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ESPACIO LIMPIO, UNA JORNADA SIN PANTALLAS por Franco Caballero

Ecología del tiempo, ecologizar el tiempo. Tiempos limpios. Aturdido con la cabeza inflamada en sangre por la tensión proyectada desde mi rostro hacia la pantalla, a lo que Mecánica Popular llamó “el delirio azul” en la canción “Fiebre impar del horizonte” dedicada al experimento de Enrique Piracés encerrado en el 2000 en una casa vacía con proyecto de un año sin salir, y rozando la locura se salió a falta de cumplir dos, en enero, el mes de la puerta. El sacrificio del cuerpo en la conminación cibernética, lo digo como un verso más que una sentencia, el sacrificio de manos acalambradas, piernas inmóviles, columnas desgastadas, y para mí, el delirio azul de la sangre que se extiende de la piel tensa entre los pómulos y la frente. Qué decir del sacrificio de los ojos, eso sí que ya mejor ni pensarlo. Somos Leeloo del «Quinto elemento», hipnotizados a un centímetro de la pantalla recibiendo toda la información necesaria e innecesaria que llena al cerebro de la dopamina del aprendizaje como si las redes sociales fueran un Encarta social, repleta de apetitos, diversiones, estimulaciones, conocimientos, al caso que terminan excediendo los límites del tiempo como cuando lo hacemos al almuerzo, a la once, a la despertada y a la dormida.

Sólo lo he hecho una sola vez y me gustó, y esta mañana lo estoy haciendo de nuevo. Lo aparto como un demonio angelical, típica característica del fármaco: dualidad entre la herida que deja y la parte que te sana. En este caso, que te atrae y enclaustra. Te une a lo separado, te conecta. Te reúne, aunque a veces tanto que te pones a chatear y el pobre meñique disuelve sus llamados de saturación al cerebro; a la larga el dedo más prescindible de la mano pasará a ser una mesa, lo tendremos aplanado y ya bien en el futuro será un meñique-mesa, el real dedo auricular y más importante del cuerpo atravesado por un agujero cuadrado en el medio con la forma del cargador, qué espanto. Por eso mejor “Tiempos limpios”, una tecnología humana. Libre y gratis como la vida misma.

Hace rato lo venía intentando y siempre tuve una excusa, pero sabía que tenía que ser un domingo. Lo hice, lo apagué y lo dejé en el velador hasta la noche cuando volví a la casa. Fue agradable, se sintió agradable. Yo sé que todos somos diferentes, y hay muchas personas con celulares muy buenos y actualizados que tampoco les estresa estar interactuando en todo momento. Yo soy el que se agota. Por eso me confirmo el teléfono fijo, el único número que me da seguridad compartir cuando tengo que hacerlo. En los tiempos limpios puedo comunicarme directamente por el teléfono y evitar la contaminación visual. Voy a ir a este paseo ¿y si voy sin celular? Radical. No es un deporte la vida acaso. Intentas algo, trabajas por ello, te concentras en ello, te arrodillas por ello, rezas por ello, sufres y te entregas para luego perder. Una y otra vez perder, en cada esfuerzo, desgastado y mínimo a través de los resultados del tiempo que te fueron afectando en mini traumas que te hicieron perder fe y voluntad hasta que aciertas. Lo importante ante cualquier distopía y pensamiento negativo es pensar que las cosas cambian, basta recordar el poema “Vendrán lluvias suaves” de Sara Teasdale citado por Bradbury en su cuento homónimo. “Y nadie sabrá de la guerra, a nadie preocupará cuando al fin haya acabado”.

Pero no estamos hablando de la mala vida, estamos hablando de la construcción de hábito, de crear la voluntad del bienestar, porque luego están los estudiantes. Muchachos que pareciera afectarlos algo más que la pandemia y el abuso de la pantalla. Hoy más que nunca debemos ser María Montessori y encender las almas. Pensar en la psicagogía, cuidar y cultivar la psiquis del ser, la formación de su alma. “He aquí la finalidad de la educación: primeramente descubrir al niño y liberarlo” (M. Montessori). Liberarlo de todo lo que la sociedad pueda haber ejercido sobre él. Liberarlo del mundo como si naciéramos del barro y nosotros mismos los formamos para sacarlos del pantano de la naturaleza, para sacarlo de la nada negra y hacerlos nada blanca en Deleuze, porque fácilmente podríamos no educarnos y dejarnos a merced de la vida tal como vinimos al mundo y ya está. La batalla contra el celular no puede ser una batalla perdida, además que a estas alturas ver a un niño en la escuela con el celular en la mano es como verlo fumando. Prefiero tiempos libres de humo, de humo azul cibernético, prefiero espacios limpios, espacios del tiempo libres de fiebres impares en el horizonte.

Franco Caballero Vásquez

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