romina Irarrázabal, Juan Pablo Mallea, José Cifuentes, Eduardo Jones, Eduardo Estrada, Erwin Núñez, Flavio Oliva, Rodrigo Fernández, Sebastián Correa, Felipe Camiroaga, Roberto Bruce, Rodrigo Cabezón, Joaquín Arnolds, Felipe Cubillos, Jorge Palma y Joel Lizama. El martes 13 de septiembre, solo once días después del accidente, otra muerte enlutó la isla…

Tania Tamayo Grez es periodista con vasta experiencia en el periodismo de investigación. Estudio periodismo en la Universidad de Chile, donde también obtuvo su magister en comunicación política. En 2017 obtuvo el Premio Municipal en la categoría de periodismo de investigación por su libro Incendio en la torre 5, y una beca del Global Center Universidad de Columbia para el curso de periodismo de investigación realizado en Cartagena de Indias, Colombia.

Tania, ¿cuál es el hilo conductor del libro?

“En realidad, en mis otros libros como ‘Incendio en la torre 5’ tenía el hilo conductor más definido. En el caso de ‘El gran vuelo terrible’ tiene que ver con democratizar de alguna manera el accidente o la cobertura mediática que tuvo. Fue una tragedia nacional, y siempre tuvo ribetes mediáticos, por lo que todos conocemos, particularmente el fallecimiento de Felipe Camiroaga, uno de los pasajeros del vuelo. Pero también había otras personas que fallecieron en el accidente y que cumplían roles muy importantes relacionadas con campañas de solidaridad con la isla Juan Fernández. Recordemos que sufrió un tsunami tremendo el 2010, con consecuencias desastrosas. Y había mucha gente que quería colaborar, a la que no se le habían confeccionado perfiles y me pareció importante hacerlos. También registrar los testimonios que no se conocían de las familias; las personas que participaron en la búsqueda, los buceadores, por ejemplo. Los isleños, etcétera”.

¿La llamada víctima 22 de la tragedia?                                                                       “Ciertamente. El cabo primero de la Fuerza Aérea, Manuel Vera Abello, del servicio Aerofotogramétrico de la Aviación, que fue impactado por una hélice de un avión en la pista y murió al instante”.

Resulta impactante la imagen de un avión similar al que capotó, ¿o es el mismo?, que aparece en la portada y contraportada del libro.

“Es el mismo avión, pero en otras circunstancias. Se quiso emular la llegada de la aeronave a Juan Fernández. El día de la tragedia la única persona que vio el intento de aterrizaje, estaba muy preocupada que el avión llegara sin novedades y no tomó fotografías”.

A más de once años de la tragedia, ¿cuál fue la causa fundamental del accidente? 

La causa fundamental desde mi punto de vista, tiene que ver con una multiplicidad de funciones que no fueron bien realizadas por instituciones como la FACH y la Dirección de Aeronáutica civil y también por el Ministerio de Defensa o quienes participaron en este vuelo, porque no era un vuelo con una orden clara de vuelo. En realidad, no se sabe bien quien gestó esa orden. Hay distintas versiones”.

¿Cuál fue la responsabilidad de los altos mandos de la FACH y del gobierno de la época?

“Creo que toda la responsabilidad. Después del accidente, por ejemplo, la Dirección General de Aeronáutica Civil se ha preocupado de entregarle a ese aeródromo todas las condiciones necesarias, pero antes del accidente no. En 2011 –al contrario de lo que ocurre hoy– no había torres de control para los aterrizajes en la pista del archipiélago Juan Fernández, tampoco equipos meteorológicos. Solo se contaba con la manga o cataviento, una cámara de televisión y un anemómetro manual del tamaño de un celular”.

Cuál es, sucintamente, la historia judicial del caso…

“La historia judicial del caso tomó distintos caminos. Por un lado, el de un proceso penal en la justicia militar. Por otro lado, se desarrollaron procesos en la justicia civil iniciados por familiares contra el Estado, que buscaban una reparación económica por las responsabilidades en la tragedia de un organismo público como la FACH. En ese sentido, la familia de Joaquín Arnolds fue la primera que interpuso una demanda por indemnización contra el fisco de Chile en el 30° Juzgado Civil de Santiago, con el argumento de que hubo un actuar negligente por parte de las Fuerzas Armadas y una falta de servicio por parte del Estado”.

¿Cuál fue el resultado?

“En ese caso, el tribunal respondió que hubo una serie de negligencias como que el avión Casa 212 despegó con un sobrepeso de a lo menos 164 kilogramos; que la nave tenía una capacidad de almacenaje de combustible limitada que le impedía volver en caso de no poder aterrizar; que el vuelo no contaba con estanques adicionales de combustible que le habrían aumentado la autonomía de vuelo; y que el aeródromo de Juan Fernández no contaba ese minuto con una torre de control, ni personal especializado cuando los aviones aterrizaban en la isla.  El fallo de la Corte Suprema esta vez condenó al fisco de Chile a pagar a los demandantes la cantidad total de 536 millones 660 mil 160 pesos por concepto de lucro cesante y al pago de ciento cincuenta millones de pesos por daño moral…”.

¿Hubo otras causas?

El caso de la familia Arnolds no fue la única acción judicial empujada por los familiares, ya que se interpusieron una serie de acciones contra el fisco: se acumularon quince procedimientos en un mismo expediente para que fuera revisado por un mismo juzgado. En ese proceso se condenó al fisco de Chile a pagar una indemnización de más de dos mil trecientos millones de pesos a los familiares de las víctimas”.

 ¿Y en el ámbito de la justicia militar?

El camino más pedregoso y con menos resultados positivos para las familias, fue justamente el de la justicia militar, donde se inició una investigación con el objeto de analizar las responsabilidades penales: cuasi delito de homicidio e incumplimiento de deberes militares. En esa instancia fue que el 2 de enero de 2013 el ministro en visita Juan Cristóbal Mera sobreseyó la investigación, por lo que las partes debieron recurrir a la Corte Marcial, pero ésta confirmó –de manera unánime- el sobreseimiento el 21 de marzo de 2013”.

¿Cómo reaccionaron las familias?

“Ante esta negativa, las partes querellantes sostuvieron ante el máximo tribunal del país que el accidente no se debió solo a una maniobra imprudente del piloto y la comandante, sino que a una responsabilidad penal de otras autoridades de las Fuerzas Armadas. Al final, y a pesar de volver a investigar los antecedentes, la Corte Suprema, en abril del 2014, acogió el recurso por las defensas de los imputados. El 2 de enero de 2019 esta entidad sobreseyó total y temporalmente la causa”.

La pista era muy peligrosa…

Todos los expertos, argumentaron que una pista como la de la isla Juan Fernández era un despropósito, un riesgo para los pilotos y para los habitantes de la isla. La tragedia lo confirmó”.

En un principio el ministro Mera responsabilizó a los pilotos del accidente.

“Desde la FACH, en algún momento del 2013, el ministro Juan Cristóbal Mera sobresee el caso señalando que la responsabilidad era de los pilotos y no había ningún tipo de responsabilidad institucional. Es evidente que fue todo lo contrario”.

¿Se pudo establecer quién dio la orden de sacar los estanques auxiliares que llevaba el avión en caso de emergencia?

“Los aviones comerciales que aterrizan en aquella pista restringen incluso el número de pasajeros en favor de que el combustible dure más tiempo. Pero esa tarde, sin los estanques subalares o auxiliares que proporcionan la reserva del combustible al avión, no hubo cómo posarse luego de los planeos de reconocimiento. El comandante Mauricio Barría, autoridad del Grupo Ocho de la Fuerza Aérea, había ordenado sacarlos del Casa C – 212, en la base Cerro Moreno de Antofagasta, privilegiando llevar a más pasajeros que lo establecido en el plan original. Por qué se tomó esta decisión es algo que todavía no se resuelve”.

¿Por qué el avión no pudo amarizar?

“No tenía las condiciones técnicas para hacerlo”.

Si las condiciones adversas se sabían, ¿quién autorizó finalmente el viaje?

“No hay todavía una orden clara, algún tipo de documento que indique quién dio la orden. Es extraño… Mi impresión, a partir de lo que investigué, es que, de una manera tácita, se hizo un compromiso a través del ministro de Defensa de la época, Andrés Allamand, a Jorge Rojas que era comandante en jefe de la FACH. Allamand tenía una relación estrecha con Felipe Cubillos, en un momento en que el gobierno de Piñera, como consecuencia del clímax del movimiento estudiantil, tenía una popularidad muy baja”.

¿Fue una decisión forzada por hacerlo como diera lugar?

“Yo creo que era necesario que una fundación, como era Levantemos Chile, que había concretado labores muy valiosas y que estaba relacionada con el gobierno, realizara ese viaje. Y que lo realizara con el matinal Buenos Días a todos, que era uno de los más vistos en ese momento en Chile. Entonces, juntar a estas dos grandes personalidades, que eran Felipe Camiroaga y Felipe Cubillos, no había sido fácil. De hecho, ya se había suspendido el vuelo, porque no se había juntado a estas dos personalidades. Cuando se logra, el viaje tiene que hacerse sí o sí. Y se hace en condiciones climáticas muy inhóspitas, de lo cual hubo una cantidad importante de advertencias que no fueron escuchadas”.

El avión dio dos vueltas por la pista, antes de desaparecer. Los pilotos estaban en una situación extrema. ¿En qué momento decidieron ingresar en lo que se conoce como el canal existente entre las islas de Robinson Crusoe y Santa Clara a una altura de 650 pies o inferior?

“Un informe de la empresa Airbus, fabricante de los aviones Casa, describió el último intervalo de la nave: ‘Pérdida de control del avión mientras realizaba el tramo de viento en cola, a través del canal existente entre las islas Robinson Crusoe y Santa Clara, a una altura estimada de 650 pies o inferior, durante el circuito de aproximación a la pista 32, en una trayectoria muy plana (con poca diferencia de altura sobre la pista)’. El vuelo se encontró, explica el documento, con condiciones meteorológicas adversas y viento en distintas velocidades y múltiples direcciones, lo que expuso a la tripulación a condiciones extremas”.

¿Se sabía del mal tiempo?

“Se sabía que ese día y en ese lugar los vientos chocarían. Aun así, el Centauro, nombre del avión, ingresó en ‘la canal’ debido, dice la lógica, al nerviosismo de quienes iban piloteando en la cabina, porque ya se había pasado el punto de no retorno y quedaba poco combustible. No había posibilidad de volver al continente”.

El avión cayó en picada al mar. ¿Qué significó el impacto?

“El avión Casa C – 2012, después de dar dos vueltas a la pista, cayó invertida al mar, llevaba veintiún personas a bordo. Todos fallecieron, como comprobó el Servicio Médico Legal con diecisiete de ellos”.

En los 3,4 segundos que duró la abrupta caída. ¿qué pudo captar la máquina fotográfica de Romina Irarrázabal? 

“La cámara de televisión de Rodrigo Cabezón capturó las últimas imágenes de quienes iban al interior del avión… Romina Irarrázabal saca su cámara fotográfica marca Nikon, registra las gotas de agua en los vidrios empavonados. También su rostro y los audífonos negros que traía puestos. En el recuadro aparece el perfil del comandante Rodrigo Fernández. De un segundo a otro, la misma cámara cae y comienza a fotografiar todo lo que enfoca. Una parte del techo cuadriculado de la aeronave. Una parte del suelo, otra de los asientos. No se supo por qué una de las fotos obtuvo una resolución en tonalidad sepia. Ahí quedaron detenidos los 3,4 segundos que duró el descenso”.

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