Marcelo Simonetti es una de las figuras más relevantes de la narrativa chilena reciente. En el año 2005 se adjudicó, con “La traición de Borges”, el significativo Premio Casa América que lo lanzó al estrellato mundial. La reedición de “La traición de Borges” (Ediciones de La Lumbre, 2022) le permitió conversar con Diario Talca y profundizar en su oficio de escritor.
Entre las novelas de Marcelo Simonetti Ugarte (Marcelo Simonetti, Valparaíso, 1966) destacamos Dibujo de Hiroshima (2020) y El Abanico de Madame Czechowska (2002). Simonetti rememoró en alguna ocasión: «Cuando chico, en Valparaíso, prefería correr detrás de una pelota que abrir un libro. Y hubo un profesor que me dijo que había dos tipos de lectores, unos que leen para evadirse del mundo que les toca vivir, y otros que lo hacen para encontrar los mundos a los que pertenecen. Y esa frase me pareció muy potente».
Marcelo, ¿qué balance hace de su lectura de “La Traición de Borges”, publicada en 2005?
«La novela recibió el VI Premio Casa de América a la Narrativa Innovadora que daba Casa de América (Madrid) y la Editorial Lengua de Trapo. Haber ganado ese premio fue muy importante, porque participaron cerca de 300 novelas de diferentes lugares del mundo y en el jurado había escritores sobresalientes como el colombiano Héctor Abad Faciolince, autor de El olvido que seremos, y la escritora española Belén Gopegui. El diario El País, de España, en su suplemento literario Babelia, hizo una elogiosa crítica y la novela circuló de buena manera en ese país. Fue un espaldarazo importante para un escritor que hasta entonces solo tenía un libro —El abanico de madame Czechowska— y en este sentido me impulsó a persistir en un oficio incierto como es la escritura. El único punto bajo fue la mala circulación que tuvo la novela en Chile. Llegaron muy pocos ejemplares y al ser un libro importado tuvo un precio prohibitivo. Esto último fue una de las razones que me empujó a intentar darle una segunda vida a ‘La traición de Borges’”.
¿Qué hizo posible su reedición?
“En lo práctico, el haber ganado el Fondo del Libro y la Lectura que permitió entregar recursos para la reedición de este libro. A eso habría que agregar la confianza en el proyecto de parte de Ediciones de la Lumbre que se embarcó en esta aventura y apostó por darle un segundo aire a la novela».
¿Comparte que es una novela muy personal donde aparecen algunas de sus propias obsesiones literarias?
«Creo que todas las novelas, más allá de que se inspiren en vivencias propias o no, se construyen a partir de las obsesiones literarias de su autor. En este caso, esas obsesiones están dadas por la metaliteratura, y en este plano, sin duda, Borges es una de mis obsesiones —lo era más en ese entonces—. Más allá de su obra, de todo lo que le aportó al género del cuento, la vida de Borges está llena de paradojas, como por ejemplo que lo designaran director de la Biblioteca Nacional cuando había perdido un porcentaje altísimo de su visión. ¡Un ciego a cargo de miles de libros! O todo lo que se dijo respecto de las razones que tuvo la academia sueca para no concederle el Premio Nobel. O cómo un accidente casero —se golpeó en la cabeza— coincidió con el inicio de su trabajo como cuentista —hasta antes de ese accidente, había escrito mayoritariamente poemas—. Y tal vez debería decir lo mismo de Diego Armando Maradona, un personaje que está en las antípodas de Borges, y aunque no aparece como personaje en la novela, sí se describe todo lo que generó a partir de su participación en México 86. Por lo demás, también tiene una historia de vida que no termina de impresionarme. Si alguien quiere hablar de una historia de superación, pues bien, ahí está la vida de Maradona, con todos sus claroscuros».
¿Cómo alcanzó esa cercanía con Borges?
«No sé si el término adecuado es cercanía, pero sí investigué mucho; leí varios libros de entrevistas y biografías, con el fin de poder referir situaciones y hechos de su vida que luego el falso Borges haría suyos. Me empapé de la vida de Borges como pudo haber hecho un actor para poder traspasarle esas vivencias al falso Borges».
Del maravilloso mundo borgeano, ¿qué lo impactó más?
«El compromiso con la literatura. El hecho de vivir para ella y con ella. Refundó el cuento e instaló un estilo que trasciende los géneros mismos de la literatura. Todos entendemos qué se quiere decir cuando se habla de lo borgeano. Y aunque alguna vez escribiera un verso que dice ‘me duele una mujer en todo el cuerpo’, rehuyó de la emocionalidad en sus cuentos. Puso su intelecto al servicio de su narrativa».
De alguna manera Borges deja en claro el estrecho vínculo entre el mundo literario del escritor y la literatura. ¿Ha vivido la experiencia en su propio quehacer como escritor?
«La metaliteratura como género es algo que me atrae. Ahora mismo estoy trabajando en una novela que habla de cómo se escribe una novela».
Borges, ¿cuándo pierde definitivamente la visión?
«Borges escribe el cuento El sur en 1953. Ese es el último cuento que escribe de su puño y letra. Dos años después, cuando asume como director de la Biblioteca Nacional, está casi completamente ciego, lo único que reconoce es el color amarillo. Tenía entonces 56 años. Vale decir, vivió ciego durante 29 años».
¿Y cómo lo hizo para seguir viviendo en el mundo de las letras?
«Entiendo que después de El Sur lo que hacía era dictar sus historias».
En medio de la escritura del libro, ¿que pudo saber de la relación de Borges con Chile?
«El episodio más famoso es la visita a Chile en la década del 70, específicamente en septiembre de 1976. Viajó con el fin de recibir un doctorado honoris causa en la Universidad Católica, el que le fue conferido de manos del propio Pinochet. No contento con esto, Borges dio un discurso muy controversial en el que defendió a la dictadura. Este episodio habría sido clave en el hecho de que la academia sueca se negara a darle el Premio Nobel, aun cuando tenía méritos de sobra».
Marcelo, entiendo que para su formación como escritor fue relevante la lectura de Borges, ¿en qué sentido lo marcó?
«Me sedujeron su estilo, los trucos literarios, su imaginario. Es más, La traición de Borges bebe del que fue el último cuento que Borges escribió: La memoria de Shakespeare. En él, un comerciante le ofrece a un personaje muy parecido a Borges la memoria del dramaturgo inglés, y cuando escribo esto no hablo de un documento, sino que su propia memoria, sus recuerdos, su imaginario. Ese juego es muy parecido al que experimenta Julio Armando Borges, el falso Borges, en la novela».
Marcelo, 2022 ha sido prolífico en su creación literaria. ¿En qué momento se encuentra?
«Este año ha sido particularmente productivo en materia de publicaciones. Al margen de la reedición de La traición de Borges, hace unos meses publiqué una novela que tiene una lectura más política que anteriores historias mías. Esa novela se llama Redman y alguien ha dicho que se trata de una novela social que muestra los muchos Chile que conviven en nuestros días con un foco puesto en los traumas heredados de la dictadura. También publiqué un bello libro para niños y niñas que se llama Caminante y que narra una historia universal, la de los niños migrantes que se trasladan caminando entre un país y otro. Y además de lo anterior fui parte de una antología articulada por Paola Passig y Ximena Ceardi que lleva por título Los niños del 73, que recoge el testimonio de 18 autores que ofrecen su mirada respecto del Golpe a partir de lo que vivieron, o vivimos, cuando éramos niños. También, un grupo de alumnos de mi taller histórico, con el que venimos trabajando hace varios años, compiló varios de sus cuentos en un libro que prologué y que se llama Todo cuenta. Me gusta esta diversidad y el carácter particular de cada uno de estos proyectos. ¿En qué momento me encuentro? Es difícil decirlo. Tal vez la mejor respuesta sea una obviedad: en un momento muy productivo».
Muy esperada es su biografía sobre Pedro Lemebel que está escribiendo con Jovana Skarmeta. ¿En qué etapa se encuentra la edición?
«La biografía debemos entregarla a fines de noviembre. Y el plan es que sea publicada en el primer semestre de 2023. Hemos realizado más de 60 entrevistas y pienso que se nos ha revelado un personaje fascinante, muy diferente a la caricatura que suele acompañar la figura de Pedro, un ser lúcido y valiente, que leyó Chile como nadie lo había hecho y cuyo legado creo que aún no comprendemos del todo. Esperamos que esta biografía ayude a entender mejor quién fue y la importancia de su obra”.
Usted está preocupado por estimular la lectura entre los niños y jóvenes. ¿En qué consiste el gimnasio literario y la experiencia denominada LeoLover?
«LeoLover es un proyecto de fomento lector orientado a adolescentes. Se trata de pequeñas cápsulas audiovisuales que cualquiera puede ver en la página www.leolover.cl. Queremos contagiar nuestra pasión por los libros a los niños y las niñas, que descubran ese maravilloso mundo que es la lectura, que aprendan a gozar de ella y que la conviertan en un ejercicio cotidiano de aquí en más. Aprovecho de invitarlos a seguirnos en Instagram en el perfil @comunidadleolover. El gimnasio literario es una instancia diferente y está orientada a quienes quieren escribir: busca desarrollar los músculos escriturales a partir de trabajos in situ; el músculo de la descripción, el de la narración en primera persona, el de la construcción de atmósferas y así».
¿Considera que está en crisis la lectura?
«Yo creo que esa es una tesis que se ha instalado pero que no se corresponde con la realidad. La pandemia nos enseñó lo importante que son los libros, cuánto los necesitamos, qué bien nos hacen. Es cierto que las redes sociales nos han acostumbrado a leer en formatos breves, y a veces muy breves, pero ni el más entretenido de los posteos o de los hilos de Twitter podrá reemplazar jamás el placer que brinda una buena novela o un buen libro de cuentos».
Lecturas decisivas y escritura, ¿pueden ayudar a darle un giro a la vida?
«Está claro que la literatura no va a cambiar el mundo, pero sí puede obrar cambios significativos en alguien que abrace la lectura o la escritura como un ejercicio cotidiano».