
Desde que Daniela Sol vino al mundo en la ciudad de Talca (1983), se vio rodeada de libros. Hija y nieta de docentes, fue motivada hacia la lectura y el saber, transformándose desde niña en una ávida lectora. Más adelante, con ese afán por el conocimiento y la literatura, comenzaría a protagonizar su propia historia, ésa que la llevó a traspasar los límites geográficos y a esculpirse como poeta en un país distinto, donde también aprendió a sobrevivir económica y emocionalmente. A partir de entonces, ha tejido lazos con otras culturas, siendo reconocida por “su implicación con la defensa y la difusión de la poesía por todo el mundo”.
Apenas finalizó su carrera de Filosofía en la Universidad Católica del Maule, Daniela se trasladó a México para realizar estudios de postgrado, donde comenzó una investigación sobre el grupo surrealista La Mandrágora. Por tal motivo, contactó al poeta Ludwig Zeller, quien junto a Susana Wald la acogieron en su casa, ubicada en el estado de Oaxaca. En entrevista para la Revista El Fuego en el Agua (2020-2021), Daniela relata lo siguiente: “Frecuenté por muchos años la casa de los Wald Zeller. De dichas instancias atesoro en especial las sesiones de automatismo y estructura poética que mantuve con Ludwing. Él fue mi maestro, me enseñó a escribir la poesía de manera mucho más profunda”. Posteriormente, ella misma como académica publicó fragmentos de sus entrevistas a Zeller y Wald el año 2011, en la Revista Literatura y Lingüística.
Daniela permaneció durante ocho años en México, continuando también con estudios doctorales en la misma casa de estudios, la Universidad Autónoma de México. Fue en ese país donde comenzó a escribir poesía de manera más seria. El curador y poeta Enrique de Santiago (1961) escribe sobre ella: “La poeta, sabedora de letras –por sus profusos estudios– ha sido bañada con el oro alquímico de los que la antecedieron (…) ha rescatado de este poeta [Zeller] otros elementos valiosos que la inspiran, como el uso de la metáfora como elemento que potencia y hace audible lo maravilloso, o la pasión, como medio para encontrar la esencia poética y, por último, los más relevante, dar con el conocimiento de los tres pilares surrealistas claves para el despliegue de la creación: el amor, la libertad y la vida en poesía”. Así dice su poema Sueñoneto:
Queda un deseo que se sueña y se des-sueña
que danza, canta, grita
en aquel lugar donde crepitamos de dulzura (…)
Los cuerpos caen con una celeste lentitud.
Abro los ojos y tu espalda viaja por mundos paralelos.
Y yo retorno, latente, desde mi paseo surreal,
Gracias a sus buenas calificaciones pudo acceder a pasantías o estancias –como se denominan en México– permaneciendo durante meses en otros países como Canadá y Argentina. Finalmente, terminó su Doctorado en España, donde también llevó la bandera de su poesía. Así, ha participado en diferentes Festivales Internacionales de Poesía: En San Cristóbal de Las Casas (México), Festival de Antioquía (Medellín, Colombia); Encuentro del Poeta y el Medio Ambiente (Costa Rica); Poetry Slam (Canadá); en los ciclos literarios del Instituto Juan Gil Albert de la Universidad de Alicante, España y, en el Festival Internacional de Poesía (Madrid, España). Ha sido entrevistada por insignes figuras del área literaria como Silvia Do Campo en Buenos Aires, Marta Castaño en España, Álvaro Maio en un programa radial de Portugal, entre muchos otros. Poemas de Daniela Sol fueron traducidos al árabe e integrados a una Antología de Poetas Latinoamericanos compilada por el escritor iraquí Hussein Nahba.
SUS LIBROS
Su primer libro Sonidos Errantes (Xaleshem, 2014), dedicado a Zeller, contiene veintiún poemas que liberan impulsos ontológicos y evidencian el ejercicio surrealista. El poema Desapego, Apego, Ego, Go se enraíza en lo onírico desde su comienzo: “Logré crear un sueño versátil y floreado”, hasta su fin: “Comienzo a desentenderme del infinito elixir/que me dieron los 2190 amaneceres/72 bolsas de té, trozos de vidrios de colores/en los que me perdí mirando este techo de estrellas/bipolares”. Este libro, al igual que toda su obra, se acompaña de ilustraciones. En Sonidos Errantes, estos son de Daniela Rodríguez.
Su segundo libro Postales y Espejismos (Helena Ediciones, 2016), contiene un preludio y postludio, como una gran pieza musical introducida por la poeta, crítica y escritora argentina Paola Solorza, y terminada de oficiar, por el Doctor en Literatura Dámaso Rabanal. En dos partes, la poeta se arroja con fuerza sobre una preocupación más social. Su poema Espacios Abiertos está dedicado a los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en México. Con una demanda desgarradora, señala: “Esas voces, esas sombras/ que no están muertas/ declaman en cada partícula vital./ Me he cansado de gritar pensando en ellos,/ de escupir ladridos/ a esos parásitos de azufre”.
Del mismo modo, y sin conmiseración, critica la Ley del Talión aplicada contra un joven que roba en Santiago de Chile. La obra, que pertenece a la Segunda Parte, se denomina Fractura y se compone de tres magníficas piezas: Acto Primero: “En esta constelación resquebrajada,/estancada,/la ciudad amarilla reproduce/cruces y símbolos del pasado/queriendo vomitar justicia”. Acto Segundo: “Cada rostro enmascarado/succiona la gracia del ampuloso/anonimato,/mientras mi desnudez y mi/perenne vergüenza bordan/ el escarnio público, denigrando/ cualquier partícula de mi torturado/ y endeble cuerpo”. Acto Tercero: “Títeres de ciertas estéticas/ políticas bocetadas para el /monstruoso canibalismo./ El Estado subsidiario alimenta/ demagógicamente a los pobres/ en una fiesta de dádivas para/ enamorar a los ilusos clientes del sistema”.
Su libro Sabina (Marciano Ediciones, 2021), es una obra poética cargada de imágenes mnemónicas. Es la evocación al pasado, al recuerdo de otra mujer que revive junto a ella: su abuela. La memoria sobre Sabina se pliega y repliega con los objetos de la casa que habita, Sabina pasea contertulia y se sienta a la mesa como cualquier mujer, con sus sosiegos y congojas. En su poema homónimo, la hablante expresa: “Me perdonarás, Sabina, en no entender/ tus silencios, ni el lenguaje que clamaban tus/ cabellos, cuando los gladiolos teñían tu/ vestido e imaginabas escapar del cautiverio”. Esta obra poética tiene dos partes y agrega fotomontajes elaborados por ella misma, porque además, Daniela Sol es también artesana.
Además de estos tres poemarios, la poeta ha compilado dos antologías, la primera denominada Verbo Latente (Helena Ediciones, 2017), donde figuran poetas de Chile, algunos/as consagrados/as y otros/as que recién se inician; la segunda, IXQUIC. Antología internacional de poesía feminista. (Verbum, España, 2019). Es en esta obra poética donde Daniela, hermanándose a sus ancestras Enheduanna, Safo, Theri, Khansa, Laila, Egeria, Faltonia, Xue Thao, Antal… recoge la hebra y la enlaza, porque no solo oficia su construcción poética, sino también la de otras en un acto de sororidad absoluta. Estructurada en cuatro apartados, esta Antología presenta un total de sesenta poetas consagradas y emergentes, provenientes de diferentes países latinoamericanos como Ecuador, Uruguay, México, Cuba, Argentina, Chile entre otros; como así también de Canadá, EE.UU, Nigeria, Jordania, Italia y Francia; todos en lengua española. Del mismo modo, integra dibujos y acuarelas de cuarenta ilustradoras latinoamericanas y europeas.
He preguntado a Daniela Sol cómo concibe la poesía y me ha respondido que “si bien no precisa ser rimbombante ni académica, requiere la capacidad de enaltecer la palabra. No basta con la intención de escribir. La poesía es un ejercicio mayor donde se hilvana la palabra y donde con ella se puede ampliar la mirada de un fenómeno, irse a otros mundos, hilvanar con elementos de la tierra, por ejemplo. Para escribir poesía no solo hace falta la inspiración que llega; requiere de una retórica mínima, donde la o el poeta realice el ejercicio de reposar su poema, perfeccionarlo, leerlo, volver a perfeccionarlo. Definitivamente, no es solo un ejercicio espontáneo”.